Capítulo 10

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-Señorita -me dice el botones- ¿Le pido un taxi?

-Si, por favor.

-Se acerca a la calle y le hace señas a un taxi a lo lejos. Pero el Audi rojo aparece como una llamarada y se detiene justo a mi lado. La ventanilla se baja, y su cara sonriente aparece.

-Pensé que te habías ido con la rubia de violeta -le digo, cruzándome de brazos.

-¿Puedo llevarte? -me guiña un ojo.

-¿En serio guiñaste un ojo? Por favor...

-Vamos, sube.

-Sólo si puedo manejar.

-No -niega con la cabeza y mira hacia adelante- De ninguna manera.

-Entonces no, gracias -miro hacia atrás, buscando el taxi.

-Mierda -lo escucho gruñir dentro del auto, abre la puerta del conductor y se baja. Pasa por delante del coche y me mira, con cara de fastidio. No dice nada y se sube al asiento del acompañante.

Me acomodo en la butaca de cuero y mientras trato de no reírme de su cara de frustración, no puedo evitar sentir que todo el auto huele a él. Va a ser un largo viaje. Me pongo el cinturón de seguridad, muevo la palanca y salimos a la calle.

Conduzco en silencio durante unos minutos, hasta que él rompe el silencio.

-¿En serio pensaste que me había ido con la rubia?

-No.

-Sí lo pensaste.

-Si. Si lo pensé.

-¿Por qué? O sea... ¿por qué? -hace un ademán como si realmente no pudiera entenderlo.

Resoplo y mi flequillo se vuela hacia arriba. Miro por el espejo retrovisor. La calle está tranquila.

-Es una larga historia.

-Tengo tiempo.

-No, no lo tenemos. Mi casa no está lejos y debo levantarme temprano.

-No me contestaste.

-Lo sé.

-Hagamos un trato. Si me cuentas por qué pensaste que me iba a ir con la primer mujer que se me cruzara, tú eliges dónde vamos y cuándo nos separamos. En cambio si eliges que yo te cuente por qué no me fui con esa mujer ni me hubiese ido con ninguna otra, yo elijo dónde vamos y cuándo nos separamos. ¿De acuerdo?

-¿Otra vez con los tratos?

-Amo los tratos. ¿Qué dices?

Frunzo la nariz y miro el semáforo, que está en rojo. No puedo ocultar mi sonriss cuando lo veo con la mezcla exacta de picardía y sensualidad en la mirada que hace que me derrita. Podría decirle que sí a todo.

O a casi todo.

Realmente no quiero contarle ahora toda la mierda que Rod me hacía pasar. No quiero decirle que gran parte de mi inseguridad se debe a un hombre que me magulló la autoestima tan gradualmente que nunca me di cuenta de que lo estaba haciendo. No quiero que sepa que soy tan débil como para dejar que eso suceda. Pero, a su vez, quiero que sepa quién soy, y cuánto sufrí, y por qué soy quien soy ahora, y por qué me duele y me asusta tanto abrirle mi corazón al mundo.

-Digamos que... pensé que te irías con ella porque era muy atractiva.

Lanza una carcajada que rebota entre las paredes del auto, y se toma el estómago con una mano.

-¡Eso no sirve!

-¿Cómo que no sirve?

-Eso es pura mierda. Me refiero a que debe haber una razón más profunda para que, estando enfundada en ese vestido, luciendo como luces y teniendo la inteligencia que tienes, pienses que podía irme con esa mujer.

-Quizás la haya.

-Pero no vas a decírmela, así que... Lo siento. Pero cambiaremos de destino.

-¡No! 

-Oh, si lo haremos. Y te diré exactamente por qué no me fui con esa mujer.

Me detengo en un nuevo semáforo.

-Tuviste tu oportunidad en el bar, y te fuiste. Así que ahora me iré a casa, y es mi última palabra -le digo, chasqueando la lengua.

-Tuviste tu oportunidad en el bar y te pusiste a charlar con ese idiota.

-¿Te diste cuenta lo idiota que era? -le contesto, aferrándome al volante.

-Claro que me di cuenta.

-¿Por qué te fuiste del bar y me dejaste ahí con él?

-Porque no quería quedarme solo esperando que terminaras de hablar con ese payaso -se queda pensativo un momento- Y porque me di cuenta de que si alguien tenía que decirle que no era bienvenido en ese lugar y en ese momento, eras tú.

-Se lo dije -lo recuerdo con la boca abierta, viendo cómo me iba, y me acomodo derecha en la butaca de cuero.

-¿Y cómo te sentiste?

-Genial.

-Eso es seguridad.

-De todas maneras no estuvo bien que te vayas sin decirme nada. No puedes actuar tan intempestivamente.

-Puede ser.

-¿Siempre está Ben cerca para salvarte?

-Sí.

-¿Dónde está ahora?

-En el asiento de atrás. ¿No lo viste? -se da vuelta y mira el asiento trasero; su respuesta me sorprende y me giro instantáneamente para mirar- ¡Es una broma! Oh, por Dios, sigue mirando el camino... -contesta riéndose a más no poder.

-Idiota -lo golpeo en el brazo, y lanza un mentiroso quejido de dolor. Su brazo es tan duro. Quiero acariciar sus brazos desnudos desesperadamente. De pronto me quedo callada y no sé qué decir, porque estoy simplemente pensando en él y en sus brazos desnudos y en las fotos de su torso en Google durante una cantidad vergonzosa de tiempo. Él estira la mano y prende el estéreo del auto. La guitarra de Jeff Beck en "Remember" comienza a sonar a nuestro alrededor.

-Amo a Imelda May -le digo- Ella pone la voz en esta versión, ¿verdad?

-Oh, veo que no sabes nada de cine pero sí de música.

-Algo -me sonrío. Es verdad, se mucho de música. Y sé que éste es uno de los temas más sensuales que he escuchado en mi vida. Me muerdo los labios y nos quedamos en silencio mientras nos envuelve la música.

(...)"Walking in the sand
Walking hand in hand
The night was so exciting
His lips were so inviting (...)

La voz suave y baja de Tom interrumpe mis pensamientos.

-No me fui con ella ni me hubiese ido con nadie más, porque lo único en lo que puedo pensar desde que entraste al bar con ese vestido es cómo te verías sin él.

Freno de golpe en otro semáforo. Él mira por la ventanilla, como si hubiese dicho eso en voz alta pero en realidad lo estuviera simplemente pensando.

Miro hacia adelante, y no le contesto nada. Siento mis mejillas hervir.

-En el próximo semáforo gira a la derecha. Tomaremos la autopista.



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