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El entrenamiento había terminado, todos se estaban llendo a sus casas.

Yo como siempre me quedaba hasta el último recogiendo mis cosas que por alguna extraña razón siempre terminaban tiradas en el suelo.

El entrenador siempre me decía en esos momentos que debería ser un poco más ordenada y me regañaría levemente.

Era curioso que su voz no fuera baja y femenina como el de otros Omegas, también su cuerpo no era delgado y suave si no que era un poco moreno chamuscado y su piel era dura debido a sus músculos bien trabajados, ni hablar de su voz, talvez al gritar tanto, con el tiempo se había vuelto un poco gruesa aunque si le prestabas la suficiente atención podrías notar un poco de suavidad dentro de ella.

Cómo ahora mismo que me estaba pidiendo ayuda para recoger los balones esparcidos en la cancha del gimnacio.

El gimnacio era grande así que tuve que alejarme bastante del entrenador, en ese momento volví a sentir ese aroma peculiar.

Galletas de nata.

Aunque ahora había algo diferente, otro olor se mezclaba con el del entrenador, un olor curioso, como madera.

El olor era leve pero aún así lo sentía, era como si estuviera aprisionando al entrenador, protegiéndolo.

Me acerqué un poco y enfoque mi mirada en su cuello.

Cómo lo pensé.

Tiene la marca.

Oh vaya, al parecer el entrenador... tiene un Alfa.

Galletas de NataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora