3°|Ángel y Espíritu

930 110 29
                                    


Siento un aroma a hierro, a manzanas, a miel, puedo sentir el ruido del agua a algunos metros, escucho los pájaros cantando, siento también el aroma a algunas flores silvestres y un aroma a lobo.

Me siento rápidamente en donde estoy y miro hacia todos lados. ¿Estoy muerta?

¿Este es el paraíso?

Miro hacia la derecha y puedo ver el cuerpo de algunos conejos sin vida apilados al lado de algunas manzanas. Al ver esto mi estomago suena sonoramente y la boca se me hace agua.

¿Quién? ¿Quién haría esto por mí?

¿Los muertos tenemos que comer?

Un gruñido me saca de mis pensamientos, a mi izquierda hay un lobo de pelaje rojizo oscuro que se encuentra acostado mientras me mira fijamente.

— ¿Quién? —el lobo se levanta dejando ver que es muy joven y camina hacia donde están las manzanas y entonces con su hocico empuja una de estas hacia mi—. Gracias —susurro antes de quedarme atónita por unos minutos—. ¿Me puedes entender?

El lobo se acerca y se sienta sobre sus patas traseras para luego asentir.

— ¿Puedes cambiar a humano? —su mirada se oscurece mas no dice nada y comienza a alejarse—. ¡Oye! —le grito pero este solo desaparece entre la maleza.

Observo la manzana en mi mano antes de pegarle un mordisco y comenzar a tratar de entender lo que me está sucediendo.

(...)

Ya es tarde y yo aun sigo en donde desperté, no me he alejado del lugar a no ser cuando fui a conseguir leña para encender una fogata y al no tener encendedor ni nada al alcance use el viejo método, el de las piedras.

Estaba terminando de asar uno de los conejos cuando lo oí acercarse lentamente, era él.

¿Me pregunto por qué me está ayudando? Por qué un chico tan joven aparecería frente a mí y me ayudaría.

¿Tiene que ver nuevamente con cosas del destino?

¿Destino, a caso estas esperando que ablande mi corazón y se lo entregue a este chico en bandeja de plata para que luego me hagas sufrir de nuevo?

—Gracias —susurre cuando este dejo unas flores cerca de mí.

Le tendí un pedazo de conejo y este lo agarro suavemente como si tuviera miedo de lastimarme con sus filosos caninos.

Tome las flores y las puse sobre mi regazo, el aroma que rápidamente sentí me hizo saber de que era un ramo de Madreselva.

Levante mi vista y lo vi comiendo, ayudándose con sus patas delanteras e inconscientemente sonreí.

¿Por qué no siento dolor? Me pregunte a mi misma mientras comía y lo veía a él, comer lentamente.

¿A caso él...? Lleve una mano a mi pecho y pude sentir el retumbar de mi corazón. Muerta no estaba, pero entonces...

—Me diste de tu sangre —afirme—. Gracias, creo —murmure tras terminar de comer.

Al pasar algunos segundos me levantarme no sin antes agarrar las flores e ir hacia el otro lado del árbol, en donde me senté, acerque mis piernas a mi pecho y me puse a contemplar las estrellas.

Al poco tiempo sentí un peso extra.

Me acomode mejor y él recostó su cabeza en mis piernas, con timidez lleve una mano a su pelaje y este ni se inmuto, sino que al contrario, cerró sus parpados.

(...)

En nuestro tercer día de convivencia aun me seguía haciendo varias preguntas.

Como, ¿Por qué me había salvado? ¿Quién era él? ¿Por qué nadie venia a buscarlo? ¿Por qué su sola presencia me daba paz?

Hubo varias veces en que pensé que todo esto se trataba de un sueño.

Cuando estoy junto a él nada me importa, el solo saber que él está a mi lado me brinda paz y tranquilidad.

En nuestro quinto día de estar juntos lo empecé a acompañar a buscar nuestro alimento, ese día solo llegamos a conseguir un conejo, algunas manzanas y al ir a un lago, aparte de tomar agua pudimos cazar dos dorados, o bueno, él se tiro al agua a cazarlos, yo al no saber nadar me mantenía al margen.

En nuestro noveno día decidí sorprenderlo, en uno de nuestros viajes a juntar comida había visto un panal de abejas sobre un árbol, así que mi idea era despertarme más temprano que él e ir a conseguir esa miel.

Y todo iba bien, me levante sin hacer mucho ruido, llegue a donde estaba el árbol, subí con mucho cuidado y llegue al panal, con un buen movimiento logre derribarlo y me baje de un salto. Hasta ahí todo iba bien.

Lo peor estaba por venir después.

Iba a mitad de camino cuando un lobo me ataco, se abalanzo sobre mí y caímos al suelo.

Lo empujaba con mis brazos para que no me llegara al cuello pero su fuerza era mucha, llame incontables veces a mi loba pero esta no respondía, así que haciendo acopio de toda la fuerza que podía tener lo empuje alejándolo muy poco ya que volvió a arremeter contra mí. Me moví hacia la izquierda, agarre el panal del suelo a una velocidad bastante rápida y comencé a correr contrario a donde estábamos acampando.

Cuando creí que lo había perdido, el lobo me alcanzo y me llego a rozar la pierna izquierda lo que me hizo perder el equilibrio.

Me di vuelta rápidamente solo para verlo abalanzarse sobre mí mostrándome sus grandes caninos. La fuerza no me iba a dar, que vergüenza.

Iba a morir sin haberle agradecido a él.

Iba a morir otra vez.


-.-.-.-.-.-

Notas: * Primero que todo, uno de ellos es un ángel para el otro y el otro es un espíritu, que en este caso está actuando como guía sin saberlo.

* Segundo, él no le dio su sangre, Sakura lo entendió mal, algo mas paso... alguien...

* Tercero, los lobos que atacaron a Sakura son reales.


A veces nuestra mente nos engaña, nos muestra cosas que no son, nos hace soñar... ¿Se preguntaran por qué otra vez esta frase? Jsjs es para no olvidarse...

|Al Borde del Abismo| FinalizadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora