La casa de la tia

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10:00 de la mañana y mi madre gritaba en mi oido, se suponía que iríamos a la casa de la tía Berta, ella nos invitó a desayunar pero mi tía era de esas mujeres solteras y trabajadoras, tenía la costumbre de levantarse temprano para hacer nada; pero esta ocacion fue distinta ya que habría invitado a mi madre y nosotros, mi hermano y yo a desayunar esa fresca mañana de miércoles.
Lamentablemente la puntualidad, a mis 11 años, nunca fue un don para mi. Acostumbraba a llegar tarde a la escuela y a las reuniones con amigos.
En fin, salí de la cama con los gritos de mi madre golpeando como bombas en mi cabeza.
Me aliste lo más rápido que pude y subimos al auto.
Mi madre todo el trayecto a casa de Mi tía me daba la lección matutina, el día de hoy como algunos otros tocaba sobre como las responsabilidades de la infancia nos harían hombres de bien en un futuro, era demasiado aburrido escuchar a mi madre día, tarde y noche regañandome sobre mis valores.
Llegamos a la casa de la abuela y mi mamá nos hace las últimas... aclaraciones por decirlo así. Saludan a su tía, comen todo lo que este en su plato, lo recogen y por nada del mundo quiero que empiezan a jugar dentro de la casa. Nuestra tia aparte tenía la costumbre de coleccionar antigüedades y si rompiamos algo dentro no solo nos costaria dinero si no un buen regaño de parte de mi madre. Mi madre se detiene a escupirnos un severo ¿quedó claro? Mientras caminábamos por el pasillo del porche.
Desde fuera yo escuchaba la música de mi tía, escuchaba ese viejo fonografo con música clásica de esa  en piano o en violín, acompañado venia ese olor peculiar a incienso de sándalo o lavanda, no se con exactitud.
Mi madre llamo a mi tía; nada, toco su puerta varias veces y la música sólo se veía perturbada por los sonidos que nosotros ocacionabamos en el borde de la puerta.
Fue entonces cuando mi madre, desesperada ya por la insistencia decidio entrar.
Yo la seguí detrás de ella y mi hermano mayor iba tras mío.
Recorrimos un pasillo que lleva hasta la sala comedor. Mi madre no dejaba de gritar el nombre de mi tía.
Rápidamente note que la casa estaba algo desordenada; como si mi tía buscará algo deprisa y no se tomará la molestia de recoger. Algo raro en ella debo decir.
Yo me imaginaba que mi tía estaba en el patio trasero o en el baño, eso y la música tan alta, tal vez sería la razón de que no nos escuchara.
Mis pensamientos se interrumpieron con el grito  visceral que dio mi madre al llegar a la sala.
Levante mi cabeza y vi el cuerpo de mi tía tumbada sobre la mesa. El tiempo se detuvo con el grito de mi madre, fue como si de repente, por fracción de segundos la realidad había sido distorsionada dentro de la casa.
El cadáver de mi tía estaba sobre la mesa en un enorme charco de sangre que manchaba tremendamente la alfombra de terciopelo y la pila de libros que se encontraba en una esquina de la sala.
11 años, jamás había visto un cadáver antes en mi vida, de hecho, era la primera vez que veia sangre, ese olor metálico y carnoso y esa variante de color rojo, guindo y carmesi quedó grabado en mi memoria durante mucho tiempo. Mi hermano mayor me tomo por la espalda para sacarme de la escena y yo sin inmutarme me enfocaba en el cuerpo de mi tía y el charco de sangre ganando espacio en el piso lentamente.
Mi madre seguía gritando cuando salí de la casa.
Esa misma noche por conversaciones que no debia escuchar, me enteré que unos ladrones habían entrado a la casa de mi tía y ella, como toda luchadora, defendió con su último aliento sus pertenencias, pertenencias tan antiguas y tan obsoletas que sólo mí tia sabe porque defendió tanto.
Los fiscales dictaron que el incidente no tenía ni siquiera 5 minutos de haberse llevado a cabo antes de que nosotros llegáramos.
La investigación arrojó que los ladrones sólo se llevaron 5,000 pesos y claro la vida de mi tía
Nosotros, la familia creemos que el tiempo que nosotros esperamos a que mi tía nos abriera.
Fue el momento en que mi tía terminaba de desangrarse y los ladrones escapaban por la puerta de atrás.
Jamás me había sentido tan feliz y tan contento de levantarme tarde ese día
Tal vez si hubiéramos estado en el momento equivocado, a la hora equivocada; mi sangre también hubiera pintado la alfombra de la casa de mi tía.

Una Mirada A La Oscuridad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora