—Cuídense mucho en el camino de regreso, Rosa —lloró su madre, ahogándose en sus lágrimas.
La tía Rosa no estaba mejor.
—Y ustedes cuiden a mamá. El año que viene regresamos. A lo mejor Anthony se tarda un poquito más en volver, va a vivir en California y la universidad está difícil.
Saira casi se sintió mal por ellas al ver sus rostros hechos un desastre.
Casi.
Su propio tormento era más desgarrador. Pero ella guardaba sus lágrimas para un lugar más privado.
—Anthony —lo llamó—, antes de que te vayas quiero darte una sorpresa. Ven, acompáñame.
Tomó su mano y lo guió hasta su habitación, donde cerró la puerta con seguro. Cuando se supo a solas con él, se lanzó a sus brazos. El amor de todas sus vidas la recibió gustoso, como siempre lo había hecho.
De repente, una idea alocada pasó por su cabeza. Rodeó el cuello de Anthony con sus manos, lo acercó a ella hasta juntar sus frentes, y lo miró a los ojos. Rogó por que solo eso bastara para que la entendiera, y cuando él acarició sus labios con las yemas de los dedos, supo que así fue.
Poco a poco se acercaron, anhelando el momento. Pero apenas surgió el más ligero roce entre sus bocas, rompieron a llorar. No podía... no podían hacerlo.
Pero Saira estaba segura de que lo imaginaron. Lo recordaron. ¿Cómo olvidar una de las sensaciones más hermosas que conseguían compartir? Y de todas formas, los besos del otro yacían grabados en lo más profundo de sus almas.
—¿Entonces mi primer plan no fue tan descabellado después de todo? —dijo Saira en un intento por amainar el ambiente, recordando su plática de la noche anterior.
—No, amor. Pero no quería aceptarlo —admitió Anthony entre lágrimas—. Es mejor no volvernos a ver, al menos en esta vida.
—De acuerdo.
Él acunó su rostro entre sus manos.
—Sabes que esto no significa que me esté rindiendo contigo, ¿verdad? Que de haber podido luchar más, lo habría hecho.
Ella asintió enérgicamente. Luego repartió besos por toda su cara, excepto en un lugar prohibido.
—Siempre me lo demuestras —sollozó—. Te amo tanto.
—Yo también te amo, más de lo que te imaginas.
Enterró su cabeza en su pecho, aspirando su aroma por última vez, e igualmente para amortiguar sus horribles gimoteos.
—Tranquila, amor mío. Tendremos otra oportunidad —la consoló besando su frente.
—¿Y si resulta ser peor?
Anthony esbozó una pequeña sonrisa.
—No pienses así. Ten un poco de fe, tal vez la siguiente sea la vencida.
—Eso espero.
—Así será.
Besó sus manos, mejillas y su nariz con adoración. Le susurró mil veces más al oído que la amaba, y que no podía esperar el día en el que por fin se escribiera su felices para siempre.
El sonido de un claxon marcó el fin de su despedida. Se sonrieron una última vez, y Saira mantuvo juntas las piezas de su corazón hasta que vio, desde la ventana de su cuarto, cómo Anthony subía al coche que lo llevaría de vuelta a Estados Unidos.
Después de eso, pudo derrumbarse. Sin importar cuántas veces lo había vivido ya, el dolor nunca era menos.
Sufrió igual cuando los padres de sus vidas pasadas la mandaron al otro extremo del mundo para evitar que lo buscara; cuando lo vio morir infinitas veces por gritar a los cuatro vientos que estaba loco por ella; cuando los encarcelaron por haber sido descubiertos besándose...
Y cuando lo dejó ir por culpa de algo tan poderoso como la sangre.
Creyó sentir unas manos intentando levantarla del suelo, y a su madre pedir a gritos un té para calmarla, pero no podía estar segura con sus desolados lamentos de fondo, obstaculizando cualquier rastro de cordura en su ser.
Solo quedaba la solitaria espera, y cuando se encontrara de mejor ánimo, la ilusión de las últimas palabras de Anthony.
Quizás la siguiente oportunidad sea la vencida.
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La siguiente es la vencida
RomanceSaira y Anthony se conocen en una fiesta organizada por sus familiares. O al menos, eso es lo que todos creen. Porque las almas de ambos llevan siglos buscándose y amándose. ~Historia escrita para el Concurso de San Valentín 2019~ ~¡Historia desta...