Parte única.

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|La vida trae cosas buenas también|

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|La vida trae cosas buenas también|

Tener aquello que Milk le denominó "hacer el amor" ya le era raro, más aún enterarse que por hacer eso una mujer podía crear un bebé, mucho más lo fue el enterarse que iba a ser padre, y fue sorprendentemente extraño saber que tenía que esperar 9 ...

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Tener aquello que Milk le denominó "hacer el amor" ya le era raro, más aún enterarse que por hacer eso una mujer podía crear un bebé, mucho más lo fue el enterarse que iba a ser padre, y fue sorprendentemente extraño saber que tenía que esperar 9 meses para verlo, pues tenía que crecer dentro del estómago de su esposa o algo así -no le había entendido del todo a la explicación-. Y, siendo sinceros, estaba nervioso y emocionado.

Su mujer tenía cambios drásticos de humor: a veces lloraba, otra veces le gritaba sin razón aparente, otras veces era risueña, otras veces demasiado amorosa y así. Luego estaba que ella parecía comer igual o más que él, y eso a Gokú no le gustaba ya que varias veces había tenido que ceder un poco de su comida por el apetito voraz de Milk; esta se ponía peor que las fieras que rondaban allí. Era un caos todo.

Si no fuera poco aquello, la pelinegra lo había arrastrado en varias ocasiones a la ciudad, comprando mucha ropa pequeñísima -Gokú decía que el bebé no iba a entrar allí- y de diversos colores, mamilas, baberos, pañales, ¡e incluso libros y cosas raras de figuras como triángulos! No sabía que los bebés nacieran estudiando, eso era nuevo; él no sabía qué eran los "estudios" en sí, pero si Milk lo decía, suponía que estaba bien, después de todo, ella sabía muchas más cosas. Hubo un conjunto en especial que le gustó al azabache, no sabía por qué, pero le había gustado, por lo que había pedido que lo comprasen a pesar de ser ya para un infante más grande.
Un día, teniendo en mente sorprender a su esposa y darle un regalo a su hijo o hija -pues la fémina decidió que sería sorpresa-, dar algo que era muy valioso para él y herédarselo, por así decirlo.

Buscó la esfera de 4 estrellas por todo el mundo como cuando era más pequeño, y santo grito pegó al cielo Milk cuando su marido desapareció por varios días, justo cuando las fechas del parto estaban en rojo.

Y pasó: se alivió, y Gokú no estuvo presente. Fue hasta tres días después que apareció con la esfera en la casa, y tremendo regaño se llevó por parte de la de ropas típicas, aunque no duró mucho el enojo al darse cuenta que el Son lo había hecho con buenas intenciones, y pasó de estar rabiosa a enternecida. Las mujeres eran extrañas y nunca las comprendería, pensaba el pelipalmera.

-Gokú, ¿quieres ver a nuestro hijo? -Cuestionó Milk mirando a su esposo sonriendo, quien se atragantó por la sorpresa.

-¡¿Ya nació?! -Preguntó exaltado. Tantos días esperando ese momento sin despegarse de ella, y justo cuando se distanciaba unos días pasaba. Aunque ahora eso explicaba por qué la de ojos oscuros ya no tenía el gran bulto en su estómago, y por qué sentía un pequeño ki provenir de la casa.

-Sí, es niño -añadió con una sonrisa tierna al ver lo sorprendido que se hallaba su marido. Sabía que todo eso era nuevo para él, y que algunas cosas le costaba entenderlas o encontrarles lógica al no ser criado como los demás. Lo comprendía, aunque debía aceptar que algunas veces le sacaba de quicio su inocencia y despistes.

Milk guió a Gokú al cuarto donde el bebé sin nombre aún se encontraba, encontrándose con el papá de esta, quien arrullaba al pequeño en la cuna. Padre e hija dejaron que el Son se acercara muy lentamente, calculando sus movimientos como si de un nuevo enemigo se tratase; estaba nervioso, bastante. A una distancia prudente, se quedó estático, observando al recién nacido bien envuelto en sábanas, quien yacía dormido en esos momentos, y se asustó momentáneamente al notar que este no parecía moverse, pero se tranquilizó al percatarse de su energía. Tímidamente se acercó a la cuna, y lo vio: era realmente pequeño a como se lo imaginaba, regordete, con manchas rojizas en su cara y su cabello azabache revuelto. Era... ¿tierno?

Él se esperaba otro panorama distinto, si era sincero, pues ya veía a los bebés ir de la mano caminando con sus madres o padres -no sabía en esos instantes que esos ya eran más mayores-, pero sentía que este era diferente. Se veía tan frágil y chiquito, como si con que fuese a tocarlo lo lastimaría. Con titubeos, acercó uno de sus dedos hacia la cabeza, y lo tocó rápidamente antes de sacar su mano con prematura, temiendo haberlo herido, pero no, el bebé seguía dormido. Mientras tanto, Milk y su padre observaban todo desde el marco de la habitación, enternecidos: Gokú parecía querer acercarse a su hijo, pero a la vez miedoso de cómo reaccionaría.

-Puedes cargarlo -comentó la pelinegra y alzó con cuidado al bebé, quien se acurrucó en su pecho-. ¿Ves? -Con eso quiso confirmárselo, pero él se veía nervioso, rascándose la nuca: ¿y si al cargarlo lo apretaba y le hacía daño? ¿O si se caía? ¿O si lo asustaba? Eran muchas los escenarios que imaginaba, y eso aumentaba su miedo con creces.

-Eh..., n-no, gracias -murmuró el Son dando un paso atrás y negando frenéticamente con sus manos. Milk se decepcionó un poco, pero a la vez lo comprendió: a ella también le daba miedo todo aquello, pues también era primeriza. No importaba los constantes libros que tuvo que leer de maternidad, o los consejos que le daba su padre, se sentía con pánico de no ser buena mamá.

Así pasó el rato, todos al rededor del bebé, quien se había despertado y veía la distracción que tenía arriba para hacerlo arrullar y dormirlo. No habían decido el nombre, y cuando pasaran los 40 días -y Milk al fin pudiera salir de la casa junto al bebé, claro- lo iban a registrar legalmente; el parto había sido natural y en la casa, como las costumbres típicas de ahí decían. La pelinegra y Ox Satán tenían muchos nombres que a Gokú se le hacían más extraños conforme más decían. ¿Qué clase de nombre era "Einstein"? No fue hasta que le pidieron su opinión que no supo qué decir, y lo único que se le vino a la mente al mirar la esfera del dragón de cuatro estrellas... fue su abuelito quien apareció. Y fue lo que dijo: Gohan.

Tras meditarlo, decidieron que no era mala idea, y Milk terminó de aprobarlo tras ver la sonrisa de Gokú, quien, por la emoción, se olvidó de su miedo y terminó alzando al bebé entre sus brazos mientras decía su nombre completo, quien reía y movía sus brazitos. La imagen era tan tierna, tanto que decidió fotografiarlo para atesorar aquel momento.

Nunca creyó que algo en él empezara a cambiar desde ese instante, que sintiera una sensación de protección por su hijo, que sintiera qué era ser un padre. No sabía qué tan extensa era dicha palabra, pero sentía cálido su pecho al ver a aquella mujer con la contrajo nupcias -pensando que era comida, debía admitir- viendo atender al bebé, viendo cómo este reía o sonreía, o cómo jugaba con la esfera del dragón, cómo comían los tres en familia; se sentía... en casa, en un hogar.

No tenía ni la mínima idea de lo que les deparaba el futuro tanto a él como a su hijo, pero así era la vida, ¿no? Eran retos del destino que te imponían y que debías sobrellevar. Porque aquello que tanto confusión y cierto miedo le causaron al principio... le terminó siendo felicidad al verlo ir creciendo.

 le terminó siendo felicidad al verlo ir creciendo

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-Lindassj1

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𝐑𝐞𝐭𝐨𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐝𝐞𝐬𝐭𝐢𝐧𝐨 |GoĸυхMιlĸ| [Drαɢoɴ Bαll] (Oɴe-ѕнoт) EditandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora