Capítulo 8: Luz.
— ¡Su Majestad ha despertado! — exclamó Linda con alivio a las demás mujeres que se encontraban rodeando la cama del duque. Pero esto no lo es todo: absolutamente todas las habitantes de la mansión estaban de pie en la puerta de la alcoba, unas llorando por su amado Duque, otras simplemente rezando por él y su salud.
Que patética pérdida de tiempo. ¿No es así?
— ¿Qué pasó? — cuestionó Zacarías mientras se incorporaba lentamente en el respaldo trasero de la cama. Escuchaba atentamente a sus chicas y, al mismo tiempo, tomaba un brebaje que le había llevado Chloe.
Sé lo que piensan pero... no. Era una bebida caliente común y corriente.
—El doctor Stoker mencionó que su cuerpo se desvaneció debido a una alteración nerviosa — relataba Sophie mientras observaba acusatoriamente a Linda y Chloe, quienes solo veían la escena de manera incomoda.
—Tuvimos suerte esta vez, Majestad — suspiró aliviada Carmelett, acariciando cariñosamente la frente de Zacarías.
Y él no podía pedir más, era amado. Se sentía profundamente querido por aquellas señoritas, en el fondo sabía que ellas lo darían todo por él.
"Pero no es real". Le recordaba la voz en su cabeza, ese pequeño psique que él detestaba con todas sus fuerzas. Odiaba a su conciencia, sencillamente porque le refrescaba el presente, y le hacía recordar su demoniaca desgracia.
Y ese era su martirio.
—Majestad — interrumpió Marie en la situación. Zacarías alzó una ceja al verla acercarse peligrosamente hacia él, lista para susurrar—: Hay una señorita en la puerta, dice ser la hija del Varón Spoq.
Zacarías abrió completamente los ojos, sorprendido. Sintió repentinamente una sensación de malestar, la misma sensación que se obtiene al desconfiar de alguien o algo.
Le bastó con chasquear los dedos, junto a su ya característica cara neutra, llamando así la atención de La Naturaleza.
—Muñequitas, encárguense de la Señorita en mi lugar. Por favor, háganle saber que no me encuentro en capacidad para recibir a otra compañera, y me pesa el alma por ello — ordenó con sutileza.
Inmediatamente, las demás asintieron con una sonrisa falsa y monótona. Ellas también tenían la misma sensación que su Amo.
— ¿No les parece sospechoso? —preguntó Carmelett a sus otras tres compañeras. Bajaban las escaleras que daban al pasillo principal y, por ende, al enorme recibidor de la mansión.
— ¿De qué hablas? — le cuestionó Chloe a cambió.
Sophie y Linda callaron. Sabían el motivo: ahí no llegaban mujeres relacionadas precisamente con la nobleza del área, y eso generaba una fuerte incomodidad y extrañeza a las muñecas. Tenían conciencia de que si la nobleza se involucraba afectaría de manera muy negativa a su amado Duque, y eso era lo que menos querían.
—Sabes de lo que hablo, incluso es probable el hecho de que estés pensando lo mismo que yo.
—Calla — le advirtió Linda con sutileza —. Casi llegamos, recuerden lo que dijo Zacarías: "Háganle saber que no me encuentro en condiciones".
Con un movimiento de cabeza afirmativo y una falsa sonrisa adornando sus cálidos rostros llegaron a la recepción, donde estaba la señorita que les robó completamente la respiración cuando les dirigió la mirada.
Poseía una belleza extraña, única, con rasgos finos y una bonita delgadez en la figura. Digna de ser una muñeca con su impecable y raro cabello rubio –el cual parecía que iba a desprendérsele del cuero cabelludo en cualquier momento-, se veía tan delicada.
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El Reinado del Duque de Carpatania ©
Ciencia FicciónEl duque Zacarias Koller era el ejemplo perfecto de la lujuria humana. Con un carácter inigualablemente frio y un corazón poseído por una coraza indestructible. Pero eso era lo de menos. Sus fetiches y mañas no eran para nada positivas, y el poder...