Capitulo #20 "Despedida De soltero"

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"Despedida de soltero"

Nunca me había pasado esto. Bueno, en realidad sí, pero no a este nivel. Sin embargo, fue sólo ese gesto, levantar la mirada de su libro de historia para dejarme hipnotizada. —Lodovica… ¿estás escuchando? —la voz de Diego me sacó del limbo en que me hundieron sus ojos. Asentí repetidas veces para que me dejara en paz y yo pudiera seguir mirándolo. Hasta el día de hoy no me daba cuenta de lo hermoso que se veía con el ceño fruncido escarbando página tras página para hacer su tarea. —Deberías estar haciendo tu tarea en vez de distraerte con mi cabello —dijo sin apartar la vista del libro. —Y tú leyendo en vez de estar pendiente de lo que haga y lo que no —le respondí, volviendo al tono arrogante y terco que utilizaba cuando estaba junto a él para que no se diera cuenta de lo estúpida que me dejaba con solo estar a mi lado. —Lodovica… nos casaremos este fin de semana, podrías dejar de pelear al menos, ¿no lo crees? —replicó. Bufé sonoramente, por supuesto que sabía que nuestra boda sería este fin de semana, por eso estaba así: tan cambiante. Podía ser dulce y de repente enojona. Los nervios me comían viva. —De acuerdo —no tenía caso resistirme, además, con la mirada de cachorro que tenía Diego sería muy imposible negarme. Estos últimos días él también lucía nervioso: cometía errores, tropezaba con sus propios pies e incluso reprobó en una prueba. Pero eso no pareció importarle, algo lo tenía muy preocupado y estaba muy segura de que no era por la boda. Iba a averiguarlo. Llamé a Tini para que fuera a la casa, ella llamó a mechi y Mechi a Alba. Después de media hora, estábamos las tres en mi habitación pensando qué podría tener tan afligido Diego. —¿Y si ya no se quiere casar? —postuló Tini. Una parte de mi se alarmó muchísimo, era la parte que ansiaba estar con Diego. —¿En serio lo crees? —le preguntó Mechi. Tini lo pensó unos segundos y refunfuñó. —Claro que no, pero era sólo una idea. —Pues se aleja mucho de la realidad —agregó Alba. Estuvimos mucho tiempo pensando y cuando oscureció, las chicas terminaron por ver Titanic en la televisión. Yo las observé mientras ellas le gritaban al capitán para que no chocara contra el iceberg, extrañaría formar parte de este grupo. No quería decir que dejaría de ser amiga de ellas, jamás me separaría de las mejores amigas que alguien podría desear, pero desde la próxima semana las cosas no sería lo mismo: ellas podrán tener novios y salir sin preocupaciones, mientras que yo estaré casada. Sin mencionar que cuando acabe el año sólo quedaremos Facu y yo en la escuela. Crecer apestaba. Eso me recordó el libro de Peter Pan que Diego me regaló. Me levanté para buscarlo en mi estantería, pero no estaba. Pasé por al lado de las chicas, que ni siquiera notaron mi presencia ya que estaban ocupadas viendo como Jack besaba a Rose, y salí de la habitación. Seguro se me había quedado en el cuarto de Diego y había olvidado traerlo cuando me cambié. Toqué la puerta un par de veces, pero nadie respondió. Entré de todas formas, las luces estaban apagadas, pero del baño se traslucía un débil resplandor. Y también se oía el sonido de la ducha. Encendí la luz y comencé a buscar mi libro, tenía que estar por alguna parte. Revisé debajo de la cama, en los muebles, en el closet, en el velador e incluso en la mochila de Diego. Y ésta última fue la que llamó mi atención. “Estarías mejor con otra” “Es una idiota” Los volví a arrugar y los tiré al suelo. Reconocía esa caligrafía: Katherine. De pronto, el agua se cortó y escuché como Diego cantaba una canción dentro del baño. Recogí los papeles y los guardé otra vez dentro de la mochila, el pomo de la puerta giró… corrí a toda prisa y me escondí dentro del closet, apretujada entre la ropa desordenada de Diego. Así que eso era lo que tenía tan nervioso a Diego, que Katherine lo molestara. Pero sabía que había algo más, Katherine no causaba mucho daño, seguro había dicho o hecho algo peor. Diego salió envuelto en una toalla de la cintura para abajo y se sentó en la cama. Estuvo así por unos minutos, sin mover ningún músculo hasta que se levantó de golpe y comenzó a secarse. Lo veía a través de la puerta del closet que había quedado entreabierta, pero dejé de espiarlo cuando se quitó la toalla. Ya lo había visto desnudo, pero bajo los efectos de las hormonas. Ahora estaba completamente consciente. —Sal de ahí, arrugarás mi ropa —dijo de repente. Salí de mi escondite y para mi suerte al menos ya se había puesto sus boxers. Me tendió la mano para que me acercara a él y cuando se la di, tiró de mí y me abrazó con fuerza. —Diego, ¿estás bien? —Lodovica, te amo —lo soltó así, sin verlo venir. Esas palabras siempre me confundían, complicaban mis ideas y hacían que mi estómago burbujeara en mariposas. Todas esas cosas enredadas, más las cartas que leía hicieron que las temibles palabras que nunca creí pronunciar salieran de mi boca sin pensarlo. —Yo también te amo, Diego. Lo dije, inconscientemente, pero lo dije. Me separé un poco de él para ver su expresión, tenía su mirada fija en mí, sin parpadear. Pero tenía una sonrisa, una ancha y hermosa sonrisa. —¿Lo dices en serio? —no me quedó de otra que asentir y aceptar su beso, tampoco podía negarlo, eso sería horrible. Aunque no me alejaba de la verdad. De verdad las cosas que sentía por Diego habían cambiado bastante, ¿por qué otro motivo sentiría celos cuando él se acercaba a otras chicas? ¿O por qué me preocupaba cuando él estaba mal y lucía decaído? Si eso no era amor, no sabía lo que era. —Diego, mejor vístete o te enfermarás otra vez. —Te pongo nerviosa, a que es eso. —Ya quisieras —le contesté. —Entonces, ¿por qué estás sonrojada? —me tomó la mano y comenzó a acariciar mis dedos, como siempre lo hacía cuando se sentía culpable. —Porque te dije que fe gabama —oculté las últimas palabras detrás de un juego de letras. Diego besó mi mejilla y me volvió a abrazar. —Yo también fe gamo, creo que eso ya lo sabes. —Genial, entonces dime qué son esos papeles que tienes en la mochila. (…) Al otro día intenté calmarme, pero no pude. En el recreo salí rápido de la sala antes de que Facu me detuviera y fui a encarar a Katherine Ella estaba sentada en el jardín de la escuela con sus amigas. Caminé con seguridad hasta Katherine la golpeé en el ojo. Sus amigas comenzaron a gritar y alguien me agarró del brazo para alejarme. —¿Qué estás haciendo, Lodovica? Era Facu. Me apartó de Katherine que lloriqueaba en el suelo. —Golpearla, ¿acaso no me ves? ¡Es una maldita! Facu entrecerró los ojos, confundido. Claro, él no sabía nada de lo que me había contado Diego.

Marry Me #Diecesca |Terminada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora