Capítulo 8

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Observe a Harry boquiabierta. Su piel estaba pálida y cubierta por una leve capa de sudor, sus labios color rojo escarlata y debajo de sus parpados había profundas y oscuras ojeras. Estaba quieto. Su mejilla reposaba contra el edredón de la cama, todo su cuerpo estaba totalmente rígido, parecía que solo fuera un cuerpo, sin vida, pero si me acercaba podía sentir su respiración, aunque muy lenta y suave.

Mi respiración estaba agitada. Hacia tal frio que cada vez que espiraba podía ver el vaho de vapor que expulsaba.

Acerque mi mano a su rostro, mi mano tiritaba, toque su mejilla, estaba hirviendo, estaba helado, no tenía un temperatura fija, era tan extraño, cambiaba de temperatura a cada momento. La situación era tan surreal que no podía pensar con claridad. Aparte un mechón de cabello de su frente. Se veía tan indefenso.

Me levante con cuidado de la cama y lo mire ¿Qué debía haber? ¿Despertarlo? No, tal vez crea que yo lo traje aquí. ¿Cubrirlo? Eso parecía ser lo más razonable. Lo más cuerdo. Pero en momentos como este no sabía qué era lo más sensato.

Tome una manta que acostumbraba a reposar sobre el escritorio. Lo cubrí con ella. Suspire adolorida. 

Pero… ¿adolorida de qué?

Mi pecho. ¿Por qué pasaba esto?

Mi pecho ardía.

Me lleve una mano rápidamente al pecho.

¿Por qué este sentimiento era tan malditamente familiar?

Este dolor.

Este dolor, me provocaba ganas de largarme a llorar.

Sentía que me ahogaba.

Pose mis ojos en Harry. Una mueca de dolor cruzaba su rostro. Pero el dolor en mi pecho era demasiado fuerte como para dejarme ayudarlo, cuanto más lejos de él mejor.

Así que salí de la habitación.

Me quede a mitad del pasillo, congelada. ¿Era real lo que acababa de pasar o solo producto de mi imaginación? Lo que le ocurrió a Harry no era normal, para nada normal. Fue como…si algo hubiera estado dentro de su cuerpo. ¡Que estoy diciendo! Es obvio. Lo que hablaba era latín y no creo que el sepa latín.

«En un caballo oscuro de la muerte. Viene la persona muerta. La persona muerta me salvara de mi agonía»

Era, definitivamente, la frase más escalofriante que he escuchado en toda mi vida.

Camine hacia la sala, mientras frotaba mis brazos con mis manos, las noches eran demasiado heladas aquí y la escena anterior había dejado algo más frio mi cuerpo. Sin embargo, a pesar del frio, tenía ganas de salir a fuera, algo en mi quería salir a recorrer las calles. Voltee mi cabeza para mirar el pasillo, un escalofrío recorrió mi espalda. No quería volver a entrar en la habitación, pero las ganas de salir eran demasiadas como para que fuera un acto racional, así que ¿qué importaba si cometía otro acto irracional y volvía allí? Caminé a pasos lentos y cautelosos. Alargue mi mano hacía la manilla de la puerta, mi mano tiritaba, dudaba si era por el frío o el miedo. Abrí la puerta, todo seguía normal. Harry estaba donde lo había dejado, exactamente en la misma posición.

Me acerque a mi mochila, aun no había sacado las cosas de ella, y saque la única sudadera que tenía que quizás haría que el viento no azotara con tanta fuerza mis brazos.

Mire a Harry rápidamente, podría jurar que sentía que me miraba, pero no. Los latidos de mi corazón se aceleraron y sin quitar mi vista de él me acerque a la puerta, tropecé con mis zapatillas, las tome con una mano y con la otra tantee el aire hasta encontrar la manilla y salí de allí rápidamente.

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