Capítulo cinco

1.1K 98 14
                                    

Los días para la Hyuga habían sido devastadores. Su corazón desbordaba tristeza y melancolía cuando antes solo era amor. Nadie de los que vivía con ella se percataba de la situacion ya que ella trataba de actuar lo más normal posible.

Pero un corazón roto nunca pasa desapercibido.

Hanabi había llegado de visita. Al parecer era la única que sonreía en el reino, ya que cuando vio a Hinata supo que nada estaba bien.

Cuando Hinata lloraba, diamantes caían por sus tersas mejillas. Y cuando la menor vio su cuarto vio una montaña de aquella joya preciosa. La castaña tomo a su amiga y la llevo al jardín del palacio para poder hablar mejor.

— Oh cielos, Hinata estas muy mal. - afirmó Hanabi sentándose al lado de ella en una de las mesas de jardín.

— Estoy bien pequeña Hana. No es nada.

— Hay diamantes para regalar en tu habitación Hinata. Esto no esta malditamente bien. Necesitas decirle a Naruto todo aquello.

Hinata se aterrorizó con la idea. No sabía como reaccionaría el rubio con la historia de fantasía que ella le plantearía. ¿oh que tal si él ya tenía a alguien más? esa idea le hizo revuelto en el estómago.

— N-no es necesario decirle aún. Estaré bien, solo que aún duele un poco.

— ¿prefieres destruirte y él que esté como si nada?

La azabache no contestó. Ella haría lo que fuera por el amor de su vida. Así lo juró ella aquel día.

Ambas comenzaron a conversar tratando de dejar el tema de al lado cuando uno un lacayo las interumpio. Había llegado una visita sin avisar y debía ser atendida.

— ¿quién es? - había preguntado Hinata. Pero el invitado ni siquiera le había dicho su nombre.

Cuando Naruto llegó al palacio del reino de la luna sintió mucho frío. El lugar parecía en lugar de ser de plata parecía de hielo. Todo totalmente impecable y sin ningún caos alguno.
Podía observar su reflejo en cualquier lugar, y al parecer era lo único llamativo de este. El lugar carecía de luz y vida.

Algo lúgubre pensó Naruto.

Cuando el lacayo pidió su nombre para ser anunciado, el rubio no se lo dio. Tenía miedo de que ella no lo recibiera por alguna extraña razón. Solo tenía en mente el día de la fiesta y la manera en la que huyó de él.

El rubio se encontraba nervioso ¿qué le iba a decir? ¿hola? nunca pensó en realidad a que venía, solo deseaba verla en persona. Por que en sueños ya no era tan gratificante, deseaba conversar con ella y escuchar su dulce voz — aunque en su sueños hubieran hecho algo más que conversar—

Al llegar a la entrada el corazón de Hinata se aceleró a mil por hora. No podía creer que Naruto estuviese en la luna o peor, en su casa. Mientras tanto el rubio no podía creer lo hermosa que era la ojos de perla. Lucía un vestido de seda lila que dejaba mucho a la imaginación un escote voluptuoso. Con dos tirantes que parecían un chiste, sus senos eran preciosos. Su piel era radiante y cremosa, digna de semejar a la luna misma. Y que no decir de su largo y sedoso cabello y los ojos que no lo habían dejado dormir en días. Con solo verla su miembro estaba erecto y listo, Naruto trató de alejar ese sentimiento.

Hanabi cuando vio la situacion se marchó del lugar, no quería interferir con los pendientes de aquellos dos, susurró un suerte y se fue.

— ¿Qué haces aquí? - preguntó Hinata con desagrado.

— Hola. También es un placer. ¿No deberías tratar a tus invitados de manera cortés?

— Mis invitados se anuncian y vienen con anticipación. La puerta está por allá, gracias.

Hinata estaba a punto de abandonar el lugar cuando Naruto la tomo de la muñeca. Una sensación de electricidad recorrió el cuerpo de ambos. Estaban tan cerca que Hinata juró que Naruto escucharía su corazón.

— Lo siento. No debí de venir sin ser invitado. Yo también odio las visitas inesperadas. Pero demonios ... necesitaba venir aquí y no lo se. Hablar contigo.

— N-naruto ... no tenemos nada de que hablar. — una pequeña lagrima rodó por su mejilla y al caer se convirtió en diamante.

Naruto observó aquello y sin que la ojiperla se diera cuenta guardo la joya en su bolsillo.

Hinata se soltó de su agarre y comenzó a caminar lejos de él. No quería llorar y decirle toda la verdad, aún no. No quería sufrir más.

En cambio Naruto, corrió hasta alcanzarla y la estrechó contra él en milésimas de segundo.

— Tienes razón, no tenemos nada de que hablar. Cuando podemos hacer otras cosas.

Y la besó.

Un beso suave y pacífico. Ambos se dejaron llevar por un segundo eterno. Cuando se separaron, Naruto tuvo que irse, no podía creer lo que acababa de hacer. Sin querer había aliviado un poco el corazón de la joven.

El sol y la luna |NaruHina|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora