Capítulo 4.

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-Nos alegra tenerla en esta compañía- El pequeño divagó una sonrisa nerviosa y subió con su dedo índice las anteojos de marco negro- Este lugar fue fundado por...-Blah,Blah,Blah...que aburrido...

Fingí escuchar lo que decía mientras miraba los innecesarios y baratos cuadros que decoraban los pasillos de vez en cuando.

-...Este es el comedor...- señaló con su mano un blanco y limpio espacio que aportaba una heladera reluciente, unas mesadas de mármol blancas con puertas incluidas, un lavaplatos y la inigualable cocina.
También incluía electrodomésticos como microondas, cafetera, tostadora y otras cosas que a nadie le interesa.
Y en el centro se hallaba una mesita redondeada con dos sillas muy comunes, pero bonitas.

Sin lugar a dudas, mi espacio favorito en una casa. Y este en particular era muy limpio y hogareño.

-Esta es su habitación...-Abrió una puerta marrón bastante anticuada y me dio espacio para que viera, mirándome fijo; esperando que hiciera algo en señal de aprobación.
Miré rápidamente y me sorprendí por el delicado decorado que la habitación tenía.
Asentí satisfecha y el muchacho de lentes suspiró bajo; liberando un poco de la tensión que tenía.

Tenía una sonrisa encantadora e inocente. Era muy bajo; y daba la impresión de ser uno de esos hombres que son tímidos, pero por dentro desbordan de ternura y amabilidad.

A pesar de que hable demasiado de cosas que ni me interesaban de la agencia; no parecía un mal muchacho.

Pasamos por otros lugares menos interesantes; hasta llegar a una puerta  negra con una estrella grande colgada, que decía "Sala de reuniones".

El enano se apresuró a levantar sus lentes de nuevo.

-Aquí es dónde...

-...Surge la magia- Dije casi sin pensar, mirando fijamente la puerta.

-¿Eh?- Dijo con una sonrisa tierna y confusa entre sus labios. Miró de nuevo la puerta, ya que no tuvo respuesta volvió a hablar- Aquí es dónde usted y Bangtan se juntan para hablar temas importantes o anunciar algo. También para hablar por separado con un integrante por...-

Si, si niño. ¡Deja de hablar!

Tomé el picaporte dorado y giré de este para entrar a la pequeña habitación; dejando al niño de lentes solo.
Cerré la puerta detrás de mi y con pisadas firmes y ruidosas (Que, por cierto, eran de unos zapatos prestados de la agencia; ya que vieron que mi taco estaba roto, haciendo que me den unos zapatos altos y de un blanco brilloso) y vi de reojo como siete jóvenes de mi edad, algunos más y otros menos, se dispersaban por la habitación como si fueran cucarachas, formándose como niños de preescolar, en una fila; mirándome todos con atención y un poco de miedo.

Coloqué una mano en mi cintura y me paré recta enfrente de ellos. Miré seria a cada uno de izquierda a derecha.

El primero, de pelo rosado y abierto como un libro, creí que sería el líder, tenía toda la pinta de niño serio y responsable. No tendría problemas con él.
El segundo ya lo conocía; el Conejito.
Por lo que había visto parecía ser el menor, su personalidad era un problema; Demasiada bipolaridad. Es como una caja de sorpresas; no sabes que va a tocarte.
El tercero me daba muy mala espina; Su cabeza estaba levantada y me miraba directamente a los ojos. No iba a lograr nada; porque si hablamos de intimidación yo estaba ganando. Sin embargo, conocía muy bien a ese tipo de personas. Iba a ser un jodido dolor de trasero.
El cuarto parecía mi abuela. Tenía una mirada tan amorosa y cálida.
De vez en cuando me miraba a los ojos y me sonreía, el resto del tiempo codeaba de forma "disimulada" al de su derecha.
El codeado era un pequeño de pelo castaño y alborotado que me sonreía como un gatito necesitado (¿Aquí todos tienen sonrisas de animales?).
Me repugnaba porque ese tipo de personas eran lo más tóxicas del mundo. Esos chicos que solo miran a una mujer para tocarlas, ilusionarlas y largarse victorioso. Pero, si miraba sus ojos con atención, había una chispa de dolor bastante oculta. Supuse que sería mejor no pasar tiempo a solas con él...
El sexto era un niño, no por su cara blanca y suave, si no por su estatura.
Un pequeño rubio de cabellos muy alborotados, como si se hubiese despertado hace cinco minutos, miraba sus pies y relamía sus labios. Cuando por fin clavó sus ojos en mí, se ruborizó y comprendí.
Era de esas personas que son una bola de ternura. Pero dentro de esa bola siempre hay algo oscuro que quieren ocultar.
Con él será difícil hablar...
Suspiré y posé mis ojos en el séptimo, el último.
Traté de disimular mi sorpresa y solo me digné a morder mi labio inferior para detener cualquier palabra que seguramente soltaría sin pensar.

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⏰ Última actualización: Mar 06, 2019 ⏰

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