Elder Thomson

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Jalo aire repetidas veces, no podía más, el corset me estaba apretando las costillas, intento jalar unas cintas por encima del vestido pero eso era imposible, me remuevo de mi lugar y gruño al dolor de no poder respirar

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Jalo aire repetidas veces, no podía más, el corset me estaba apretando las costillas, intento jalar unas cintas por encima del vestido pero eso era imposible, me remuevo de mi lugar y gruño al dolor de no poder respirar. Después del anuncio del matrimonio de mi prima Liana, mi nombre estuvo en boca de toda la aristocracia, fue difícil las primeras semanas, sin contar que mi madre estaba apunto del colapso y el que ordenara que me apretaran el corsé era señal que está noche planeaba algo ya que daríamos de nuevo la cara ante la sociedad.

—No te quiero ver sin hablar con alguien — dice mi madre— ¿¡Me escuchaste Elyfer!?

Suelto un pequeño suspiro con poco aire — Si madre....

Recitales, almuerzos, fundaciones de caridad etc, era lo que mi madre me obligaba a ir con ella y su frase era; Una dama con honor jamás demuestra como esta en realidad, oculta tu pena con una sonrisa.

El carruaje se detiene y eso significa solo una cosa: Sufrimiento por más de tres horas.

— Vamos Elyfer — dice mi madre con despectiva.

Las ganas de vomitar me invaden, me sacudo el vestido en cuanto bajo y ruedo los ojos ante el color pistache del vestido, estaba segura que parecía una manzana o un pastelillo solo faltaba traer en la cabeza una cereza como sombrero.

— ¡Camina más deprisa!— ladra mi verdugo.

No sé qué era peor, si estar rodeada de un sin fin de gente que murmuraba en cuanto pasaba a lado de ellos o seguir las ideas de mi madre. Sin contar que todo eso se me hacía una falsedad, todas las familias de buena posición peleaban por que sus apellidos se hicieran escuchar y sobre todo destacar para la familia real, para un título importante, lo que mi madre deseaba con el alma.

Forme una sonrisa en mis labios en cuanto entramos al auditorio, la gente nos niega el saludo como las chicas menores y claro casadas o comprometidas soltaban pequeñas risitas al entender muy bien su burla ante mi situación, apresuro el paso para llegar por una maldita vez a mi lugar.

— ¡Kathein Mazharoglu!

Una voz femenina grita emocionada bloqueándonos el paso, me hago aún lado cuando saludan a mi madre, una mujer no mayor a los cincuenta.

—Querida Vanna — corresponde el saludo — ¿cómo has estado? ¿Tu familia, tus hijos?

Observo a mi alrededor viendo que más de la mitad de la gente ya estaba tomando asiento y el primer llamado se oye, vuelvo la mirada a las dos mujeres mayores que se están poniendo al corriente de sus vidas, me pongo de puntitas para que mi madre me mire y pueda llamar su atención, segundos después me mira y le intento dar una sonrisa tierna para que no se enoje.

—Me voy adelantando a mi asiento, te veo...

Me interrumpe.

— Elyfer — me tomó de la mano y me impide huir — Vanna te presento a mi hija.

— Un gusto querida — me planta un beso en cada mejilla — eres preciosa — me admira de pies a cabeza sin dejar de quitar aquella sonrisa de sus labios — ¿Y tú marido?

Un silencio se hace presente, intercambio mirada con mi madre y la sonrisa que ella tenía desaparece al instante tensando su mandíbula.

— No, no estoy casada — bajo un poco la mirada.

Otro silencio

—Oh no pasa nada, querida — me tomó del brazo con confianza — Yo me casé a los veintinueve y estoy segura que tu no llegas a esa edad.

La segunda llamada para el inicio del recital suena en el altavoz.

— Señoras — se nos acerca un edecán — Por favor podrían tomar sus asientos, el recital está por iniciar — nos cede el paso para ir cada quien a su lugar.

— Por supuesto — dicen en una sola voz mi madre y su amiga.

Corro apresurada y espero que mi madre no diga nada o me culpe por lo sucedido. Entro al balcón, tomando asiento lejos de mi madre pero eso era casi imposible al tomar asiento a mi lado y el teatro queda en oscuridad.

—Te mintió.

Alzo la vista y no entiendo su comentario — ¿eh?

—Vanne, no se casó a los veintinueve — se echa aire con el abanico — se casó a los dieciocho y fue muy cortejada por muchos caballeros en esa época.

—Pues qué amable de su parte. ¿No?

Me lanza una mirada fría y dirige su mirada al escenario manteniéndose erguida. Unos reflectores alumbran el escenario, los aplausos se oyen y un caballero se inclina hacia el público segundos después tomó asiento frente al piano al iniciar una melodía.

La orquesta lo sigue y de inmediato el salón se llena del sonido de todos aquellos instrumentos. Bajo la mirada al folleto y leo el nombre de aquel pianista "Serguéi Rajmáninov".

—Nada mal pero nadie igual como Ludwing Van Beethoven — susurran detrás de nosotras.

Esa voz me era familiar, miro por encima de mi hombro y sonrió al instante que veo a mi hermano.

—Kadir — pronuncio en voz baja.

Me abraza por detrás y besa mi mejilla — Ya estoy aquí — habla tan bajo para que mi madre no lo escuche.

Le tomo la mano la cual está sobre mi hombro, evitando que se aparte de mi — gracias.

— Por el amor de Dios nos están mirando Elyfer — me pega en el brazo con el abanico, obligando a que suelte a Kadir de una vez por todas.

— ¡Madre, qué hermosa estás! — la elogia y toma asiento a su lado — Te eche mucho de menos — dice antes que ella pueda decir algo, besa su mejilla.

—Kadir hijo mío — ríe mi madre, y su mal humor se había esfumado.

Kadir era mayor que yo y por supuesto estaba casado, tenía una hija de dos años llamada Saril y claro era la debilidad de mi madre como lo era Kadir, casi muere al enterarse que su hijo no viviría en el mismo país que ella pero su consuelo es que la venía a ver cada dos meses.

La melodía del piano sigue y ahora estaba más tranquila sin duda alguna, mi hermano estando aquí era señal que mi madre se calmaría un poco con el tema de tener una hija sin matrimonio. Miro hacia los demás palcos y me encuentro con la mirada de aquella mujer que fue gentil conmigo.

—¿No es de buen parecer?

Dudo al comentario de mi madre y sigo su mirada más a la derecha. Dos niños de edad no mayor a los diez años de buen parecer algo que me hizo sonreír divertida.

— Madre son unos niños.

— En la última silla Elyfer.

Mi vista se encuentra con un caballero y el peculiar corbatín verde oscuro que lleva hace que se algo demasiado novedoso, sus ojos negros se encuentran con los míos y aparto de inmediato mi mirada de él, raspa la garganta mi madre la cual se que espera que responda.

—Se ve muy joven...

—¿Acaso eso importa?

— Pues tú has dicho que...

—Los de tu edad están casados o a punto de casarse. Elder Thomson no es tan joven como se ve.

— ¿Qué edad tiene?

—Diecinueve, apunto de cumplir veinte en dos semanas.

ElyferDonde viven las historias. Descúbrelo ahora