Escuchó al cristal de la puerta del patio quebrándose cuando la azotó con más ímpetu del necesario; o quizá confundió aquel ruido con los últimos pedazos de su corazón que quedaban en pie, en ese momento ya hechos añicos.
Bajó el cierre de su chaqueta, forcejeó consigo misma para quitársela, y se dejó caer de rodillas al suelo a la vez que pasaba sus manos temblorosas por su cabellera. No podía respirar, sus múltiples bocanadas de aire no servían para detener la quemazón en su pecho, y estaba segura de que en cualquier instante iba a morir a causa de un paro cardíaco, pues podía sentir unos latidos violentos y arrítmicos luchando por traspasar su piel.
A lo lejos percibió el rechinar de la puerta cerrándose, y el murmullo de unas pisadas cautelosas.
—¿Mai? —susurró una voz masculina a su espalda.
Aquel sonido le atravesó la piel con una descarga eléctrica, arrancándole la respiración por un segundo, para después devolvérsela como si su ataque de ansiedad nunca hubiera existido. Su corazón continuaba latiendo con fuerza, pero a un compás más armonioso.
Y sin embargo, seguía doliendo.
—Mi nombre ya no es Mai —respondió ella con la voz quebrada y sin mirar al recién llegado—. Soy Saira.
—Saira...
Él pareció saborear con su boca el nuevo nombre, acariciándolo con dulzura, como siempre lo hacía. Aquello provocó que el alma de la chica se estrujara.
—Yo ahora me llamo... —continuó el joven.
—Anthony —interrumpió con una sonrisa amarga—. Lo sé. Mi mamá lo ha canturreado por semanas.
Una caricia sobre su hombro la hizo elevar la vista hacia un chico con cabellos besados por el sol, facciones desconocidas para sus ojos pero tan familiares para su espíritu, y una mirada del color del cielo en verano que reflejaba incredulidad, preocupación, y dolor.
Saira no pudo reprimirse más y dejó que sus lágrimas fluyeran. Por instinto rodeó el cuello de Anthony con sus manos, acercándolo a ella y juntando sus frentes. Vio que los ojos del joven también se humedecieron antes de que ambos se abrazaran para dar rienda suelta a su pesar.
Todos creían que ninguno se había visto antes de esa noche. Físicamente era cierto, pero sus almas llevaban siglos encontrándose, reconociendo a quien desde su primera vida fue su amor verdadero. Mas en todas sus reencarnaciones existía la misma tragedia: por alguna razón, su romance era prohibido.
Clases sociales opuestas, enemigos políticos, rivalidad entre familias, y muchas otras excusas que al destino se le antojaba inventar.
Pero en ninguna de sus vidas previas había ocurrido algo semejante al chiste de mal gusto que presenciaron minutos antes.
El ruido de la puerta los obligó a romper el abrazo y disimular un poco, sin ver directamente al intruso.
—¡Aquí están! —exclamó una voz alegre—. Qué bueno que anden conociéndose, pero la cena está lista.
Saira aclaró su garganta.
—Ya vamos, mamá —masculló.
—Anthony, antes de que cenes, tu mamá me dijo que te esperan en la sala para tomarse una foto con tu abuelita.
—Claro... Gracias, tía Karina.
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La siguiente es la vencida
RomanceSaira y Anthony se conocen en una fiesta organizada por sus familiares. O al menos, eso es lo que todos creen. Porque las almas de ambos llevan siglos buscándose y amándose. ~Historia escrita para el Concurso de San Valentín 2019~ ~¡Historia desta...