Capítulo 4: 'Borrachas perdidas'

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ALBA

Prácticamente no había atendido a la explicación histórica que conllevaba aquella guía turística dado que mi mente se mantenía ocupada pensando en mi plan nocturno de este mismo día con Natalia. Aquella mañana, contratamos dicha guía en barco para conocer en contenido histórico de las Islas Cíes.

—Alba—llamó mi hermana, que había permanecido en absoluto silencio hasta entonces, cual niña aplicada.
—¿Qué?
—¿Te estás enterando de algo?
—No mucho, sinceramente.
—Yo es que me estoy mareando. ¿Vamos arriba del barco a que nos de el aire?
—Venga.

Una vez arriba, las vistas me fascinaron. La naturaleza deslumbraba por sí sola, en su propio ambiente, y más aún tratándose de Galicia.
Aquel emobobamiento con dicho paisaje fue interrumpido por la introducción de mi tono de llamada.
Era Natalia.

—¿Nat?
Uy, me he confundido.

A tomar por culo, que desilusión más tonta, joder.

—Ah, vale, pues nada...
Albi—espetó entre alguna que otra risa—es broma.
—Eres muy tonta cuando te lo propones.
Y tu muy mona.
—¿A que se debe tu llamada, pues?
Qué estirada eres cuando te lo propones, ya puestos—antes de que pudiera replicar nada, continuó—¿te gusta el Vodka rojo?
—Claro, sí. Una para dos estaría bien.
Eso tenía pensando, sin mezcla ni nada. Sabe bien solo.
—Tampoco tenemos que bebérnoslo todo, eh.
Yo tenía pensando aprovecharme de tí, que pena.

Lo curioso de la situación, era como era capaz de provocarme una leve exitación desde el otro lado de la línea sin ni si quiera estar físicamente presente en estos instantes. El tonteo estaba presente de nuevo.

—No te vengas arriba.
Vale, bueno, pues iré abajo—comentó Natalia, enfatizando en el 'abajo'.
—¿Eso va con doble sentido?

Oí como reía al otro lado.

En fin. Pienso llevar la guitarra para darte la turra.
—Alguien como tú no da la turra precisamente.
—¿Quedamos a las nueve?
—¿Directamente en la playa?
Perfecto.
—Adiós Nat.
Albi, espera.
—¿Qué?
Nada, nada, olvídalo. Luego nos vemos.

Colgó. Depués, cuando esté más pedo que yo sé que, me lo contará.

El día transcurrió más rápido de lo previsto, pese a mis inmensas ganas de que llegase mi gran momento. Aquella noche, me había lucido: me había puesto el bikini más erotico festivo que tenía, pues este llevaba una braga de corte brasileño; un vestido blanco playero en el que las mangas acampanadas llegaban prácticamente a la altura de donde acabada dicho telaje por encima de las rodillas que dejaban así al descubierto mis finas piernas; unas sandalias de plataforma y un complemento a mi corto cabello que no era más que un lazo en forma de diadema.
Cogí lo básico: una toalla, mi móvil, una botella de agua por si las moscas y el dinero que le debía a mi acompañante por el alcohol.
Me maquillé lo justo: mis pestañas yacían arqueadas y gruesas debido a la impregnación del rímel resistente al agua sobre estas; una fina raya marcada con el eyeliner, también resistente a dicho líquido, yacía descrita allá donde se encontraba el límite del ojo y por último, un pintalabios suave de un color prácticamente idéntico al de mis labios.
Sin más dilación, salí a su encuentro.

NATALIA

Debido a los nervios, inconscientemente salí bastante más antes de lo que debía. No entendía ese gran entusiasmo que manaba de mí; al fin y al cabo, conocía a Alba de hace dos días.
De pronto, sentí oscuridad plena y por un momento me sentí intimidada, hasta que caí en la cuenta de quien se trataba realmente. Olía a ella. Destapé mis ojos con sus manos de mi cara para girarme entusiasmanda con la intención de abrazarla. Pero al verla tan jodidamente preciosa, me paré en seco. Es más, tragué con dificultad debido a que mi garganta yacía completamente reseca. Un pequeño hormigueo recorrió mi cuerpo.

Hilo Rojo | AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora