1-. La carta.

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Mi madre volvía a discutir con el casero.

Cierro la puerta de mi habitación y me tumbo en la cama, soltando un sonoro bufido.

No aguantaba más toda esta historia, las ganas de bajar y darle un enorme guantazo al hombre eran insoportables y a la vez tentativas.

Mi madre no se merecía nada de lo que le había pasado en la vida.

Cuando era pequeña, sus padres murieron en un accidente de avión y fue enviada a un orfanato; para cuando alcanzó la edad suficiente,  la echaron y se dedicó el resto de su vida a trabajar como camarera, viviendo de las propinas que la dejaban los hombres cuando se ponía un escote más pronunciado y las abuelillas cuando las ponía un poco más de café.

En cuanto a mí, solo soy una pieza, que hunde más a mi madre en la maldita miseria. Nací un 8 de Octubre en una comisaría, si en una comisaría, porque cuando mi madre dio a luz, estaba en pleno ataque de histeria, (probablemente por eso nací antes de lo previsto) debido a que se había encontrado el coche sin las cuatro ruedas y con los cristales rotos.

En referente a como nací, no voy a dar detalles, simplemente fui resultado de una noche en la que el alcohol se des pasó mas de lo debido; mi madre pasaba otra noche hundiendo sus penas en alcohol y un tal Ashton se le presentó. Como dije, no voy a dar detalles. El caso es que mi padre desapareció a la mañana siguiente.

El día en que nací, se presentó en casa, mi madre no le dejó verme, por razones obvias, pero me dejó un regalo; un anillo inservible y horrible que por alguna razón nunca me quito, es negro, con una piedra azul en el medio y mi inicial grabada 'T'. Por detrás tiene una inscripción pequeña, 'Hemingway' que no se que narices significa.

Ahora apenas tenemos dinero para mantener el alquiler y el propietario viene a darnos el coñazo todas las semanas; vivimos en un apartamento que se cae a trozos más viejo que la propia revolución francesa, en el barrio pobre de San Francisco. Mi habitación se basaba en un sofá tapizado con flores, medio roto, un pequeño armario con el mismo tapizado y una cama tan pequeña que se me salían los pies cada vez que me tumbaba; respecto al suelo, era un parqué que crujía a la mínima que lo rozabas y que despertaba a toda la comunidad cada vez que caminabas.

— Thalia, ¿no piensas ir a clase?

Mi madre sobresalía por el umbral de la puerta.

Me incorporo de la cama y suspiro cansada.

— ¿Que pasa esta vez mama? — frunzo el cejo, esperando una buena noticia.

Me acaricia el hombro y me mira apenada, odiaba cuando hacia eso, parecía débil e incapaz de hacerle frente a la situación, cuando en realidad si que podía y había sido fuerte toda la vida.

— Tengo hasta final de mes para pagar las deudas, si no… bueno ya lo hablaremos, ¿vale? — me sonríe, aunque yo sabía que esa sonrisa, era totalmente falsa.

— Mama, esto te pasa por empeñarte en hacerme entrar en 'Bridgemont'— arrugo la frente— me podía haber apañado perfectamente en una escuela pública normal, además para lo que es la gente…  — rodo los ojos, molesta, me caían fatal, estaban hechos todos unos cursis en clase 'sénior' que vivían de sus yates y sus ponis y luego estaba yo, que no me podía pagar ni la pasta de dientes.

Mi madre se había gastado todas las propinas y el dinero recaudado a lo largo de su misera vida, en esa escuela privada de alto nivel.

— Lo primero es tu educación Thalia, pero para eso, ya te quiero ver volando para clase— dijo sonriéndome.

— ¿No puedo pasar ni un día aquí, sin que los cursis me miren y cuchicheen sobre mi? — pregunté con indignación, abriendo el armario de mala gana y sacando el maldito uniforme, que se basaba en una camiseta básica blanca y una falda más corta que yo que sé que, a cuadros.

HEMINGWAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora