— ¿Entonces?— Susurró el Vikingo, acercándose a su oído, gruñía mientras entraba. — Dime... —Se enterró más en su interior.
—Sí...—Jadea, casi gritando, saboreando el pecado en su garganta. —Sí... Estoy... Feliz de... Regresar...—Se aferró a su espalda, arañando sus bien formados músculos.
—Tal vez...—Gime fuerte y comienza a empujar aun mas, haciendo al castaño arquearse—Ahora... Tu dios y los míos... Sean amigos... —Cierra los ojos al sentirse llegar. Derramando toda su semilla dentro del ex-sacerdote—Ahhh... Athelstan.
—Ragnar...—Se vino entre ambos. Era su primera vez, y esa primera vez había sentido dolor y placer. Se sintió en la Valhala y en el Infierno. Suspiró abrazados a él y cayó rendido entre las cobijas.
Ragnar, el conde y Rey lo tomó como suyo. A quien había aceptado como esclavo una vez, y ahora, eran más que amigos. Se tiró a su lado, cansado. Sonriendo como triunfador.
— Qué bueno que no eres mujer, me hubieses dado un hijo esta noche.
— ¡Ragnar!—Susurró apenado, sintiendo algo de culpa. Se cubrió con algunas telas que estaban debajo— ¿Con los demás has sido así? ¿Es una... Clase... de iniciación de vuelta?
— ¿Iniciación de vuelta? ¡Vaya! Estar con el rey Echbert te afectó. No Athelstan, eres el primer hombre con quien he estado. —Sonrió mirándolo y le pasó la mano por el torso. Era mucho más delgado que Ragnar, y tenía cicatrices. Esas marcas no las tenía. Su seño se frunció y el moreno lo notó.
—No fue él. —Se adelanto a responder a pregunta que no se formuló más que en su cabeza—Los de mi... antigua religión, tienen la costumbre de sacrificar a aquellos que abandonan la fe Cristiana.
—No te volverán a tocar...—Susurró y lo abrazó protectoramente, recargando su barbudo mentón contra los rizos mal acomodados del menor.
En algún tiempo, el pequeño vikingo se sentiría indefenso. Inadaptado. Pecador. Pero ahora, se sentía nuevo, acabado de nacer. Respirando de nuevo esas tierras y el aroma de Ragnar, ya no sentía dudas de los dioses o del pecado. Ya no.
A la mañana siguiente, Floki estaba fuera de la choza de Ragnar, o "mansión" en su defecto. Después de que él le contara a Ragnar que Jar Borg lo iba a traicionar, todos hicieron un plan para que al Jar, le salieran al revés los planes.
Una masacre se desató aquella noche, y Ragnar le abrió la espalda, sacándole sus pulmones, dejándolos colgar sobre sus hombros, como unas alas, aclamó él.
Unos meses pasaron, y todo estaba medianamente en armonía, aun que, el Rey Echbert no estaba tan contento tras la partida de Athelstan. Estaba planeando algo para que el monje volviera, había tenido un pequeño capricho con él, y no lo dejaría ir tan fácil.
Por su parte, Athelstan estaba entrenando de nuevo con Ragnar. Hacha contra hacha, El más alto le miraba penetrantemente y con una sonrisa de oreja a oreja.
— Vas mejorando — Le dijo el vikingo, alzando la voz. — Estoy orgulloso.
— Gracias... — Pero tras un descuido, Ragnar le lanzo un pequeño golpe con el mango del arma, y lo hizo caer, tosiendo un poco.
— Nunca te fíes, cuantas veces debo decirlo. — Le extendió la palma y el brazalete que le había regalado, aun adornaba la muñeca del pagano.
— ¡¿Dónde está!? — Se escuchó un grito, todos voltearon. Era Rollo, ya estaba más sano y podía ponerse en pie. Floki miraba hacia su dirección y traía a su niña en brazos, dándosela a su esposa, para levantarse y acercarse un poco. —Dónde está ese maldito traidor. — Toda la ira que irradiaba se la dedicaba a Athelstan.