La hermosa tierra de la alegría...
Donde mis miedos llegaron a mi, donde todo lo que tenía en claro se desvaneció...
Donde fui feliz y donde volví a serlo.
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De vuelta en la casa con las personas que más amaba en el mundo, con él abu al mando de la parrilla empezó la operación: tremendo asado.
—Mauricio quédate, Dale— le insistió mi Abuela.
—bueno esta bien, me quedó— ese rubio era un amor.
Pero mi Babu todavía no lo tragaba, ese señor me protegía tanto...
—nene vení a hacerme mates a la parrilla— dijo mi abuelo y eso solo significaba un interrogatorio o una charla muy profunda, de esas que no me dejaba participar.
—suerte Mau— dije y él me miró extrañado, pero aún así salió de la cocina para ir al patio.
Yo me quedé con mi doñita, desde que había llegado no habíamos tenido un momento solas y teníamos que aprovechar ese rato.
—ahora me vas a decir porque viniste casi sin decirnos— exigió una respuesta, no quería decirlo...
—abu, quería verlos— dije y supe que no la convencí.
—Bianca te conozco como a esta casa, me vas a decir que paso— esa señora si era dura.
Pero me costaba decirlo... lo sentía muy humillante.
—Él hijo de Miguel se quiso pasar— dije picando las papas.
—¿cómo que se quiso pasar?— dijo y trague de golpe, cada vez que pensaba en eso lo odiaba más.
—ya sabes abu— dije y ella asintió.
—¿y que dijo tu mamá?— rodé los ojos al escuchar que la nombraba.
—abu ella quiere que este con un pibe con plata o con él hijo de su marido— dije mirando cada vez más rápido —la odio.
A mi abu no le gustaba que hablara así de mi mamá, pero esa vez no dijo nada... se puso en mi lugar.
—no le digas al abu— dije y pareció que se iba a quejar pero no lo hizo —gracias.
Nos quedamos en silencio un rato hasta que pusimos a hervir las papas, y fue ella quien rompió el silenció.
