La proveduría

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- increíble!! Es así este lugar, no te parece Iris? La verdad es que no sé cómo les voy a contar a mamá y papá.

- ellos ya conocen el camping.

- pero no vienen hace mucho, les voy a refrescar la memoria. Vamos a la pile?! Es gigantesca!

-nos tenemos que hacer la revisacuión médica; además estamos yendo a comprar a la proveduría.

- bueno vamos rápido. ¿Qué es ese sector? Hay chicos de mi edad!! Y si me voy a jugar con ellos?!

-primero ponete pantalla solar.

- uy mirá ese árbol, es de moras, no?! Amo las moras, podemos comer moras?

-basta, hacete una listita con todo lo que quieras ver y tocar, primero vamos a la proveduría y después te vas a hacer lo que quieras. Sos insoportable Uma.

- un chico de tu edad, Iris! Andá a hablar con él a ver si te saca esa cara de pocos amigos.

-no sé, Uma esta es mi cara - y ahí termina la conversación. Admito que un poco me dolió su comentario; estoy en un lugar que no quiero con gente que no tengo ganas de estar, y es mi culpa sentirme mal.

Pasamos al lado de el chico que destacó Uma y es bastante lindo; está con quien parece su hermano menor, no creo que sean amigos con lo que físicamente parece tanta diferencia de edad. El desconocido me mira con una sonrisa cálida y se la devuelvo, pero en 5 segundos pasamos al lado de dónde están y ya no lo tengo en mi campo de visión. Es un lugar chico este camping, seguramente nos volvamos a encontrar.

Vamos por el camino que nos dijeron nuestros abuelos: todo derecho por la calle de nuestra parcela hasta que se divide en dos y tenés que doblar hacia la derecha del lado de la pileta; después de pasarla se abre un enorme espacio verde donde hay una cancha de fútbol y a la izquierda un gran sector de parrillas donde la gente que seguramente no tienen casa rodantes y vienen a pasar el día hacen sus asados. Antes de llegar a la proveduría hay una gran rotonda, por donde habíamos entrado al predio, donde flamea una bandera enorme. Llegamos.

La proveduría es grande y la iluminación es horrible. Hay algunas mesas ocupadas y todo parece indicar que hay un único plato: milanesa con papas fritas. Una mujer con cara de aburrida está en la caja esperando que algo pase. En la tele, gigante, la señal es malísima y no termina de definirse ninguna imagen; el sonido está sorprendente alto.

Me acerco a la cajera y Le pido las cosas que me encargaron más unos chicles, que son la golosina más tranquilizadora que existe.

Mientras espero a que vuelva con las cosas me doy cuenta que Uma ya no está al lado mío. La busco con la mirada pero solo veo a las personas comiendo sus respectivas réplicas de milanesas con papas fritas; pero nada de Uma. Con más atención me muevo un poco de donde estoy y caminando hacia mi izquierda encuentro una puerta grande abierta que parece ser una sala de juegos (el cual no recordaba): ahí estaba Uma. El lugar es todavía más oscuro que el salón comedor y está plagado de juegos tipo arcade: muchos de carreras de autos o lucha, pero los que me llaman la atención son el tejo, el pool y el ping pong.

Uma se había acercado a unos nenes que estaban jugando al packman de una manera muy ruidosa, con gritos sobre quién murió o sobrevivió; en serio ¿de dónde sacan esa energía? Ahora que ya sé dónde está puedo volver a la caja y después venir a buscarla, quizá se puede amigar con ellos y pasarla mejor que estando sola conmigo todo el verano.

- ahh! Acá estabas - interrumpe mis pensamientos la mujer que me había estado atendiendo - me preocupé; acá tenés el cambio, para cualquier consulta mi nombre es Caro- y me regala una sonrisa con guiño mientras me entrega las cosas. Pobre ilusa, pensando que yo la voy a divertir un poco.

- gracias - el comentario sale con menos ganas de lo que había pensado- ¿qué hay que hacer para jugar con las máquinas?- pregunto señalando la puerta grande.

-con unas fichitas que comprás; y los precios varían según cada juego. Pero todos están entre $5 y $15.

- ah ok. Muchas gracias! -y esta vez me despido con una sonrisa.

Para mi sorpresa Uma está parada al lado mío con cara de decepción, supongo que la echaron los nenes a los que veía jugar; por alguna razón le suele pasar esas cosas. Agarro la bolsa que me pasa Carolina e instantáneamente le ofrezco a mi hermana el helado que se pidió, así de instantáneo todo cambió su cara a una sonrisa tímida. Qué fácil alegrarla, qué fácil es para ella olvidarse de lo que sea que la tenga mal solo con un helado.

Tomando el mismo recorrido que hicimos cuando entramos vamos a buscar nuestras bicicletas, que presiento vamos a usar mucho este verano.

-¿ por qué vos no comés tu helado? Mirá que está buenísimo, vos cuál te pediste? - Uma me mira dubitativa y no puedo evitar sentir ternura con sus preguntas, esos cuestionamientos son lo que rondan por su cabeza.

- me pedí un cucurucho, quiero guardarlo para después de almorzar.

-no vale! Los cucuruchos son para los grandes.

- ¿y eso por qué?

- y porque los chicos nunca pedimos. Siempre es de palito nomás.

-bueno entonces soy grande y por eso como de cono -le respondo. No comprendo su lógica de ser grande o chico para un helado determinado.

-buuuu, sos re aburrida. Los grandes son aburridos. Hablan de plata, de trabajo y de sus hijos.

-entonces soy una grande divertida.

- no existe eso; yo quiero que seas mi hermana mayor y que me cuides siempre.

- mamá y papá van a estar siempre- "yo también quiero que seas mi hermana menor y que me cuides siempre", eso es lo que realmente quise decir.

ACÁ LUJÁNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora