6 - FyC - Entrégate (Parte 2) 🔞

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De leve él la giró haciendo que ella se quedara frente a él, acorralando su cuerpo prensado en el parapeto de la ventana. Así actuaba Federico, sin esperar que ella contestara, esa noche estaba decidido a luchar por ella, más que nunca. Cristina se quedó perturbada. ¡Dios, sus ojos! No podía mirar a sus ojos tan cercanos de esa manera, tan fijos en ella, tan deseosos...

🎶 Cierra los ojos, déjate querer
Quiero llevarte al valle del placer
Mía, hoy serás mía, lo sé 🎶

Él la tiró hacia él por la cintura y la tomó en un beso arrebatador antes de que ella pudiera decirle que no debía de haber entrado a su habitación esa noche. Sin embargo, esa tirada salvaje que la pegó en su cuerpo, la dejó aún más desconcertada, antes de que él, desesperado de que ella se negara, tocó sus labios y los cerró en los suyos con un tamaño afán y entrega como jamás había dedicado en él un beso en su vida.

Cristina sintió que todo su cuerpo se estremecía. Mientras él aprehendía sus labios con los suyos, ella se sentía totalmente fuera de la realidad con el ardor de los labios de Federico en los suyos, sus manos fuertes sosteniéndola por la cintura y recurriendo a sus espaldas, su torso presionando el suyo en la quina que separaba la ventana de la pared.

A veces el afán de Federico era tan exasperado que ella se perdía entre el tejido leve de la cortina entreabierta que cubría parte de la ventana y el viento de la noche invadía la habitación, pero no podía sentir nada más allá de las sensaciones producidas por sus labios, su lengua, su cuerpo.

Nunca estuvieron tan unidos en toda la vida. En la misma sintonía, boca con boca, piel con piel, las respiraciones sincronizadas, los cuerpos afligidos por no separarse, permanecer así, unidos, juntos, en cuerpo... en espíritu como hace tanto tiempo deseaban.

Federico empezó a bajar por el cuello de Cristina, frotando sus labios en su piel,  haciéndola vibrar al sentir su bigote, deslizándolos por los sus hombros, alejando su blusa embriagándola de deseo. Ella, con los ojos cerrados, arrojó su cabeza hacia atrás y se perdió.

Cristina sintió tanta intensidad en los besos y caricias, que un escalofrío se apoderó de todo su cuerpo y agitó el cerne de su deseo de modo que ella vibró intensamente y soltó un gemido sofocado en medio a la respiración jadeante.

🎶 Déjame robar 
el gran secreto de tu piel.
Déjate llevar
por tus instintos de mujer 🎶

_ ¡No, Federico, no! ¡Detente! —  Ella protestó empujándole muy asustada con la reacción de su cuerpo a sus embestidas. Sus caricias la estaban dejando excitada y eso la llenaba de miedo. Federico se alejó de leve y la miró a los ojos con la mirada tomada de seducción y afirmó seguro:

_ ¡Tú no quieres que yo me detenga! Puedo sentirlo, Cristina, acepta que quieres que yo te haga el amor.

Ella ni siquiera reaccionó. Antes incluso de que ella pudiera pensar en sus palabras, él, nuevamente la tomó en otro beso al que ella de nuevo no pudo resistir. Él sostenía su cuerpo junto al suyo mientras la besaba y ella lentamente fue soltando los brazos y no se dio cuenta del momento que lo abrazó.

Federico disfrutaba de la lentitud de que ella se entregaba, del empeño en domarla. Él, con dos pasos firmes, casi cargándola, le estrechó en contra de la pared junto a la ventana besando a su boca, apreciando aquel beso como que bebiendo el más agradable néctar de la naturaleza, sintiendo su gusto, su calor, su piel, sus senos comprimidos contra su busto como tanto, tanto había deseado.

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