Peones

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A veces pienso que este mundo está destinado a pudrirse. A veces pienso que en realidad no es oxígeno lo que respiramos, sino tiempo, que con cada bocanada de aire que damos, inhalamos segundos que se consumen como fuego y mientras tanto, el Universo se ríe de nosotros al ver nuestra ignorancia. A veces me pregunto si en realidad significamos algo, solo para ignorar el hecho de que lo más probable es que seamos simples peones avanzando lentamente por un tablero al que muchos denominan como "vida". El mismo tablero que el planeta se fuma por mero placer, destinándonos inevitablemente a ser inútiles colillas, seres in-tangentes. No me atrae la idea de mentirme y repetirme 70 veces al día que estoy destinado a algo. No soy otro borrego más como lo son mis padres cuando me preguntan acerca de mis metas y expectativas. Tal vez es por todo esto que ningún filósofo se pone de acuerdo con otros. Al final sólo seremos carne en proceso de putrefacción, y todo lo anterior, pasará al olvido.

Así era mi pensar, hasta que la conocí a ella. Fue como una luz, un destello que me tiró del caballo y me enseño a vivir. Fue como si me hicieran añicos para después tomar todas y cada una de mis partes y reconstruirme. Lo llaman el primer amor. ¿La quieres conocer? Sigue leyendo.

Nunca he creído en la perfección, alguna vez leí que todos aspiramos a ella inconscientemente. Si nadie es perfecto, entonces la perfección no existe, por lo tanto es inalcanzable, así que es una pérdida de tiempo aspirar a algo inalcanzable. Es por esto que muchos se refieren a mi vida como "mediocre". Yo lo veo como una forma práctica de vivir.

Me desperté en algún día de algún mes. Recuerdo haber soñado con caer de la punta de una torre pero nunca tocaba suelo. Supuse que era un presagio de cómo nunca llegaría a nada en mi vida.  Me bañé, fui a la escuela, tomé clase de algún tema que olvidaré en dos días. Comí algo y salí camino a casa. Siempre recorría el mismo camino; Cruzaba la calle, me metía en la siguiente calle a la derecha, pasaba por una librería y por un café. Luego a la izquierda y de ahí recto a mi casa. Diez minutos que perdía al día, así que desarrollé una afición al hacerlo. Me encanta observar personas, siempre me pregunto si en realidad existe alguien que no actúe como hormiga en fila. Una larga... larga... fila a la muerte. Pero ese día noté algo diferente. Había una niña sentada en el café por el que siempre pasaba. Jamás la había visto ahí. Parecía de mi edad, un poco baja de estatura, el pelo corto, castaño, ojos de color café, nariz respingada y tenía una sola peca por encima del ojo derecho. Supongo que los demás dirían que es "bonita", pero honestamente no es algo en lo que me fijé. Me causó curiosidad algo en específico, no estaba haciendo nada, solo yacía ahí, sentada, fumando, observando a los demás. De pronto me encontré caminando hacia ella. Como si algo me hubiera empujado con gran fuerza y ahora me jalaba. Para esto también debes de saber que los demás me etiquetan como alguien un tanto impulsivo, yo sólo pienso hacer las cosas como se me cruzan por la cabeza. Cruzaba la entrada del local cuando noté el aroma del café. No era algo que me atraía, pero ese día entró por mis pulmones transformándose en una memoria. Llegué a la terraza donde estaba sentada, procedí a hacer lo primero que me pasó por la cabeza... sentarme en su mesa en la silla frente a ella.

-¿Te dije que te podías sentar?-  Me preguntó.

-¿Me puedo sentar?- Le dije sarcásticamente.

-Ya solo me queda acceder ¿No?- Me respondió mientras hacía una falsa sonrisa, falsa, pero de algún modo supe que era un sentimiento honesto.

-¿Quieres?- Dijo esto mientras me ofrecía un cigarro. Encuentro el fumar una forma de acelerar el proceso de morir. Lo tomé.

-Gracias.- Le dije. Sacó un encendedor y prendió mi cigarro al mismo tiempo que formuló la pregunta que siento fue el primer escalón, el primer peldaño que subí en la escalera de mi ahora, nueva vida.

EfebomaníaWhere stories live. Discover now