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Después de que Cristina desapareciera, las chicas se despidieron y se fueron tras ella. Supongo que se sentía mal y por eso no habló conmigo.

Las personas de mi calle son muy amables. Varias familias vinieron a darnos la bienvenida pero, mi favorita fue sin duda la de la señora Adalia, una ancianita que vivía en la casa de enfrente. Tendré que visitarla uno de estos días para que me cuente más cosas sobre como se enamoró de su esposo ya fallecido.

El sonido de alguien llamando a la puerta me sacó de mis pensamientos.

—¡Yo abro! —abrí la puerta y... ahí estaba Cristina y su familia. Precioso.

—Buenas noches, somos los Soto —dijo la mujer que supuse que sería la madre de Cristina.

—Buenas noches —le di una cálida sonrisa, pero, me sentía incómoda —¿Les gustaría pasar?

—¿Con quién hablas Joana?... Ah, hola, buenas noches —mi madre al rescate.

—Mamá ellos son los Soto, nuestros vecinos.

—Buenas noches —contestó el señor Soto sonriendo. Este hombre me dio ternura.

—Por favor, pasen, están en su casa —mi madre hizo un ademán para que avanzaran por el pasillo y así lo hicieron —disculpen el desorden, pero aún nos faltan muchas cosas por ordenar.

—No se preocupe, lo entendemos —dijo la señora Soto mientras miraba la casa.

—Joana, iré a por tu padre y tu hermana para que vengan a saludar —la miré con ojos suplicantes, no quería quedarme a solas con ellos. Como era de esperar, me dejó sola con ellos.

—Y bueno... —froté mis manos buscando un tema de conversación. Tengo que ser inteligente —¿Alguna vez hace frio en Madrid?

Cristina bufó y su padre la miró severamente. Supongo que no fui inteligente.

—No, casi nunca —contestó el chico que supongo que sería el hermano de Natalia. Es muy guapo.

—Joana, ¿ya te has presentado? —llegó mi madre con Cat y con papá. Negué con la cabeza —Bueno, ella es Joana, la pequeña es Cat, mi esposo es Miguel Ángel y yo soy Isabela, pero me podéis llamar Isa —informó mi madre mientras iba apuntando a cada uno.

—Un placer conocerlos a todos —dijo el señor Soto —Mi esposa es Teresa, mi muchacho es Dani, el mayor Santi, mi reina Cristina y yo soy Mikel.

—¿Os gustaría quedaros a cenar? —soltó mi madre de repente. Teresa, Cristina y yo teníamos cara de disgusto y miramos a Mikel, quien seguramente sería el que decida.

—Sí, estaría genial, así socializamos más como vecinos —Mikel, me caes bien, pero tu esposa y tu hija me dan miedo.

—Genial —escuché susurrar a Cristina. Cariño, yo también quiero que te vayas a tu casa, me pones incómoda.

—Bueno, entonces, niños quedaros aquí en lo que nosotros vamos a la tienda a por cosas que necesitemos para la cena —gracias Miguel Ángel, muy buena idea.

...

En menos de cinco minutos la sala quedó en silencio. Cat estaba sentada conmigo en un sofá y los hermanos Soto sentados en otro frente a nosotras.

Cristina revisaba su teléfono, Santi y Dani miraban desde donde estaban sentados algunas de las fotos que ya había acomodado mamá.

—¿Queréis agua? —quería romper el hielo pero, no soy experta en eso.

—Sí, yo sí que quiero —dijo Dani.

—Yo también, por favor —habló Santi, y miró a Cristina que al parecer no escuchó lo que dije —Oye, que si quieres agua.

—No —contestó sin decir nada más. Que humor.

—Yo también quiero agua, con hielo, por favor —dijo Cat, quien estaba sentada con las piernas cruzadas como toda una adulta. Tienes seis años, cariño. Dani y Santi se rieron al verla actuar así.

—Tú misma puedes ir a por agua —me reí.

—Vaya, en esta casa no puedes pedir ningún favor. Santi, no te cases con Joni nunca por tu propio bien —sentí mis mejillas arder y pude sentir la mirada de Cristina por primera vez en todo el día. Conecté mis ojos con los de ella, pero rápidamente me fui a por el agua que había ofrecido.

—Disculpar a Joana, se esfuerza por demostrar sus sentimientos... o eso dice mi madre.

—Ya lo hemos entendido, Cat, gracias por contar mi vida.

—Yo puedo contar la vida de Dani o de Cris si quieres —habló Santi con una sonrisa de oreja a oreja mientras sus dos hermanos la miraban con ojos asesinos. Solté una carcajada.

—Si te atreves a contar algo sobre mí te mato, Santi Sotopeña —apuntó Dani amenazadoramente con su dedo.

—Tu vida no es interesante de todas formas... ¡pero la de Cris...! Ella una vez... —iba a contar algo, pero vio la cara no tan amigable de su hermana y se calló.

—Yo me voy, dile a mamá que iré a ver a Ruben..

—Pero Cris, vamos a tener una cena con ellos —nos señaló Santi.

—¿Y? —caminó hacia la entrada.

—T-te acompaño a la puerta —caminé detrás de ella.

Se giró para mirarme por unos segundos y me sentí sonrojada.

—Adiós

—Joana estaba cantando, se subió a la silla, al final logró bajar y la segunda vez que se subió se cayó de puro cu...

—Deja de hablar de mí, Cat —la risa de los hermanos Soto llenó la sala.

TE ODIO vecina [Croana]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora