—Más té, William —ordenó ambicioso el duque Zacarías, o como todas las doncellas del reino lo conocían, el hermoso duque de Carpatania. El infeliz mayordomo accedió y se retiró a la cocina.
En cambio, el duque disfrutaba de la "preciosa vista" que se encontraba en su jardín.
Aproximadamente unas veinte chicas, de edades entre 16 y 18 años, estaban desnudas sobre el cuidado césped del jardín del duque posando, como si fuesen maniquíes vivientes. Todas atadas de muñecas a cadenas que se ajustaban a la tierra.
Esto causaba mucha diversión al duque. Cualquiera que lo viera le cuestionaría y reprocharía, pero el duque no las obligaba, en cambio, ellas lo hacían por voluntad propia. Ya que, para ellas el simple hecho de que el duque las viera al menos unos segundos al día, les provocaba una gigantesca excitación.
—He traído el té —avisó de manera seria el mayordomo del duque, colocando la tetera a un lado de la mesa de descanso que adornaba el jardín. Mientras servía la bebida, miraba de reojo la mirada lasciva de su amo dirigida hacia esas mujeres-. ¿Se encuentra bien?
El duque lo miró con emoción. De esa emoción cuando uno tiene en mente un plan y sabe que se efectuará a la perfección.
—¡Me encuentro más que bien, William! —exclamó a punto de saltar de su silla—. ¡No me he encontrado mejor!
Tomó una pequeñísima y fina campanita de oro que guardaba bajo su regazo y la agitó ligeramente, provocando un "tilín, tilín" que resonó en todo el lugar.
—¡Marie! —llamó a una de sus mucamas personales, la cual apareció inmediatamente a la vista del duque.
—¿Si, Su Alteza? —preguntó sin expresión alguna la sirvienta e inclinándose ligeramente se encaminó en dirección a su amo.
—Prepara a las muñecas —sonrió mezquino—. ¿Llegaron algunas nuevas?
Al igual que él, la sirvienta sonrió.
—Que preguntas tan obvias realiza usted, Su Alteza. Hoy llegaron 19 más.
—Maravilloso —murmuró el duque expandiendo su sonrisa aún más—. Maravilloso, Marie.
—Me retiro entonces —la sirvienta se inclinó nuevamente y se adentró en la mansión. En ese momento, el duque frunció el ceño.
No entendía el motivo por el cual Marie, su única mucama de confianza, era completamente inmune a su hechizo.
No era un secreto que el duque de Carpatania tenía un don, un hermoso pero, a la vez, espantoso don. Ya que él era capaz de hacer caer a las jóvenes damiselas a sus pies con tan sólo un mirada, un beso.
Cerró los ojos y se introdujo en sus pensamientos recordando el día en el que comenzó todo:
"Oh, miren! ¡Damas y Caballeros, aquí tienen al nuevo duque de Cacalandia!, exclamó un chico entre risas al mismo tiempo en el que le hacía comer a Zacarías un enorme pedazo de excremento de caballo.
Todos los demás presentes estallaban en carcajadas al ver semejante escena. Zacarías, con lágrimas en los ojos, nunca logró comprender por qué esas personas disfrutaban tanto al ver su dolor; el dolor de golpearlo y humillarlo públicamente cada vez que le veían, el dolor de perder a sus padres al tener tan sólo 13 años de edad, el dolor de despertar cada mañana y... saber que nadie le amaba.
El último, sin duda, era el peor dolor que experimentaba el joven duque. ¿Por qué debía ser víctima de tanto sufrimiento? ¿Acaso Dios no estaba satisfecho con verlo de esa manera todos los días? ¿Qué era lo que estaba haciendo mal?
"Eres una basura. Nunca debiste existir", sintió una patada en las costillas, que lo obligaron a arquear la espalda y soltar un pequeño y apenas audible gemido de dolor.
A continuación, ustedes se preguntarán: "¿Entonces por qué nunca se defendió?". "¿Acaso no tenía amigos que pudieran ayudarle?". "¿Qué fue lo que hizo para que todos comenzaran a maltratarlo de esa manera?". La respuesta a todas estas interrogantes es más sencilla y bizarra de lo que creen...
Él nunca se defendió (físicamente), ya que consideraba que era totalmente un acto de idiotez pelear con los puños (ya él se vengaría de ellos años después, de otra forma más... efectiva). No tenía amigos, para él todos los seres humanos eran idénticos: podridos por dentro y por fuera, simples criaturas repugnantes e insatisfechas de corazón, a pesar de tener riquezas y poder seguirían con su estúpida avaricia hasta desaparecer de este plano.
Y lo que él hizo para que todos comenzaran a maltratarlo a tal punto en el que ya lo consideraban un pobre y revolcado animal rastrero es lo mismo que hizo una mujer violada por vestir de manera provocativa o andar sola por las noches... ¡Absolutamente nada!
Zacarías vomitó parte de esa desahuciada comida pero, para su mala suerte, terminó ingiriendo. Se sentía tan sucio por dentro... Tan sólo pensaba en cómo... dañar.
"¿Acaso no le gustó la comida Gourmet, 'Su Majestad'?" le había preguntado en tono cruel y burlón una jovencita rubia, bajita, con rizos dorados que inundaban sus hombros, a los cuales los cubría un pequeño vestido de florecillas verdes.
De pequeño, su madre —acusada de brujería por los pobladores fanáticos del pequeño reino— siempre le leía antes de dormir historias de amor. Historias en las que el príncipe se enamoraba de la princesa y terminaban viviendo felices por siempre.
Y esa joven, bajita, de rizos dorados, vestido de florecillas y ojos tan verdes como esmeraldas... fue el primer amor de nuestro príncipe.
—¿Qué tanto me ves, fenómeno? —espetó la joven al ver que el joven duque no le despegaba la mirada de encima. Zacarías parpadeó algo confundido. ¿Por qué estaba actuando de esa forma?
—Y..yo l..lo siento —balbuceó ante la tensión el momento. Tomó aire con todas sus fuerzas y lo siguiente que salió de sus labios lo dijo sin siquiera pensarlo dos veces—: Pienso que eres muy hermosa.
Y... se sonrojó de vergüenza por primera vez en sus 14 años de vida.
La joven al escuchar esas palabras bajó la mirada, el joven duque supuso que ella también se encontraba avergonzada pero, segundos luego volvió a levantarla con una sonrisa terrorífica.
—¿Ah sí? —se burló soltando un par de carcajadas—. Pues a mí tus dientes me parecen espantosos... ¿Por qué no los arreglamos? —preguntó acercándose peligrosamente a Zacarías. Y él pudo cerrar los ojos... justo antes que sintiera un terrible dolor en su cavidad bucal, producto de una violenta patada de la chica, y esto como era de suponer, logró tirarle algunos dientes al pobre y desdichado duque.
Las risas, ¡Oh! ¡Esas malditas risas lo perseguirían hasta la muerte! Las risas de esas personas, no... ¡De esos engendros!
—S-se pu-pudri-drirán en el in-infier-no —logró pronunciar sin dos de sus dientes delanteros—. ¡Los matare! ¡Lo juro!
Claro que, nadie nunca consideró que la venganza del duque fuera tan similar a la misma muerte.
Estaban condenados.
***
Gracias por leer <3
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El Reinado del Duque de Carpatania ©
Science FictionEl duque Zacarias Koller era el ejemplo perfecto de la lujuria humana. Con un carácter inigualablemente frio y un corazón poseído por una coraza indestructible. Pero eso era lo de menos. Sus fetiches y mañas no eran para nada positivas, y el poder...