Capítulo 5. Vicky y cuernos

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Capítulo 5. Vicky y cuernos

            No menos preocupada limpié la casa y me hice algo de comer, pero no tenía hambre, así que acabé guardándolo en un tupper. Me puse una falda y unas botas con una camiseta que no combinaba mucho y salí de casa. Estuve toda la tarde distraída respondiendo con monosílabos hasta que la cara de mi enfadada amiga se me acercó y preguntó:

            - “Bueno, tia, o me cuentas lo que pasa o te lo saco, porque esto no es normal. Un día me vienes feliz de la vida y pasas de mí y al siguiente estás perdida en tus pensamientos y también pasas de mí. Suéltalo ya. Y por favor, procura que sea la verdad que tus mentirijillas me las sé de memoria.”

            La miré un momento con los ojos empañados y decidí contárselo porque no aguantaba más la presión de tener que soportar todo eso yo sola. Hablé un buen rato contándole todo, sin omitir nada. Su cara iba cambiando de expresión a medida que yo hablaba, pasando de la incredulidad al asombro más absoluto. Cuando acabé palideció y preguntó si estaba completamente segura de que todo aquello había ocurrido de verdad y no eran imaginaciones mías. Respondí:

            - “Mira Vicky, si son imaginaciones mías no sé de dónde coño ha salido esa maldita rosa que no se marchita ni estando desde hace dos días encerrada en mi armario y, además, no creo que estos dos agujeritos que tengo en el cuello me los haya hecho una abeja gigante…”

            - “Joder tronca, es que esto que me has contado es muy fuerte… ¿Y Jim no sabe nada? No me lo puedo creer… Un vampiro… ¡Qué digo! ¡El mismísimo Conde! Dios… ¿Qué hacemos?”

            - “Te lo he contado para ver si se te ocurría algo, pero… Tía, estoy que no puedo más… Llevo unos días horribles, como si llevara una doble vida... Estoy a dos putas bandas… ¡No puedo más!”

            - “Pero es que aún no me lo puedo creer… Los vampiros no existen, los vampiros no pueden existir, son cosa de la literatura… ¡Madre mía! ¡Qué lío más grande! Oye, ¿y si te vienes a dormir a mi casa? No creo que le dé por aparecer… O, si aparece, al menos seremos dos contra uno… Porque a Jim no le vas a meter en esto, ¿no?”

            - “No, ni de coña. Se creería que estoy loca de remate… Pillarme por un vampiro… Dios, es que no tiene ni pies ni cabeza… Pero bueno, lo de tu casa me parece bien… Todo será que le dé por chuparte la sangre a ti también…”

            - “¡No! ¡Déjate de chupar sangre! Que me da un miedo tremendo… Pero bueno, entonces hoy te vienes a casa. Le diré a John que no venga esta noche, que hacemos una de chicas…”

            - “Vale, genial. Joe…muchas gracias por creerme… No sabía si contártelo, pero una vez más me has demostrado que puedo confiar en ti.”

            - “Anda, déjate de tonterías. Sabes que puedes confiar en mí desde hace mucho. ¡Oye! ¿Qué te parece si nos acercamos a esa biblioteca a buscar a nuestros chicos? No veas cómo está el pobre John de agobiado con el examen… Se pasa más tiempo estudiando que en casa…”

            - “Vale. Jim está igual, no te creas… Seguro que les hace ilusión. ¡Vamos!”

            Cuando estábamos llegando tuve un presentimiento, pero decidí no hacer caso, aunque hasta ese momento no me habían fallado. Llegamos a la biblioteca a las 9, la hora en que solían salir los chicos de estudiar y nos quedamos fuera fumando un cigarrillo. De pronto Vicky, que estaba de cara a la puerta hizo un gesto de reconocimiento, pero lo cortó en seco y me miró con cara de susto. Preocupada me dí la vuelta y vi la causa de mi presentimiento.

            Vi su sonrisa deslumbrante, esa sonrisa que yo consideraba como mía, brillar para una chica rubia con la que iba hablando. Oí su risa y vi su brazo rodear a la chica. Ella se reía y él no se apartó cuando ella le dio un beso fugaz. Palidecí y se me llenaron los ojos de lágrimas. Noté una mano en mi hombro y me giré para descubrir a Vicky muy pálida haciendo gestos de que nos fuéramos.

            Yo no quería, no podía y volví a mirar a la parejita que formaban mi novio y esa chica rubia. Aún se reían de algún chiste privado y sentí una agonía de celos que me sumergían en la oscuridad. Me entraron unas ganas locas de ponerme a gritar allí mismo, pero me controlé. Con Vicky siempre a mi lado observé cómo Jim y la chica se iban hacia la parada de autobús de la mano. No me lo podía creer. Todo en mi cabeza era un caos.

            Entonces Jim sacó el móvil y marcó un número. Le hizo un gesto de silencio a la chica y se lo llevó a la oreja. Mi teléfono empezó a sonar al momento. Me quedé mirando la pantalla como una tonta hasta que decidí cogerlo.

            - “¿Sí?”

            - “¡Hola cariño! ¿Qué tal ha ido el día?”

            - “Hola, Jim… Pues bien, supongo, aunque no tan bien como el tuyo.”

            - “¿Qué quieres decir? Bueno, cielo, da igual. Oye, que te llamaba para decirte que ya voy para casa, pero que saldré a cenar con unos colegas que están por aquí. No te importa, ¿no? Te prometo que no llegaré muy tarde…”

            Vi la cara de risa de la chica y me imaginé que iba a cenar con ella. Contesté:

            - “La verdad es que no me importa a qué hora vuelvas… Como si no vuelves. Eres un cabronazo.”

            - “¿Qué? ¿Qué quieres decir?”

            - “Date la puta vuelta y deja de reírte con esa zorra. Había venido a buscarte para darte una sorpresa, pero veo que la sorpresa me la he llevado yo.”

            Colgué. Se dio la vuelta y se quedó blanco al verme. Negó con la cabeza y empezó a venir despacio. Le miré con cara de odio y de asco luchando por tragarme las lágrimas. Lo último que quería era montar una escena. Cuando estuvo a un par de metros de mí se paró. Recorrí yo el espacio que nos separaba y le hablé.

            - “¿Qué te crees, hijo de perra? Si no me quieres o quieres estar follándote a putas rubias dímelo y lo dejamos. Pensé que me querías, pero me he equivocado. Se acabó, Jim, se acabó.”

            - “No, no Hely, no es lo que crees…”

            - “¿Ah, no? Entonces el besito que la has dado y el ir de la mano me lo he imaginado yo, ¿verdad? ¿Tú eres tonto o qué? No quiero volver a verte en mi puta vida. Adiós, “amor”. Ah, y no te atrevas a volver a llamarme Hely.”

            Me dí la vuelta y me empecé a ir, pero él se adelantó y me cogió del brazo con ojos suplicantes. Me giré agresiva y le di un bofetón en plena cara.

            - “Tú a mí no me tocas, ¿está clarito? Mañana iré a tu casa a buscar mis cosas. Adiós.”

            Se quedó plantado allí en medio con la mano donde le había pegado sin creérselo aún. Eché una mirada de odio a la chica que seguía la escena muy seria. Me sonaba de algo, pero no pensé en ello entonces. Con Vicky siguiéndome me fui de allí. Huir, solo huir. Necesitaba solo eso. Llorar hasta agotarme, nada más…

El dueño de mi sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora