Parte 4

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Muy probablemente terminaría con el corazón más roto de lo que ya estaba; esa pequeña parte del revolcón con el adonis no se ha ido de mi mente. Y la sensación de celos no había desaparecido, pero después de lo que pasó en el auditorio no quería arruinarlo; estábamos en una nube rosa que nos... que me mantenía flotando. No quería malos tragos antes de un gran día. Se iría, se olvidaría de mí y yo, eventualmente, también me olvidaría de ella.

Después de tanto pensar, me decidí por un vestido rosa, con algunas decoraciones y sin mangas. Como todos los días, el calor era infernal y los jeans no parecían una buena opción. Unos zapatos abiertos con tacón no muy alto y algo de maquillaje. Listo. Ella misma no usaba mucho maquillaje, ¿quién lo haría con esa cara tan perfecta? Recuerdo que días atrás dijo que le gustaba verme al natural, aunque la noche ameritaba ir con mi mejor versión. Sigo creyendo que dice las cosas para aminorar el golpe de su ida. Últimamente estaba más comunicativa y menos ogra, sin embargo, ya de nada servía. Faltaban unos cuantos minutos para la cita cuando sentí mi teléfono vibrar. Era ella.

―Hola ―contesté sin poder contener la sonrisa estúpida.

¿Lista, pequeña? ―otra cosa que se había vuelto recurrente, el pequeña.

―Más que lista.

Estoy abajo.

―Voy ―colgué. Se escuchaba feliz, esa era una buena señal.

Agradecía a los cielos porque mis padres no estuvieran aquí para llenarme de un montón de preguntas. Sabían que salía con una amiga, omití que la amiga era mi profesora de piano. Mi hermano estaba en práctica de fútbol, así que no tendría que darle explicaciones a nadie. Al abrir la puerta Lisa estaba sobre el capo de su carro aparcado frente a mi casa. Se veía divina. Su cabellera suelta, iba maquillada y se veía más que perfecta. También optó por un vestido y tacones altos. Me acerqué a ella y me recibió con un abrazo.

―Te ves preciosa ―susurró a mi oído.

―No te quedas atrás. Te ves muy guapa.

―Es sólo la cara... ―me soltó y abrió la puerta del pasajero para que entrara.

Ahora me daba cuenta de lo mucho que le costaba tomarse los cumplidos. Hacía unos días le había dicho que parte de mi progreso se lo debía a su constante motivación. Se limitó a decirme que era parte de su trabajo. Era como si no quisiera aceptar que algo bueno puede salir de ella. Y ahora con su "es sólo la cara"; sí, podía ser una hija de puta cuando se lo proponía, pero había muchas cosas buenas dentro de ella. Aunque no las pudiera ver.

Durante el trayecto hablábamos animadamente de nuestros días. Ella seguía odiando que por culpa de una huelga tenía que trabajar horas extras. Ni siquiera estaba a favor de lo que peleaban, pero al ser una minoría tenía que seguir la corriente. Era muy eficiente con su trabajo por lo que la cuestión de papeleo lo terminó en de unos días. Días en los que se aseguró de decirme en dónde estaba y qué estaba haciendo. Parecía que quería quitarme la espina de lo que pasó con su amiguito. He de decir que lo disfrutaba y me agradaba que se preocupara de mí en esa forma.

―¿Qué harás cuando seas grande? ―rompió por completo el tema de conversación que teníamos.

―Aún no lo decido. Me quedan un par de semestres para averiguarlo.

―No lo dejes pasar mucho tiempo. ¿Hay algo que particularmente te llame la atención? ―se veía muy interesada.

―Psicología me agrada muchísimo. Puede ser una opción viable.

―¿Hay una escuela cerca? ―negué.

―Cuatro horas de aquí.

―¿Con quién vas a vivir? ―comencé a reír.

Mi profe de pianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora