Capítulo 1. ¿Un sueño?

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Capítulo 1. ¿Un sueño?

            Cuando crucé la puerta supe que algo iba mal. Era una sensación de angustia que no sabría explicar. Como si la felicidad hubiera quedado al otro lado de la puerta. Me adentré unos pasos y un escalofrío me sacudió violentamente al sentir el viento helado. A la luz de la luna podía ver el vaho que salía de mi boca y que se perdía inmediatamente después en la inmensidad del pasillo.

            Caminé unos pasos intentando no hacer ruido y sin separarme de la fría pared de piedra oscura. Me tuve que parar cuando el temblor de mis piernas se volvió tan pronunciado que no podía dar ni un paso más. Me apoyé contra la pared e intenté ver algo a través de las tinieblas que me rodeaban. Nada, no podía ver nada. Me estaba ahogando en la oscuridad.

             Cuando el miedo llegó a tal extremo que la cabeza me empezó a dar vueltas, oí algo. Agudicé el oído y pude comprobar que eran voces. Casi aliviada me dirigí hacia el lugar de donde provenían. Paso a paso llegué a un recodo y me asomé con cautela. Las voces se escuchaban mucho más cerca. Desde la esquina del pasillo podía ver una vela y dos personas conversando a no más de cinco metros.

            Agudicé la vista para verlas mejor y fue entonces cuando sentí algo parecido a un golpe en el estómago pero mucho más fuerte. Me quedé sin respiración cuando le vi. Era él, estaba segura. Me lo decía la mente y me lo decía el corazón. Alto, delgado, pálido y con el pelo y los ojos negros. Y ese acento extranjero en su voz aterciopelada y seductora… Era inconfundible.

            Estaba de perfil hablando con una hermosa mujer de rizados cabellos rubios y sonrisa peligrosa. De pronto, él paró de hablar y dirigió su cautivadora mirada directa hacia mí. Mi corazón se paró en ese mismo instante. Le devolví la mirada incapaz de retirarla. Sus ojos se abrieron desmesuradamente por la inesperada sorpresa. Luego, una extraña sonrisa se apoderó de sus facciones.

            En un segundo le tenía frente a mí. Era más alto de lo que me había parecido y su belleza era mayor que cuando estaba lejos. Su mirada oscura me traspasaba en un rictus de asombro por no haberme oído llegar. No tenía arrugas en el rostro y en su oreja derecha brillaba un aro de plata.

            - “¿Quién eres?” – el suave acento de su voz me puso la piel de gallina.

            - “He venido a verte…” – susurré.

            - “¿Cómo has entrado?” – preguntó.

            - “No estoy muy segura…” – las palabras acudían a mi boca sin poderlo yo remediar y noté cómo una sonrisa traviesa se adueñaba de mis labios.

            - “¿No tienes miedo?” – volvió a preguntar.

            - “Hace mucho que dejé de saber qué es eso”. – respondí.

            La expresión de desconcierto no había dejado su cara, pero ahora podía apreciar que sus ojos brillaban. Con ese brillo que existe cuando se encuentra un tesoro desaparecido, un objeto amado perdido y encontrado al cabo del tiempo. Así me miraba. Y no sabía por qué, pero me gustaba. Una sensación extraña apareció en mi estómago.

            Luché por controlarlo, pero solo era humana. Él pareció leerme la mente. Asintió con la cabeza y alargó una de sus frías manos para acariciar mi cuello con suavidad. Me estremecí. Mi cuerpo parecía no responder a mi cabeza. ¿Qué me pasaba? Nunca había notado algo tan intenso. Creía estar volviéndome loca.

            Su pálida mano se desplazó hasta mi nuca y me empezó a atraer hacia él. La otra mano la colocó en mi espalda. Estaba a su merced. Veía el deseo también en sus ojos, junto a la incomprensión de sentirlo. Él tampoco estaba acostumbrado. Eso me consoló por un momento. Nuestros rostros se acercaban peligrosamente y yo sentía que iba a explotar de un momento a otro.

El dueño de mi sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora