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- Descansa en paz – Tenia la tradición de que luego de cada encargo, cerraba los parpados de su víctima si es que los tenia abiertos y le susurraba en el oído esas palabras. En silencio, le tomo una foto para luego, alejarse del cuerpo para salir de la escena del crimen en medio de la noche, satisfecho de que haya salido bien y no haya tenido que matar a nadie extra.


Ya a unas cuadras lejos, escondido entre los abandonados callejones de Busan, prendió su celular para enviar la foto a su recurrente contacto, el cual le llamo de inmediato.


- Buen trabajo, ¿Algún problema o detalle que deba comentarle al cliente?


- Ninguno, todo salió perfecto –


- Entiendo, no me sorprende viniendo de ti. Que tengas buena noche, te envío un mensaje si encuentro otro trabajo – Cortaron la llamada y pudo seguir caminando, alejándose de dicho lugar. Luego de caminar varios minutos, llego hasta su auto en el cual volvió a su departamento. Estaba amaneciendo ya en el domingo, así que solo se ducho, desayuno y camino hasta la iglesia más cercana que había encontrado en el mapa de su celular.


Podría parecer hipócrita ir a la iglesia a menos de un día de haber asesinado a un hombre, pero era el método que él encontró para mantenerse cuerdo. Hace poco había llegado a esa ciudad, así que no conocía a nadie en dicho lugar. Se quedó en la larga misa, en donde si bien suelen ser aburridas, el padre de ese lugar era bastante alegre y animado, además de joven.


Cuando acabo, se quedó en una banca pensando y esperando para poder ir a confesarse, riendo por como el padre que quería hacer su deber, no sabía cómo terminar la conversación con las señoras de tercera edad que le rodeaban.


Se quedó pensativo mientras miraba la figura de Jesús en la cruz, preguntándose si alguna vez la humanidad demostraría que valía la pena su sacrificio. Ante el silencio del lugar, se dirigió al confesionario, el cual estaba vacío. Estaba claro que todos pecaban, pero ninguno cargaba algo tan oscuro como para dar uso a aquello.


Toco suavemente la puerta para entrar y sentarse en su lugar, en donde una reja le separaba del sonriente hombre.


- Padre, he pecado – Comenzó con tranquilidad, tomando una larga respiración al ser la primera vez en ese lugar – He asesinado a un hombre – Escucho atentamente como la respiración del otro hombre se alteraba un poco.


- ¿Q-Que? – En la misa se fijó en lo joven que era, así que se imaginaba que era un novato y quizás hasta ahora solo escucho las preocupaciones de las señoras.


- No es el primero y sé que no será el último, porque pagan bien por ello – Aclaro tranquilo, escuchando una leve risa nerviosa – Pero por algo estoy aquí. No estoy orgulloso de quitarle la vida a otros, a pesar de que sea uno de los mejores – Se mantuvo en silencio unos segundos – Lo siento por hacerlo cargar también con este pecado, padre –


- R-Realmente me tomo desprevenido, pero no te preocupes, es mi deber. No puedo juzgarte ni absolverte de tus pecados por lo grandes que son además de que seguirás cometiéndolos, pero estaré aquí para escucharte cuando quieras – Sonrió satisfecho por las palabras del hombre más joven que él – A las señoras les digo que recen cierta cantidad de veces para que se sientan bien, pero en tu caso, es bastante particular. Señor asesino, si encuentra paz con el señor, entonces rece un Padre Nuestro y un Ave María cada día, además de cargar una cruz con usted –

Una mala persona (JIHAN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora