Previsible

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Los minutos se convertían en horas y las horas en días, cada segundo que pasaba analizaba desde el principio todos los asesinatos, uno por uno me aseguraba de que yo había tenido razón. La recién nacida perfectamente la podía haber cogido el médico alegando que estaba muerta o que necesitaba una cura, cada persona que había muerto tenía una relación con el médico, todos enfermos terminales.

La luz del sol no penetraba en la celda, no era capaz de distinguir si todavía era de día o si la noche ya había entrado. Un soldado montaba guardia fuera de la celda, se escuchaban los gritos de otros ladrones o asesinos que estaban en las celdas contiguas. Los aparejos de tortura que utilizaban con ese tipo de gente se encontraba cerca pues se podía escuchar el ruido de esas maquinas funcionando y las suplicas de la gente que era torturada con ellas, el olor a putrefacción y a suciedad inundaba mi celda. Era insoportable, me imaginaba cada poco la celda abriéndose y dando paso a un soldado que llevaría a cabo mi sentencia.

El frio que sentía me anunciaba la llegada de la noche, la humedad se me clavaba en los huesos y no podía parar de temblar, ya no tenía claro si temblaba de miedo o de frio, puede que por las dos cosas.

Para mí había pasado una eternidad cuando la puerta se abrió, una antorcha iluminaba la barbilla del hombre que acababa de entrar.

-Bella, vámonos de aquí, este no es tu sitio.

La tranquilizadora voz de Giuseppe me relajó por completo, por cómo había sonado él sabía que yo no había hecho nada malo.

Me levante todavía temblando pero algo más relajada, corrí hasta la puerta y le abracé, en este momento era mi salvador.

Subimos las escaleras en silencio, conforme subíamos la temperatura aumentaba. Mis tripas me rugían, no había comido nada en todo el día. Y no sabía cuántas horas había pasado en la celda.

Llegamos hasta los aposentos en los que se quedaba el detective.

El me ofreció un lugar donde sentarme y comida.

Lo acepté y no esperé a comenzar a comer, estaba muerta de hambre.

-Intentó escapar-comenzó diciendo Giuseppe refiriéndose al culpable.- antes de que llegara al pueblo vecino las tropas lo alcanzaron y él se quitó la vida con una daga que llevaba. Me ha contado Gastón todas tus averiguaciones y sospechas. Estoy realmente impresionado, Gastón no entendía porque sospechabas de él, pero yo sí que lo entendí. No todo el mundo sabe que la sífilis es una enfermedad que se contagia a través de las relaciones sexuales.

Él me comprendía, casi no le conocía y ya lo consideraba como un amigo aunque podría ser perfectamente mi padre.

Me alegraba tener a alguien en quien confiar.

-¿Me hermano sabe que he estado en la celda?

-No, no te preocupes, nadie sabe nada. Cuando Gastón me contó que pensaba acusarte del asesinato entré en cólera, el muy ignorante te había metido en una celda sin ninguna causa.

Giuseppe no sabía toda la historia, no sabía porque Gastón sospechaba de mí, y como tenía razón en hacerlo, es verdad que Nicolás podría haberme matado si él no hubiera muerto. Sabía demasiado como para poner en riesgo su estatus, pero yo no le había matado.

-Sí que tenía razones para sospechar, su padre mato a mis padres cuando yo era pequeña y desde entonces soy su criada al igual que mi hermano, yo no soy como el resto de criadas, me gusta aprender y por eso se leer y escribir, siempre que puedo me instruyo, es lo único que da sentido a mi vida, hace nada Nicolás se enteró de que yo sabía cosas que no debería saber, tuve miedo de que tratara de atentar contra mí pero nunca sucedió. Puede que él fuera una amenaza para mí, pero yo no sería capaz de matar.

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⏰ Última actualización: Sep 17, 2014 ⏰

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