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Había sido una noche espantosa. No había dormido más de dos horas seguidas por culpa de mis malditos sueños vívidos. Y en todos y cada uno él era el protagonista. No siempre había sexo; a veces simplemente soñaba con JiYong tendido en mi cama, en casa, con sus ojitos adormilados mirándome solo a mí, como si fuese el centro de su mundo. No sé qué tipo de sueño me molestaba más, si los que me obligaban a levantarme a darme una ducha fría o los que hacían que al despertar necesitase abrazar con fuerza una almohada para fingir que sigue aquí conmigo. Una noche espantosa.

Atajé por Central Park para ir al trabajo, como hacía siempre que se me antojaba el café que vendían en una pequeña cafetería cercana. Y en eso estaba pensando, en el maravilloso café de Taki's, cuando lo vi detenerse junto a un árbol, a escasos metros de mí. Los intentos que había estado haciendo durante la hora que llevaba despierto se fueron al garete cuando me fui acercando a él y mis ojos no pudieron evitar fijarse en cómo el sudor hacía que su ya de por sí fina camiseta se pegase a su cuerpo. Está claro que esta noche también voy a pasarla en vela.

—¿Por qué vas a trabajar un domingo?

Eran las primeras palabras que me había dedicado en todo el camino, cuando acabábamos de entrar al ascensor del edificio donde se encontraban nuestras oficinas. Pulsé el botón de la novena planta, intentando evitar su mirada inquisitiva. Soy incapaz de mentirle mirándole a los ojos, lo había descubierto la segunda vez que nos vimos. Esos preciosos ojos eran tan puros que no había manera de que yo pudiese engañarle cuando me miraba con ellos.

—Tengo que adelantar trabajo. —No era mentira, pero tampoco toda la verdad.

JiYong pareció percatarse de ello, por lo que nada más abrirse las puertas del elevador volví a tirar de él en dirección a mi despacho.

—Ponte cómodo.

Muy a regañadientes solté su mano y salí de la estancia para buscar el botiquín de primeros auxilios. Me sorprendí a mí mismo al no tardar ni un minuto en coger el maletín y volver con él ¿Hasta tal punto ha llegado mi desesperación? Empiezo a asustarme a mí mismo.

JiYong estaba sentado sobre uno de los sillones destinados a la charla con clientes, y por su postura y expresión era fácil saber que no estaba precisamente cómodo. Mientras me acercaba, sus preciosos ojos se fijaron en mí. Definitivamente parecía dolido, y triste. Recuerdo esa expresión, pues es la misma que tenía cuando me hablaba de la ruptura con su exnovio. Yo no le comprendía. Puede que porque nunca había sentido nada realmente importante por ninguna de mis parejas, quizá no pudiese entender el dolor que conllevaba una pérdida. Me pregunté qué pasaría si repentinamente JiYong quisiese alejarse de mí ¿le echaría de menos? Es una respuesta tan obvia que incluso pensar en la respuesta me parece una idiotez.

Me senté junto a él y tomé delicadamente su mano herida hasta colocarla sobre mi regazo. JiYong parecía aburrido, como si el hecho de que se hubiese destrozado la mano por boxear con un árbol no fuese algo digno de atención.

—Estoy distrayéndote. —Se disculpó. —Deberías estar trabajando.

Dejé los antisépticos de nuevo en el botiquín y saqué un paquete de gasas para comenzar a vendar las heridas. Mi valiente caballero de ojos caramelo no se había quejado ni una sola vez mientras le extraía pequeños pedazos de corteza de la carne y el alcohol limpiaba las heridas abiertas. A mí tendrían que haberme puesto anestesia, o por lo menos me tendrían que haber sujetado entre cinco.

Clau GtopDonde viven las historias. Descúbrelo ahora