Capítulo 4 ;

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"...It's between you and I..."

Las calles del frío Sheffield estaban húmedas por la reciente y potente lluvia que había cesado hace menos de media hora, un medio cigarrillo era prisionero de mis labios mientras que mis botas negras salpicaban agua sucia con cada rápido paso que daba, mis friolentas manos no salían de mis cálidos bolsillos al igual que mis ojos estaban perfectamente centrados en el camino no teniendo la necesidad de desviar la mirada. El trayecto se me había hecho eterno, pero finalmente había llegado a mi destino.

Veloz, me adentré a la acogedora tienda de vinilos y busqué con la mirada aquel lindo afiche para luego dirigirme con cierta emoción a la empapada ventana dónde éste se encontraba pegado. Lo leí, una, y otra, y otra vez, no podía creer que faltaban menos de dos días para que fuera realizado tal esperado concierto. Lo que significaba que el cantante ya se encontraría viajando a la ciudad, a menos que ya se encontrara en ella.

—¡Alex, cielo!— Oí a mis espaldas una ya conocida pero fastidiosa voz aguda. Con pesadez di un pequeño giro en mis botas para encontrarme con su perfecta sonrisa de oreja a oreja.

—Adrienna, ¿qué haces aquí?— Pregunté sorprendido, la italiana acercó sus voluminosos labios a los míos para dejar un suave beso en estos.

—Tenía pensado comprarte un regalo, cielito, pero como veo que ya estás aquí puedes elegirlo tú mismo.— Informó aún sonriente. Mis ojos se entrecerraron mientras que una mueca invadía mi rostro, era demasiado bueno como para no tener algún típico truco de Adrienna.

—Oh, bueno, aún no tengo un tocadiscos.— Hablé mientras rascaba algo incómodo mi nuca.

—De eso no te preocupes, ven.— Tomó mi mano y me arrastró a un lugar de la tienda donde se encontraban un sinfín de tocadiscos rojos, negros, azul eléctrico e incluso uno con diseño de cuadrillé.

—Adrienna, el precio de estos están arriba de los docientos dolares.— Miré de reojo el pequeño papel con números negros que se encontraba frente a cada objeto.—  ¿Estás segura de esto?

—Sí, tengo esto.— De su cartera rosa de Victoria Secret sacó una tarjeta de crédito la cual reconocí al instante. Era la mía.

—Adrienna, no.— Solté un pesado suspiro mientras frotaba fuertemente mis sienes.

—Oh, vamos, Alex.—

—Adrienna, he dicho no.—

—Vaaamos...—

—¡No, maldita sea, no!— Grité haciendo que la peliroja me mirara con temor. A paso apresurado me dirige a la puerta de salida cuando un chico poniendo discos nuevos en uno de los estantes llamó mi atención.

—Deme uno, por favor.— Hablé apresurado luego de observar por cinco minutos aquel cd que se encontraba entre mis manos. Cinco dolares salieron de mi bolsillo y seguí con mi camino hacia la salida.

Una vez afuera, un violenta frío hizo que mis piernas temblaran ligeramente.

—Si estoy afuera de la tienda de vinilos, debe estar por allá.— Comenté para mi mismo mientras apuntaba con mi dedo indice la dirección que consideraba correcta. Luego de caminar exactamente dos calles pude encontrar aquella linda cafetería en la cuál se había basado mi adolescencia, con el único detalle que Rossie Tates ya no estaría para darme mi orden para luego charlar de mi día en la escuela.

Una lástima.

Una vez dentro del lugar, escogí la solitaria mesa para dos que se encontraba frente a la ventana, pedí un té de limón a la chica de bata blanca y esperé pacientemente.

—Le falta azúcar.— Hice un gesto extraño mientras que con mi lengua saboreaba mejor el liquido caliente que reposaba en la brillante taza, miré mi mesa pero en ésta sólo habían servilletas, la mesa de al frente la cual era ocupada por un hombre de cabello cortísimo y abrigo negro -el cual no había notado al entrar- tenía un pequeño frasco con lo que obviamente era lo que buscaba.

Con cansancio, me levanté de mi asiento y me dirige al hombre.

—Disculpa, ¿podrías darme el frasco de azúcar, por favor?— Pregunté amablemente mientras miraba con atención el libro que cubría todo su rostro. Charles Baudelaire, un libro antiguo, era poesía.

—Por supuesto.— Dejó el libro en la mesa y me miró con una sonrisa. Era el.

Su rostro seguía igual sólo que ahora su barbilla y mejillas eran cubiertas por una leve capa de vello facial, su cabello, sus facciones, sus delgadas y perfectas manos.

—Qué gusto me da verte por aquí, Alex Turner.— Esa sonrisa no parecía querer irse de su rostro. No pude emitir palabra alguna por lo que Miles rió.

—Vaya, veo que has comprado uno de mis álbumes.— Ladeó un poco su cabeza mientras dirigía su mirada al bolsillo de mi abrigo, dónde sobresaliente estaba el cd que había comprado en la tienda.— ¿qué te parece?

—Acabo de comprarlo.— Mi temblorosa voz hizo notable mi nerviosismo, por lo que rió nuevamente.

Una descontrolada peliroja por el otro lado de la ventana logró llamar la atención de ambos.

—Adrienna.— Solté con pesadez.

—¿Es tu novia, Al?— Preguntó con sarcasmo.— Creo que debería presentarme.— Sonrió coqueto mientras acomodaba la blanca corbata que descansaba en su camisa negra. Mis ojos se abrieron completamente.

—Esto queda entre tú y yo, ¿me oíste?— Le apunté amenazante con mi dedo indice mientras éste me miraba cómplice. Frustrado y con ganas de vomitar salí de la cafetería.




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Bad habits ━ Milex.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora