UNO

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La gélida brisa era libre de entrar y salir a su gusto mediante la ventana abierta, provocando que el cabello decolorado del chico se levantara ligeramente con el toque del viento. Bajo su brazo yacía una libreta totalmente garabateada con una ordenada caligrafía y entre sus dedos descansaba un bolígrafo, al mismo tiempo que su pacífico rostro se apoyaba en el desorganizado escritorio.

El sonido de un claxon despertó completamente a Chris quien al abrir sus ojos los restregó y soltó un bostezo. Las manecillas de su reloj de pared anunciaban las 19:00 pm, mientras que la estropeada pantalla de su celular anunciaba el medio día.

— Chris, Yong Bok está aquí. — El dulce acento de su madre se oía al otro lado de la puerta.

El chico se levantó de su asiento en dirección a la puerta de la habitación, estando a punto de girar el pomo oyó:

— ... intenta animarlo, sé que podrás.

Abrió la puerta permitiendo que el rostro sonriente de su amigo se asomase.

— ¡Hey! Mírate... han pasado muchas lunas. — Un abrazo rodeó a Chris, quien solo sonrió a modo de respuesta. El pelirrojo entró a la habitación y se sentó en la cama, enseñando sus aperlados dientes al mayor, quien hasta el momento no podía emitir palabra alguna, por lo que su amigo siguió hablando: — Te hemos extrañado... — El rostro de Felix intentaba mostrarse alegre, pero era evidente que su sonrisa no era de completa alegría, algo le inquietaba. — He estado esperando tu presciencia en el estudio, haces bastante falta allí, ¿sabes?... Jeong-in se niega a un comeback sin ti... — Juntó ambas manos en su regazo y miró al techo tragándose el gran nudo en la garganta provocando que su manzanilla de Adán se moviese notoriamente en dirección vertical. — Nadie quiere tener un comeback sin ti... — Y su voz comenzó a romperse.

El mayor, sentado en donde hace un momento atrás dormitaba, al observar a Yong Bok la sintió, esa tristeza contagiosa que últimamente lo había estado rodeando. Sabía que el menor evitaba mirarlo, porque no quería que Chris sintiese su mirada de pena, ese tipo de miradas que le provocaban el deseo de desaparecer, por ello le agradecía internamente.

— Bro, sabes que siempre estaré para ti, no te cierres en este momento. — La grave voz de Felix estaba rompiéndose cada vez más, mientras que sus ojos estaban ya cristalizados. El mayor se sentó a su lado y lo abrazó, mientras las lágrimas comenzaban a asomarse. — Hy-hyung... — Ambos se aferraron el uno al otro en un abrazo desesperado.

— No... Llores... — Casi inaudible, como un pequeño susurro. El chico tomó su celular y comenzó a escribir. Tuvo que secarse una lágrima que caía antes de presionar enviar, a lo que el bolsillo de Felix emitió un sonido.

"Dame tiempo, por favor. Aún no logro asimilar lo que está sucediendo. Solo denme tiempo." Fue lo que los ojos del pelirrojo leyeron.

Ambos chicos se miraron, intentando asomar una sonrisa en sus rostros.

— Está bien, Hyung. Te esperaremos todo lo que necesites. Sin ti, Stray Kids es nada. — Los ojos de Yong Bok estaban enrojecidos y en sus mejillas habían rastros de lágrimas, pero le enseñaba una gran sonrisa a su Líder.

Se oyeron dos toques en la puerta antes de que la madre de Christopher entrase. — Yong Bok... — "Felix", le corrigió el invitado. — Felix, ¿no deseas quedarte a cenar?

En estos casos Chris habría salvado a su amigo de las habilidades culinarias de su madre, sin embargo, por más gestos de negación que le hizo a su madre, su amigo no pudo evadir esta invitación.

Como todo ser vivo, Chris debía atender sus necesidades biológicas, así que le hizo un gesto a Felix de que lo esperase. Al cerrarse la puerta, el pelirrojo quedó completamente solo. Dio un vistazo a la habitación y tras unos segundos, sus ojos se detuvieron con curiosidad en el escritorio de su amigo. Sobre la plana superficie se encontraba una libreta totalmente garabateada y cerca de allí la laptop de Chris yacía con la pantalla oscura.

Algo que caracterizaba bastante a Yong Bok es su curiosidad. Se levantó de la cómoda cama y tomó asiento en la silla junto al escritorio, chequeó su espalda antes de comenzar a leer la libreta.

Sus curiosos ojos se deslizaron leyendo la caligrafía de su amigo. Palabras plasmadas en la hoja le provocaban un sentimiento tan confuso, que al terminar de leer la última estrofa sintió como si su garganta se hiciese un nudo. Era un poema tan triste que se sentía como si tuviese vida propia y contase sus penurias cara a cara.

Dudó antes de tocar la pantalla táctil de la laptop, pero no se arrepintió. Su líder producía una canción, y el fragmento que había leído en aquella libreta, era la letra de la canción.

La puerta se abrió antes de que Felix pudiese oír la creación de su amigo, quien al entrar y darse cuenta de lo que sucedía sonrió nervioso, buscando arrebatarle la libreta de sus manos.

— Hyung... Estas letras son bastante buenas, es decir... profundas, me encantan. — Chris asintió en un intento de expresar un "Gracias". El pelirrojo sonrió. — Si necesitas ayuda vocal para esa canción u otras que estés produciendo, nos tienes a nosotros...

Chris sonrió, sabía que sí.

09:12 pm. Y Felix se retiraba por la puerta del hogar de Christopher.

— Deberías ir al estudio, Channie — dijo su madre, doblando perfectamente una manta. — Quizás no puedas cantar, pero podrás hacer otro tipo de cosas. — Era el mismo sermón al que estaba acostumbrado, desde su accidente todos los días escuchaba lo mismo en diferentes idiomas, palabras y formas, pero con el mismo mensaje: "Deja de deprimirte".

Y recordó aquella vez en la que se decidió a dedicarse a la música. Era tan pequeño cuando le dijo a su padre que deseaba ser un gran Idol, recordó cómo se sentía el apoyo de sus padres para que lograra sus sueños, las numerosas veces que cantó en las juntas familiares o inventaba canciones por las noches. También recordó todo el dinero invertido en clases de canto, viajes a audiciones y en llamadas de larga distancia cuando fue aceptado en la agencia. Tal apoyo era constante, lo sentía aún. Sus padres sabían claramente lo que estaba pasando.

Chris no lo llamaría depresión, prefería llamarle la etapa más cercana al fin del sentido de su vida, donde todo lo que tenía le había sido arrebatado, quizás para siempre.

Su juventud, carrera, amistades, éxito y su vida, era gracias a su voz, esa voz que se ha extinguido como el fuego, quedando en cenizas.

Can't hear my voices [Bang Chan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora