Capítulo 7: 'Alba Reche de Elche es la leche (sin lactosa)'

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NATALIA

Tardé en procesar lo que venía siendo tener a Alba careciente de ropa alguna abrazada a mí. Inevitablemente, mi excitacion fue a más, acompañada de una sonora respiración que se escapaba por mi boca ya entreabierta. Sentí como mi entrepierna comenzaba a palpitar a una velocidad un tanto inusual, pues a pesar de tener la libido notablemente alta, no acostumbraba a excitarme con la facilidad con la que Alba me la provocaba. La contemplé atónita pese a mis sensaciones internas.

—Yo...yo...—sucurró ella, tapándose seguidamente la cara con su mano libre, pues la otra seguía zafada a mi cintura, sin ni quiera darme la posibilidad de retroceder—joder lo siento, que vergüenza. No mires, voy a agacharme a por la toalla.

¿Acaso no era yo portadora de la misma anatomía y dotábamos de la confianza suficiente como para que ella me mostrara con naturalidad su cuerpo? Esperaba que se tratase tan solo de eso, falta de confianza. Ojalá ponerte igual de cachonda como tú me estás poniendo a mí.

—Alba, tranquila. Mírame—sostuve con delicadeza su rostro entre mis manos, cosa que pareció intranquilizar a ambas por el leve contacto, contradiciendo dicho acto a lo dicho anteriormente—no voy a mirar, y si por un descuido miro, soy mujer también, tengo la misma anatomía, cariño.

Ella pareció tranquilizarse. Yo me limité a desplazar mi campo visual, pues quería respetar su intimidad; al fin y al cabo, ante todo nuestra relación se basaba en una formal amistad. Segundos después yacía totalmente cubierta por su desafiante toalla; parecía estar aliada a nuestro destino de actuaciones subidas de tono. La contemplé con una ternura más evidente de lo que realmente quería aparentar. Me acerqué con sutileza y deslicé mis manos con suavidad por su bello rostro, a lo que ella correspondió estremeciéndose. Mantuvimos una intensa batalla campal sorbe quien dominaba la mirada a quien, a lo que finalmente, rechazando la opción de realizar una tregua, recibí una mirada tan penetrante por su parte como la que yo le proporcionaba a ella. Perdí la noción del tiempo, incluso la del espacio, pues la distancia que acortaba nuestros rostros comenzó a amenuar notablemente. Apártate Alba o te juro que te vuelvo a comer la boca.

—¡Chicas! ¿Dondé estáis?—la voz de María inundó la estancia dándome, personalmente, una buena hostia de realidad, pues rompí la burbuja en la que yacíamos sometidas para abandonar seguidamente el baño.

ALBA

Prácticamente no compartimos ninguna clase de comunicación desde lo ocurrido en el baño, cosa que agradecí y maldecí simultaneamente. Seguía con pareja, y por si fuera poco, la susodicha también. ¿Acaso no era eso lo único que nos limitaba? Por lo menos esa era mi sensación.
Cenamos, bebimos; lo típico dadas las circunstancias. Hasta entonces, nada salido de la monotonía de esta clase de situaciones, en parte porque carecimos de contacto alguno.

—Tengo una idea—espetó María al cabo de un breve silencio que estaba dando lugar a que la gente comenzara a evadirse—Vamos a jugar a atrevimiento o verdad.

Todos aceptamos la propuesta con gusto, sin rebatimiento alguno. Nos sentamos en círculo, colocando una botella de cerveza vacía como dictadora de la sentencia a cada uno de los ya presentes. Puesto que nadie se disponía a hacerla girar, me vi obligada a dar comienzo con el juego. Opté de forma fugaz gatear hasta el centro, cosa que Natalia realizó a su vez, por lo que acabamos inevitablemente a una muy corta distancia cara a cara y con su mano levemente apollada sobre la mía, la cual ya se disponía a hacer girar la botella. Gracias botella.

—Eh... gírala tú... si quieres—trató de decir ella, apartando instintivamente la mano, visiblemente más nerviosa de lo que solía aparentar, rompiendo a su vez con el contacto visual.
Retrocedió a su anterior posición y yo hice rotar el pequeño vidrio sobre sí mismo, expectante a lo que depararía.
Ya me jodería.

Hilo Rojo | AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora