Capítulo 18

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—Soy yo —avisé al llegar a la casa de Harry.

La luz se había cortado a mediados de tarde y, como en invierno el sol se pone temprano, para cuando llegué la casa estaba a oscuras. Harry había prendido velas en la cocina, donde él estaba, cocinando.

— ¿Dónde estuviste? —preguntó.

—Con Kristine —respondí— ¿Haces la cena?

—Si —me respondió viéndome de reojo.

Me senté en una de las sillas de la cocina sin saber qué hacer. Al decir verdad la oscuridad me daba algo de miedo y no me entusiasmaba la idea de ir a encerrarme a mi habitación sola.

—Me estaba preguntando… —comenzó Harry—yo alquilo esa habitación —dijo refiriéndose a donde yo dormía— a turistas o viajeros por lo general, por cortos plazos de tiempo.

—Sí, supongo que no vives con personas extrañas en tu casa por años.

—Exacto —me miró—. Así que me preguntaba… ¿cuándo te irás?

— ¿Yo? —mire la llama de una de las velas próxima a mí y me estremecí, el fuego me traía malos recuerdos—. Supongo que me iré de aquí en dos días.

— ¿Dos días? —preguntó al instante—. Pero si has estado aquí menos de dos semanas.

—Lo sé, y es demasiado tiempo —lo miré—. Tú mismo lo dijiste: cortos plazos de tiempo.

—Pero… —y dejó de hablar, como si el mismo se hubiera interrumpido.

Mire mis manos incomoda. A mí tampoco me gustaba la idea de marcharme pero si Louis no era el Nhor yo tendría que hacerlo. No podía arriesgar el poco tiempo de vida que, al parecer, me quedaba por estar más tiempo con Harry.

Se dio la vuelta y me miró por un largo rato.

Mi corazón se puso a palpitar más fuerte, mis manos a sudar y mis mejillas se sonrojaron.

El silencio era demasiado así que le pregunte lo único que se me ocurrió:

— ¿Cuándo volverá Sky?

Se acerco rápidamente a mí, no me dio ninguna respuesta o ninguna señal de lo que haría a continuación. Me besó. Me tomó firmemente del cuello y me besó como nunca lo había hecho: como si me necesitara.

La respiración se me cortó y por un momento en verdad no pude respirar. Hasta que decidí que esto era lo único realmente mío que tenia y que tenía que aprovecharlo, sin pensar en qué pasará después, solo disfrutando el presente. Llevé mis manos a su cuello y le respondí el beso.

Nos besamos en la cocina por minutos. Intercambiando sonrisas, risas, mordidas y caricias.

—Esto está mal —dije sobre sus labios, aunque en realidad no lo pensaba así—. Muy muy mal —se me escapo una pequeña risa que el atrapó con un dulce beso.

—No me importa —besó mi cuello y mis ojos se abrieron con sorpresa.

— ¿No te importa que sea cinco años menor que tú? —pregunté en un susurro.

—Me importa tanto como la política —respondió.

— ¿Cuánto te gusta la política? —dije con una pequeña risa.

—Odio la política —me tomó por las caderas y me volvió a besar profundizando el beso.

Sus manos recorrieron mis costados. Sus dedos en mi piel se sentían tan malditamente bien. Quería decirle que me siguiera tocando, que me tocara más, pero mi timidez me vencía.

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