Puestos a hablar, ¿sin conocerte te diré mis secretos?

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Un tiempo después de quedarme sola, decidí que era hora de hacer rutina normal de noche.

Ducha, cena, lectura hasta las tantas y dormir.

Después de ducharme, me volví a poner mi pijama,  y cené dos filetes de pavo y un vaso de infusión digestiva.

No tenía ganas de ver la televisión cenando,  así que puse musica, y de tanto ponerme los cascos la parte externa de los oídos ya dolían. Es mi costumbre andar con cascos,  te evade de todo, y de todos.

Termine de cenar, cogí un vaso de agua y me dirigí a mi habitación.

Para que entendáis, describiré un poco mi habitación.

Es espaciosa, son cuadros en las paredes con algún tipo de significado.

Uno de ellos lo pinté junto a mi abuela a la edad de ocho años, si no me equivoco.

Otros los hice yo sola sobre hojas especiales de acuarelas, y luego está el cuadro de la virgen, que es una virgen en recibe con Jesús en sus brazos, aunque no me convence del todo, lo tengo por su tiempo en mi vida.

Sobre ellos, unas bolas de luces blancas. Me encanta leer de noche con esas bolitas encendidas, ya que las luces están en la pared pegada a mi cama.
Justo enfrente con un tabique salido tengo mi armario.

A la derecha de mi cama mi escritorio, y a la izquierda de mi armario la puerta de mi cuarto.

Pero olvido un detalle muy importante. La ventana.

Justo detrás del cabecero de mi cama, con unos stops de mariposas  de colores, con el fondo blanco.

Esa ventana es mi rayo de luz en las noches de verano. Cuando era más pequeña y me sentía sola en mi habitación,  miraba por la ventana y veía la luna. Me reconfortaba saber que si había alguien en esas noches en las que el sueño me abandonaba dando paso a la soledad de la noche, cuando todos duermen y nadie te vigila, lo que que era normal a la edad de los ocho años.

Volviendo a la realidad, subí y cogí mi saga de libros favorita y me puse a reeler. Mi afición favorita, para que mentir.

A más de las cuatro de la mañana sentí pasos en la casa.

Entré en estado de alerta. No había nadie más en la casa que yo misma.

Me atrevo a salir de mi habitación,  donde me sentía segura para ver que pasa.

Yo vivo en un piso, el cuál no me da tiempo a describir.

Busqué y no encontré nada ni a nadie.

Antes hablo, (o pienso) antes se tuercen las cosas. Ni pensar puede hacer ya una

-¿me explicas que haces despierta a las cuatro de la mañana? 

Sentí que me caería del susto al suelo, pero antes de eso, alguien me sujeto por la cintura y me ayudó a incorporarme.

-si vas a caerte por saber que me tienes cerca, avisa

Era él. Me sentí mejor al saber que era Izan antes de pensar que era un ladrón o algo por el estilo.

-y tú podrías dejar de aparecer así de la nada, y menos a estas horas

-bueno, vine a ver si estabas bien y resultó que cuando me di la vuelta aquí estabas, a las cuatro de la mañana vagando por el piso buscando no sé el que

-¡buscaba el origen del ruido! ¡al parecer eras tú!

-baja los humos que aquí  el presente intenta salvarte, y si te pones así te dejo a la suerte que decida tu destino, hipócrita

-¿quién te pidió que me cuidáras?
Nadie, y yo no necesito la ayuda o compasión de nadie, estoy acostumbrada a vivir sola, sufrir y reír sola ¿entiendes?  Nadie me cuidó, cuida o cuidará

-pues parece que si necesitas ayuda. Mírate en el espejo.

No me di cuenta. Dije todo eso con la voz muy furiosa y entre cortada, tenía la cara pálida y los ojos llenos de lágrimas.  Por mis mejillas y cuello había ríos de lágrimas corriendo. Estaba temblando y con las manos en un puño. Estaba demostrando delante suya mis más profundo miedo y gran secreto;  la soledad que me invadía por dentro, que había conseguido paliar durante años. Hasta ese mismo instante.

Y si os preguntáis que donde están mis padres,  que por que no han salido a gritar que por que hay un chico a altas horas de la noche en la casa, es por que no están. Nunca están.

Esta vez por viaje de bodas, otras por trabajo y hay veces que simplemente no me quieren ver.

-ya que me estas diciendo que no necesitas ayuda, pero a la vista está que si la necesitas te haré esta pregunta, aunque si dices que no me iré y no volverás a saber de mi existencia,  ni te salvare nunca más, ¿sin conocerme me dirás tus secretos tras estamos ojos que destilan dulzura y hostilidad, y que tienen fondo azul por todas las lágrimas que contienen?

Me quede en shock. Me había dicho, o más bien formulado la pregunta que todo ser humano necesita escuchar una vez en su vida: ¿necesitas hablar?
De una forma tan, tan expresiva que ni dude en responder.

-si

Me cogió del brazo,  y me guió al salón, donde encendió la luz tenue que había para poder hablar en confianza,  aun sin saber quién es él y por qué trata de ayudarme.

-ahora,  ¿me dirás por que estas sola, despierta y temblando con los ojos llorosos?

-no te conozco, hemos hablado dos veces en la vida. Pero me has salvado de un secuestro, me has dicho que me cuidáras para que no me pase nada, y has venido a ver si sigo viva y bien.  Necesito saberlo ¿por qué? 

-digamos que ha resultado así. Ahora no me cambies de tema
¿que te pasa?

Me paso el brazo por los hombros para darme un tierno abrazo para que me fuera más fácil hablarle. En cierto modo, acertó.

No tendría que verle la cara mientras le contaba mis razones para ser, y estar así

-me siento la persona que siempre sobra, en el caso familiar mis padres me dejan sola, de la mano de el viento, que si sopla en mi dicha, será así y se decide ir para mi desgracia, caeré sin remedio, sin un apoyo. Yo fui una entrometida en sus planes de vida. Luego en el ámbito social solo tengo una amiga,  mi mejor amiga Teresa, la cuál me acabo de enterar que no va estar por tres meses, y al despedirse, ni una abrazo ni una "llamaré", por muy bien que se vaya en los estudios, no soporto ser la dejada de lado. Se que suena infantil,  pero, he dejado que esto vaya a mayores. Ahora resulta que una gente me persigue,  con intención de hacerme daño,  sin motivo aparente ¿tengo razón, o ya es evidente que ni el destino me tenía planeada? Me siento sola, me hago la fuerte y la que manda a la mierda todo lo que le puede hacer daño. ¡estoy harta joder, harta!

Siento que empiezo sollozando silenciosamente, sin embargo el no me suelta, solo prosigue con el abrazo.

Si no hay mayor ridículo que contarle tus penas a un desconocido, no se cuál es.

Aquí acaba otro capítulo,  y quería dejar la patente de que no está basado en echos reales. Me inspiró en sentimientos que me llegan por las lecturas que obtengo. Son esenciales para poder describir este tipo de situaciones.

Y hasta aquí, espero que os guste el libro hasta ahora,

Adiós.

La puertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora