is where my demons hide

1 0 0
                                    

Ania subió los peldaños de la entrada principal de su casa arrastrando los pies.

Se sentía como si le hubieran absorbido el alma, no por nada, camino a su casa casi había chocado con 25 peatones, 2 bicicletas y 6 carros (4 de ellos taxis) , estaba agotada física como mentalmente. Y furiosa, estaba furiosa con su resucitado ex compañero de clases Jacob McLean.

Ella había aceptado el trato, que aquel conocido y nuevo joven a la vez le había ofrecido. Solo quería una vida en paz, Ania tenía demasiados sueños en mente como para envolverse con problemas del mundo paranormal, si es que eso es lo que había vivido hace unas horas.

Quería ganar la competencia estatal de esgrima, seguir sacando las buenas notas que hasta ahora eran su mayor orgullo y más adelante en un futuro, terminar su bachillerato y empezar con la carrera que ella siempre había deseado; ser una reconocida bióloga marina, todo eso no podía incluir a Jacob.

Ella misma sabía que sonaba muy egoísta de su parte, se había encontrado con su ex compañero en un estado deplorable, delgado, demasiado delgado, con el rostro demacrado por lo que aparentaba mala nutrición, sucio y con una melena ondulada rubia que le llegaba hasta los hombros que a esas alturas parecía más castaño que rubio y sus ojos antes de un azul cielo brillante ahora se veían apagados, sin fuerza. Todo eso lo veía pero también había visto como esos ojos azules se tornaban de serpiente, dorados, y esas manos delgadas y de apariencia frágil se volvían mortíferas y su fuerza se incrementaba hasta tal punto de poder detenerla, cosa que no sería extraña si no tuviera la desnutrición en su contra.

Dio un respingo al ver cómo se abría la puerta de su casa y ante ella una mujer muy hermosa de unos 40 años, salió de entre las sombras del interior de la casa.

Ania no pudo evitar tragar saliva. Nunca pensó que su madre llegara tan temprano de trabajar sobre todo el día en el que había llegado a su casa como una andrajosa después de una pelea callejera.

La chica sonrió con nerviosismo a forma de saludo, mientras los ojos azul grisáceo de Elma Turner miraban a su hija con escepticismo, atisbó cada centímetro de ella para averiguar en qué tipo de problema se había metido.

-¿Qué pasó?-su voz firme y acusadora de detective privado hizo que la chica se encogiera en su lugar, ella odiaba mentir a sus padres pero no es que le quedara de otra y aunque era medianamente mala con las mentiras aun así debía mantenerla en esta ocasión a cualquier costo, no involucraría a sus padres con un loco resucitado.

-estaba llegando tarde a mi clase de deportes, el profesor avisó muy tarde donde sería la clase así que tuve la maravillosa idea de que podría llegar más rápido si hacía unos cuantos trucos de pakour que vi en you tube , no me salió muy bien la jugada- admitió la chica tratando de hacer una mueca de vergüenza.

-¿cómo se te ocurre hacer eso?-amonestó la mayor observando con severidad a su hija, aunque en un pestañeo la furia se fue- ¿pero estás bien? ¿la escuela no me llamó en lo absoluto? – "Rayos" maldijo la pelinegra en su cabeza, su madre había empezado con su actitud "mamá oso", la mirada de inspectora se había ido y ahora solo estaba ella, su madre, cosa que agradeció la chica.

-no era nada grave solo un gran raspón en el brazo por eso me pusieron medicamento y la venda –en parte no era una mentira tal vez no era un raspón sino un rastro de garras, pero aunque odiara admitirlo Jacob McLean había hecho un trabajo estupendo, el brazo ya no le dolía

-¿y tú mochila cariño?- preguntó su madre mientras le daba un beso en la coronilla y le hacía un ademan para que pasara.

-La deje en la enfermería, le pedí a la enfermera que si me hacía el favor de cuidarla, mañana la voy a recoger-otra mentira la había dejado abandonada en el salón de clases de ciencias antes de salir corriendo por su proyecto.

Jacob Mclean. [HEREDEROS PERDIDOS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora