Algo que disfrutaba en todas sus vidas era verla despertar, pues siempre le pareció más auténtica por las mañanas. Sonrió recordando las veces en las que ambos se escabulleron de sus hogares para pasar una noche juntos, sin que las consecuencias importaran por unas horas.
Incluso ahí, ella en un sillón de la sala repleta de familiares, con los rayos del sol mimando su piel morena, su rebelde cabello oscuro adornando la fiereza de su expresión, y con sus ojos color chocolate, no pudo sino rememorar esos tiempos más felices.
Tiempos que al parecer, en esa vida, no tendrían lugar.
—¡Buenos días, honey! —saludó su madre cuando lo vio en el marco de la puerta—. O buenas tardes, ya es mediodía.
—Déjalo, Rosa. ¿Lo trajiste ayer desde Texas y le reclamas que ande cansado? —alegó su tía Karina—. ¿Quieres almorzar, m'ijo? A tu prima Saira le queda muy bien el machacado con huevo. —Volteó a ver a su hija—. Ándale, corazón, ve a prepararle uno a Anthony para que lo pruebe.
La chica arrugó el entrecejo.
—Que se lo prepare él por levantarse tarde —sentenció.
Anthony largó un suspiro en medio de las reprimendas de su tía ante aquella actitud insolente.
—No importa, tiene razón —dijo en un español decente gracias a las lecciones de su madre (y por haber nacido en México en una vida pasada)—. Es mi culpa, debí levantarme a la hora del desayuno. Con permiso.
Delineó una sonrisa en sus labios y se marchó hacia la cocina. Supo desde el primer momento que ella estaba furiosa, y tras siglos de conocerla, optó por ceder antes de empeorarlo todo.
Pudo escuchar más regaños en la sala, a una joven reclamando, y después quejándose de dolor. Segundos más tarde, Saira entró a la cocina tocándose una oreja y maldiciendo entre dientes.
—Vete, solo vas a estorbar —le espetó.
Él no pudo más que gruñir.
—¿Sí sabes que es infantil descargar tu enojo conmigo? —se defendió, en una voz tan baja para que nadie pudiera oírlos, pero firme para evidenciar su molestia.
—¿Sí sabes por qué estoy enojada? —contraatacó.
—Me lo imagino.
—Entonces no entiendo tus reproches.
Anthony se acercó a ella hasta que solo unos centímetros los separaron.
—¿Crees que yo no estoy sufriendo también? ¿Que anoche pude dormir fácilmente?
Saira dejó de mostrarse hosca y se abrazó a sí misma, bajando la mirada. Él alzó su mentón con dedos suaves para verla a los ojos.
—Esto me duele tanto como a ti —continuó—, pero sé que podremos sobrellevarlo.
—Entonces aléjate —sollozó su alma gemela.
—¿Por qué?
—¡Somos primos! Mientras más convivamos, más difícil será aceptar que esta vez no podemos hacer nada.
—Será peor ignorar nuestros sentimientos.
—Intentémoslo...
—¿Acaso te escuchas? Mis vidas empiezan a tener sentido cuando te encuentro, sin importar que duela, ¿y me pides apartarme?
El silencio logró enfadarlo más.
—Como gustes. Soporta mi presencia un mes, y luego Saira y Anthony no volverán a verse.
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La siguiente es la vencida
RomansaSaira y Anthony se conocen en una fiesta organizada por sus familiares. O al menos, eso es lo que todos creen. Porque las almas de ambos llevan siglos buscándose y amándose. ~Historia escrita para el Concurso de San Valentín 2019~ ~¡Historia desta...