Primera grieta en mi alma

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Juan 11:25

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Juan 11:25

Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.

Todos hemos perdido a lo largo de nuestras vidas a un ser querido, recuerdo la primera vez como si fuese en este mismo instante.

Ese 1 de abril de 1996 se quedó grabado en lo más profundo de mi corazón.

Ahí fue cuando sentí como se agrietaba por primera vez mi alma.

Hacía calor, el cielo estaba azul, no habían nubes y el día era perfecto, perfecto como lo era él.

Estabas lleno de vida, de alegría, tenías el mundo a tus pies.

Todo era maravilloso hasta que nos llegó esa maldita noticia.

Una noticia devastadora que mató a cada uno de nosotros, mató parte de nuestra alegría, de nuestra juventud.

Fue la primera vez que entendí que la vida era injusta, demasiado injusta.

Mi hermano llegó llorando, repetía una y otra vez que habías muerto.

Que te habías ido, que te habías ido para siempre, le decía a mi madre.

Todos lo mirábamos sin saber que había pasado, no entendíamos que estaba pasando.

Mi cuerpo reaccionó al ver la angustia en los ojos de él.

Sentí como mi piel se erizaba, como mi estómago se contraía por culpa de los nervios.

Miraba a mi madre y a mi hermana, vi como sus ojos se les llenaban de lágrimas.

—¡Se mató mamá, se mató mamá! Se ha ido, se ha ido para siempre —gritaba, mientras sus angustiosas lágrimas corrían por sus mejillas.

Nadie podía creerlo, era imposible que estuvieras muerto a pocos metros de tu casa.

Me asomé a la ventana desesperada, intentando ver algo, pero solo vi como todos corrían.

No tenía ni idea hacia dónde se dirigían, estaba asustada por el estado en que llegó mi hermano a casa.

Cuando mi cuerpo pudo reaccionar, decidí bajar a la calle y asegurarme de qué lo que mi hermano decía, era mentira.

Pero al llegar a dónde todos se encontraban, me di cuenta de la realidad, vi que no era un sueño.

En sus caras se reflejaba el dolor, la tristeza, la angustia, la impotencia y la desolación.

Nadie podía creerlo, nadie podía creer que vinieras de un entierro y te pasara eso, que vinieras de despedirte de ellos.

Habías ido a despedir a unos amigos, a unos chicos jóvenes como tú, recuerdo que habían tenido un accidente y habían fallecido todos.

Aquella mañana vi las noticias, vi como quedó destrozado el coche.

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