Querido diario: Busco en ti un consuelo para todos los horrores que rondan mi mente, volviendo turbias las claras aguas del pensamiento e impidiendome volver a la falsa quietud que acostumbraba llamar realidad. Pues tengo miedo, miedo de ser una persona real, porque las personas reales cumplen con el ciclo de vida real, nacen, crecen, se reproducen y, realmente mueren, y el dolor que se siente también es real. Siento envidia por las personas solitarias, no encariñarse implica no sufrir, no sentirte abandonado; pero se que no encariñarse también es sufrir, es monotonía, es esperar lo mismo de cada segundo, es jamás sentir mariposas en el estómago, o abejas en la cabeza, no encariñarse es no vivir, realmente. ¿Debemos entonces, según lo primero, sufrir para ser felices o, según lo segundo, ser felices para sufrir? Creo que la respuesta es ambas, y ninguna. Creo que la vida es una línea recta dividida en segmentos no congruentes, cada uno marcando su final por el inicio de una etapa triste, o feliz, enamorada, abandonada, o, finalmente inexpresiva.
Si, temo ser real, porque significa tener reales dudas.
Con cariño.