Capitulo 2(El closet de los sueños)

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Es 21 de septiembre el invierno sostenía intenciones de echar abajo mi aventura, los días no eran del todo productivos y poco a poco mis ganas de continuar perecieron y vacilé a pensar si de verdad valía la pena pasar por cosas inimaginables en las que perdería la vida o la cordura, la que pierda primero.

Supuse que la comodidad no sería perpetua, las personas no conocían mis pocas posibilidades de seguir con vida, parecían ser tan felices paseando a sus mascotas y al llevar a sus hijos al instituto, mientras mi mente dudaba sin ningún propósito, aperantando estar sano prendí un cigarrillo mientras la lluvia iba y venía a merced del viento, nunca tuve amigos ni en la más mínima necesidad, parece triste la vida así, aunque siempre me sentí cómodo conmigo mismo, preguntando a las paredes y arrojando cada juguete hacia la ventana, siempre supe que la única manera de no perder la cabeza era uno o tres vasos de licor, apoyando la cabeza en el diván y sosteniendo una pluma gotiante, coreaba canciones de antaño para saber cuando explotar, esta vez no pretendía componer nada, no quería asimilar la situación, por decisiones estúpidas de mi vida me estanque, la vida que quise ya no tenía sentido, ser quien quiero no es tan fácil, mi permanencia en estas cavidades raramente quería asaltar mis pensamientos, tratando de buscar un poco más, las líneas en cada párrafo de un libro carmesí, salí brevemente en Búsqueda de mi mismo, sentandome a comer en algún sitio, viendo un menú sin sentido, doblando las servilletas en una rosa, me inquietaba tanto cometer un error, pero ya no sentía la misma voluntad, no pude descifrar parte de esto apenas en un mes, guardaba en mi bolso un acuerdo de mis sueños, desenvuelto en un papel armiño, ese color tan voluble, me quedé muy intranquilo y pase a revisar cada frase extraña, estudié periodismo y mi primer trabajo no fue más que resumir a los grandes escritores, conversando íntimamente con sus obras, mientras la ceniza cubría un vaso cristalino de whisky, observaba cada llave queriendo saber dónde encajaban, mientras lo que siempre acostumbraba comer se acercaba en una bandeja sin brillo, fueron horas sin tocar el platillo, cayendo en poca cuenta lo que manifestaba en ese color, volví a casa caminando entre malezas, los escalones de clavos ya no estaban, en la puerta no encontré consuelo, muchos periódicos apilados, mi seniles párpados me guiaron debajo de ellos, una carta de mi antiguo instituto, proclamaban hacerme presente a una reunión, solamente pensaba para que deseaban oírme, si ya no tenía más que decir, los odiaba a todos, a cada uno de ellos, para que queréis oír a un demente por la escritura, entré pasivamente a mi morada, mis manos temblaban, mi corazón latía, resonancia de una vida frívola, cuarteando mis pasos hacia al barniz claro de mi incógnita y ahí yacía sentado muerto de cansancio, amparando una breve solución inocua, me vi frente al espejo del diván, una figura que no recordaba, tanto tiempo metido entre comillas, ya no sentía nada pero me mantenía vivo, fue traslúcido el instante en el que generalizaba mi desprecio, miraba con tanto repudio esas notas arrugadas y comencé a dialogar con todo lo que me encontraba, tenía 2 llaves más, "dos puertas más por abrir", hice lo que cualquier desesperado haría, revisé en todos los sitios posibles.

Partí las pocas horas y negué ser yo, otra vez caminaba por los pasillos, en cada curva no veía nada, mi paciencia se acababa y por error tropecé en un peldaño dejando caer aquel vaso olvidado hace meses, un líquido que no parecía moverse de lugar, dándome cuenta que atravesó el opaco color del suelo, mientras me encontraba en él noté una profundidad tan diminuta, subí a buscar mi linterna y una palanca vieja al garaje, sentí que había encontrado algo y así era, estaba emocionado dejando caer con fuerza ante las 4 fisuras debajo de mí, mis ojos no lo podían creer!!!.

No había absolutamente nada, sólidas columnas que mantenían de pie esta casa, maldecir es un lujo en estas circunstancias, pero no quería un momento de debilidad en mi búsqueda, un estruendo en la ventana y un brillo blanco, comenzaba la tormenta, quedé fijo a orillas de tal ventanal, colocando una silla y llenando de vez en cuando la copa, quería ahogarme en ella, recuerdo cuando entré por primera vez por estos intrincados pasillos, pero no notaba nada fuera de lugar, de pronto una gota en mi frente calló en mi boca, un sabor a fierro oxidado, subí la mirada a presenciar lo que sucedía, no había humedad ahí, pensé que las tubería talvez estaban mal, pero justo en ese lugar sabía que no había una, en el techo de la habitación no había ni una sola gotera, solo una pequeña mancha, recordé un viejo truco de película, cerré todas las puertas y ventanas para no dejar entrar el aire, encendí un fósforo pero la llama no se movía, esta vez el frío me gobernaba, mi primer invierno aquí y sin calefacción eléctrica, supuse que había un viejo calefactor a gas, me dirigí al sótano a verificar mi duda, en cuanto abrí esa puerta mis gafas se empañaron de polvo, nadie había bajado a este lugar en décadas, al apretar el interruptor la bujía parapadeaba sin parar, los escalones estaban rígidos y crujian como metal, acomode la bujía para ver bien los alrededores, estaba todo lleno de cosas, cuadros pintados con tiza y pintura, herramientas que se usaban hace años, un sillón cubierto marrón que parecía no ser parte del lugar y miles de cajas sin abrir, en el fondo de todo estaba un calefactor viejo que parecía inservible, tomé un último fósforo para probarlo, milagrosamente logré encenderlo, el resplandor dejó ver una sábana blanca cubriendo algo muy grande.

Súbitamente tome los extremos y lancé a un lado esa mugrienta sábana, era un armario que parecía totalmente nuevo, pero se notaba por su estructura que no era el caso, coloqué la linterna sobre el calentador para observarlo mejor, la cerradura era muy parecida a la del libro, salté de alegría y corri a buscar las llaves empujando todo lo que se me pasara enfrente, busqué justo donde debía, regresé con la emoción de un niño eh introduje cada llave, fue lo más placentero escuchar ese click nuevamente, abriendo las puertas cómo un loco volvi a la linterna para indagar en ese inmenso espacio, no había otra cosa más que un montón de abrigos viejos y un olor a muerte, busqué como desquiciado entre cada uno, no pude ver nada y decidí sacarlo todo, completamente vacío, me encontré una vez más decepcionado viendo el brillo de un calentador viejo y un armario vacío.

Am Muriette Donde viven las historias. Descúbrelo ahora