• Capítulo VII.

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• Capítulo VII. Begonia Rosa.

Los rayos del sol atravesaron los cristales de las puertas francesas, dándole de lleno en la cara. Despertó gracias a la luz diurna y lo primero que vio al despertar fue una dulce mirada ambarina observándola como si fuera un lienzo pintado por una deidad. Enrojeció inmediatamente por dicho pensar y aferró a su desnudo cuerpo las sábanas de algodón egipcio de la cama, tratando así de evitar sentir bochorno por esa penetrante mirada.

-Buenos días, preciosa -saludó el cobrizo, enredando uno de sus dedos en un mechón de su cabellera castaña y dándole un beso a dicho mechón-. ¿Cómo amaneció la Reina más hermosa de todos los tiempos?

Diane tenía que admitir que adoraba la elocuencia con la que su esposo podía dirigirse siempre hacia ella, sus palabras eran cargadas siempre de una dulzura excepcional e incomparable, nadie podía compararse con él y sus adulaciones.

-He amanecido perfecta, estoy feliz por poder despertar junto a ti -confesó.

Su esposo le dedicó otra de sus miradas y se inclinó para darle un beso de pico, seguido de caricias en su mejilla derecha.

-Hoy tengo mi agenda ocupada en mi Reina, estaré contigo todo el día -anunció.

Sobra decir que los irises de la mujer se iluminaron como estrellas al escucharlo.

-¿De verdad? ¡Oh, nada me haría más afortunada!

-Lo mismo digo chérie, estar contigo todo el día es lo que más anhelo.

Nuevamente su rostro se pigmentó, causando una risa leve por parte del hada. Y justo cuando iba a recriminarle el sonido de la puerta siendo tocada por un tercero rompió la burbuja en la que ambos estaban ensimismados, él se incorporó de la cama con la intención de atender a la persona que yacía tras la puerta, no sin antes ponerse una bata de terciopelo en color índigo. Mientras tanto la castaña permaneció pacientemente en el lecho de amor, en espera de que su amado volviera a su lado.

La noticia que le dio le causó exuberancia a borbotones, y es que casi nunca estaba con él más que en las noches por sus funciones como monarca, por ello dicho comunicado causó una sensación de leticia inmensurable.

Mientras estaba siendo víctima de ese ataque de emociones positivas Harlequin volvía a la cama con una bandeja en las manos, cuyo contenido era nada más y nada menos que el desayuno de ambos, compuesto por dos tazas de té de frutos rojos; una azucarera con terrones de azúcar; un plato lleno de scones rellenos de clotted cream y mermelada; dos platos con waffles que tenían hilos de chocolate encima y dos tazones de fruta.

Al ver semejante desayuno a la fémina se le hizo agua la boca, sonsacando otra risa al varón.

-Ayer no cenamos bien, así que pedí que hicieran un buen desayuno para que rindamos bien en nuestro día juntos -profirió.

Fue turno de la dama para reír por aquel comentario perteneciente al castaño. Él siempre estaba un paso por delante de todos, era bastante precavido y calculaba todo con sumo cuidado y esmero, gracias a su gran intuición.

Ambos desayunaron entre risas y bromas, era el desayuno más ameno que había tenido en toda su vida. Si bien a veces desayunaba con Elaine y Ban no se sentía tan bien como con su esposo, de hecho a veces sentía que estaba simplemente haciéndoles un mal tercio a su hermano y su cuñada; no era como ahora que estaba a solas con el hombre que amaba y lo pasaba espléndido, con él usando su retórica para hacerla ruborizar y los gestos amorosos con los que profetizaba su amor sempiterno hacia su persona o con su risa cada vez que contaban alguna anécdota cómica o alguno hacía algo para provocar carcajadas en su contrario.

❝ Le plus belle fleur du bois ❞.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora