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Desde el principio de los tiempos, cuando el hombre empezaba a desarrollarse también se desarrollaba un ser superior al ser humano, estos seres superiores son llamados Titanes.

Su altura es de casi tres metros, su sangre es roja como la de cualquier ser vivo de este planeta, pero en la de ellos el destello dorado reside en ese líquido rojizo. Su belleza no puede superar a la de ninguna especie, sus cabellos sedosos y de raros colores que jamás creerías que existirían.

Sus sentidos tan agudos que no se les escapa nada. Ellos tienen a la población humana viviendo como esclavos a su merced.

Los Titanes son inmortales, no pueden morir por un simple cuchillo en su pecho, ni ser envenenado, ni nada por el estilo que se te pase por la cabeza. Ellos solo pueden morir por la espada Ισκρα, nadie sabe de donde salió, pero un caballero de raza humana, empezó a matar a Titanes con esa espada que hoy día esta perdida y nadie la ha encontrado.

Además los Titanes no pueden producirse cuando ellos quieran, tienen que pasar 50 años para que los Titanes puedan reproducirse y tener descendencia, porque actualmente solo quedan cuatro familia de titanes.

Hace 20 años que la monarquía, que es gobernada por Titanes, se reproducieron y de ahí nacieron una pareja de gemelos. Los principes de Fiore. Un gran continente al oeste del mundo.

¿Y por qué hablo de todo esto, de la historia de los Titanes?

Porque soy un Titán.

No conozco a mi familia, vivo ajena de la ciudad, viviendo a las afueras de esta, donde habita el desierto, en la zona oeste está el bosque y en la zona este el mar.

Mi vida se resume en huir de algunos cazadores que mas de una vez me han encontrado para lastimarme o simplemente por diversión. Ellos pueden hacerme todo el daño que quieran jamás dañare a un ser humano. Al menos, es algo que me visita y no me hace sentir tan sola.

Miro hacia la ciudad que se levanta tan alta y robusta a kilometros de donde me encuentro y siempre la encuentro hermosa.

-Ojala supiese de donde vengo-el tono melancólico se apoderó de mí voz, hablando para mi misma.

Cuando soldados de la monarquía se acercan hacia donde me encuentro, siempre acompañados de un Titán que nunca soy capaz de verle el rostro, pero su peculiar olor a jazmín y cenizas se apoderan de sentidos, mi instinto me dice que huya de ellos, aún siendo de la misma raza, pero mi mente dice que me acerque, pero mi corazón me grita que huya de ellos, grita peligro.

Me levanto del arenoso suelo y veo como el sol empieza a esconderse detrás de las grandes montañas a miles de kilómetros de aquí.

El viento fresco empieza a acariciar mi tostada piel y agita mi cabello dorado dulcemente, hasta que la noche se manifiesta y sus pequeños destellos, pareciendo pequeñas perlas brillantes sobresalen del oscuro cielo.

Bajo la mirada y llevo mis manos hacia mi abdomen, plano, tan delgados que mis huesos se hacen presentes, el hambre vuelve a llamar a mi estómago desde hace días, además de que aquí en este paisaje desértico no hay comida ni nada para poder cazar y alimentarme, me tomará días caminar hacia el bosque para buscar alimento para saciar el hambre.

Miro al frente para ver como las luces de la ciudad empiezan a encenderse para no estar perdidos en la oscuridad, algo que ellos no conocen tan bien como yo.

Para acallar mi rugiendo estómago, camino hacia la ciudad que se encuentra lejos de mi para que no puedan encontrarme.

Camino hacia ella y cada vez se me hace mas cercana y mas grandiosa a pesar de mi altura de Titán. Sus murallas tan gruesas, de una piedra tan blanca y pulida, que al tacto la suavidad roza las yemas de mis dedos, sintiendo solo las hendiduras de cada piedra colocada perfectamente.

Me acercó hacia uno de los bordes de las altas y gruesas piedras, mis manos se adaptan a la pequeña hendidura y empiezo a escalar, siendo consciente de como mi cuerpo tiene gravado la sutileza de escalar aquella muralla.

Mi estómago vuelve a rugir por el hambre, por probar un bocado del pan delicioso que muchas veces he llegado a oler.

Cuando llego a la cima me siento por lo cansada que me encuentro y respiro varias veces para saltar hacia el vacío y notar como mis manos, rozadas y callosas, apoyadas y mis pies acostumbrados a estar descalzos tocan el suelo duro de la ciudad.

Me levanto y miro hacia el frente para caminar sigilosamente por la ciudad para que no me noten. El rico olor del pan llena todos mis sentidos, solo pensando en como sabrá ese delicioso manjar. Pensarlo la boca se me hace agua.

Las voces de los humanos cada vez son menos y mas alejadas para donde me dirijo, sigo caminando pegada a la pared o detras de una esquina de alguna casa ya que a veces algunos humanos caminaban cerca de donde me encontraba. La oscuridad de adaptaba bien en mi.

El olor del pan se intensificaba cada vez que me acercaba hacia el lugar donde se encontraba el alimento.

Cuando llego esta solitario el lugar y con cuidado poniendo atención al ruido del dueño del local, alargo mi brazo para agarrar un cesto lleno del delicioso pan que tanto me llamaba, era pequeño y solo parecía granos de arena en mi gran mano, pero por mi descuido escuche voces detrás mía gritando por verme ahi, en su ciudad, robando pan para alimentarme.

-¡TITÁN!¡ AL LADRÓN!-el grito de una mujer me descolocó y agarre rápido el cesto lleno de pan, para que las campanas y mas voces se oyeran en toda la ciudad, asegure el cesto y empecé a correr por la ciudad que ya había memorizado y corrí por el camino por donde habia entrado para salir de la ciudad y volver a mi sitio.

Escuché pasos fuertes y noté que se trataba de otro Titán que corria detras de mi para seguirme, era raro, los únicos Titanes que habitaban esta ciudad era la familia Dragneel, nadie de ahi es, espera mierda, también habia Titanes guardianes procedentes de las cuatros familias aún vivas.

-¡ALTO!- su rugido por el tono grave de su voz hizo que mi mano libre tapara uno de mis oídos. Los sentidos titánicos eran tan sensibles.

Vi la muralla muy cerca de mi y cuando esta a poca distancia salté, tan alto como pude consiguiendo que mi mano sujetara el borde de esta y traspasar mis delgadas y ágiles piernas por el muro y caer en el arenoso suelo, y de nuevo correr hacia mi sitio que estaba lejos de la ciudad.

-¡Se ha escapado!- gritó el Titán que me estaba siguiendo por toda la ciudad.

-Idiotas, he sobrevivido todo este tiempo como para que me cojan ahora- riendome de la situación aumenté mi velocidad y llegar a mi sitio, y tras eso y ver que desistian por no encontrarme en medio de la noche, empecé a comerme el delicioso pan recién horneado.

-Mañana tendré que irme al bosque- masticando el alimento saciando aquel hambre voraz, y echarme hacia atrás para empezar a dormir en la helada arena desértica, que mi cuerpo ya estaba acostumbrado.

TitánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora