Cap. 1.

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"Tal vez llegue un poco tarde. No me esperes. Ve al colegio temprano. Nos vemos cuando vuelvas, estudia mucho y pásatelo bien. Te quiero"

A veces me siento un poco sola. Sobre todo cuando Ezra me manda estos mensajes a las 7 de la mañana de un martes excusándose para que no me alarme si no le encuentro en casa para desayunar. Creo que mi  tío nunca se va a acostumbrar a esto de tenerse que hacer cargo de mí, cosa bastante normal teniendo en cuenta que tiene 27 años y casi no se  puede hacer cargo de él mismo. Pero es bueno, y hace lo que puede. Fue uno de los primeros en su universidad, y en cuanto acabó le contrataron en una multinacional. Trabaja mucho, pero le encanta lo  que hace. No puso problema cuando hace dos años su sobrina de 15 tuvo la necesidad de ir a vivir con él porque su madre murió y su padre alcohólico intentó abusar de ella. Le aprecio mucho por ello. Ahora con 17 estoy bien, Ezra se encarga de ello. Mi padre se fue al otro lado del país cuando me fui de casa, y no he vuelto a saber de él. Espero que eso siga así.

Me levanté de la cama e hice mi rutina mañanera. Lo típico que hace cualquier adolescente normal. Cuando terminé de desayunar, me lavé los dientes, cogí mi mochila, las llaves, y salí de casa. Hoy me apetecía hacer el trayecto en  bicicleta, así podría pasar por un café para llevar. Finalmente entré al instituto bastante puntual. Me dirigí a la primera clase del día.

Al llegar a mi pupitre sentí un pequeño escalofrío en la nuca, lo que significaba que alguien me estaba observando. Giré lentamente la cabeza acompañada de un movimiento suave de cuello, analizando cada uno de los espacios de la clase, y finalmente me topé con unos tímidos ojos avellana.  Divisé la cara de aquel chico, que llevaba mirándome así cada vez que entraba desde hacían ya al menos dos semanas. Hubo un pequeño gesto diferente ese día: no apartó su mirada como de costumbre, de hecho las comisuras de sus labios se elevaron unos cuantos milímetros. Parecía que estaba de humor y se había llenado de valentía esa mañana. Asentí en su dirección con una sonrisa mucho más segura que la suya dibujada en mi rostro, y comencé a sacar mis útiles escolares de la mochila mientras pensaba en ese acto de coraje por su parte.

Conocía muy poco sobre Lukas, esa persona que me daba a entender todas las mañanas que ocupaba un pequeño espacio en su mente al  entrar por la puerta del aula. Él era Canadiense, y había estado viviendo en muchos lugares antes de vivir en mi ciudad. Llegó al instituto un par de años atrás, y siempre estuvo bastante vinculado con los "populares" aunque no creo que pueda definirlo como uno de ellos. Lukas es ese tipo de personas que no cuenta demasiado sobre sí mismo a menos que estés interesado en que se explaye en sus historias. Si no es el caso, te contará muy por encima las cosas más básicas de sus 17 años de vida. He hablado muy pocas veces con él, pero siempre se ha mostrado amable y simpático conmigo. No es nada feo, pero simplemente creo que no seríamos una relación viable.

Mi clase de ciencias pasó rápidamente mientras yo hacía garabatos en mi cuaderno, ya que este profesor era de esos a los que les importaba una mierda lo que hicieran sus  alumnos en clase. Yo era una alumna aplicada y sacaba buenas notas, aunque eso no  impedía que de vez en cuando pudiera pasar de los estudios. El timbre sonó y todo el mundo comenzó a salir al  pasillo para dirigirse a su siguiente clase. Me tocaba Historia. Llegué al aula y me senté mientras sacaba todos mis apuntes, en esa materia si que debía escribir. Tras media hora de explicación, la puerta se abrió bruscamente y un chico entró sin siquiera preguntar. El profesor increpó su retraso, pero él simplemente le contestó un casi inaudible gruñido mientras se dirigía a una mesa cualquiera, dispuesto a no hacer nada para justificarse. Creo que Alex Brown era la única persona capaz de hacer eso de todo el instituto, pues le daba exactamente igual ser el centro de atención o pasar como un fantasma por las paredes. La única filosofia que tenía era el deber de vivir su presente como  si  se le estuviera agotando el mañana, lo que se traducía en fiestas, suspensos, rebeldía y alcohol. Era muy raro verlo allí un martes a las nueve de la mañana, nunca llegaba antes de la cuarta hora, si es que se dignaba a aparecer.

Posó fugazmente su mirada en mi dirección, y me fijé en que aquel día  iba particularmente guapo. Sus ojos color océano resaltaban bajo sus gruesas pestañas y su frondosa cabellera negra más que nunca, mientras que aquel conjunto de camiseta con pitillos negros y converse hacía que su cuerpo casi escultural estuviera muy presente. Observé como jugaba con sus pies durante un rato, pero luego volví a sumergirme en mis apuntes. 

La mañana pasó tranquila y sin nada destacable, casi como cualquier día. Finalmente tocó el timbre que indicaba que era hora de comer, así que tras un suspiro de aburrimiento profundo me dirigí a la cafetería para encontrarme con Anne, una de mis mejores amigas. Anne es de esas personas que visten colores pastel y toman fotos a sus pumpking lattes de starbucks. Aún así es lo que más quiero en este mundo, siempre está ahí, pase lo que pase. Sus padres trabajan en una importante empresa inmobiliaria y son prácticamente la familia perfecta. O al menos lo serían si  no fuera  por su hermano, Austin, un año mayor que ella. Anne no  solía hablar de él, y si lo hacía, se limitaba a decir que era una causa perdida. A mí, que me conoce desde hace 10 años, nunca me ha dicho la razón de su partida, simplemente parece que se esfumó de la nada sin siquiera decir adiós. Algún día le preguntaré por ello. 

Me siento a su lado y comenzamos una conversación trivial. Ella me habla de sus pruebas para seguir en el equipo de animadoras, (porque cómo no, tenía que ser animadora), y yo le respondo con algún gruñido en señal de que la estaba escuchando mientras observo a la gente de la cafetería. Un pelinegro sumergido dentro de un libro aparece en mi vista y reparo en él por un segundo. ¿Qué estará leyendo tan interesado? No leo el título desde aquí. Tal vez podría preguntárselo. No, vaya tontería, sería una situación muy extraña, ni siquiera nos conocemos. 

- Heeey, morena, ¿me estás escuchando? - unos dedos chasqueaban delante de mis ojos. La verdad es que no la escuchaba.

- Eh, perdona, ¿qué decías? - contesté ciertamente aturdida. No me había enterado de nada.

- ¿En qué piensas tanto últimamente? Parece que estuvieras todo el rato en las nubes. Te decía  que el viernes hay una fiesta en casa de Lauren, y estamos invitadas, así que busca  un modelito mono, porque vamos a ir.

None of usDonde viven las historias. Descúbrelo ahora