#02

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—     ¿Ansiosa? —pregunta mi mamá. Río sarcástica.

—     Es totalmente genial venir a un lugar en el que voy a estar encerrada, con abstinencia a las salidas, donde no puedo juntarme con mis amigos. Donde no conozco a nadie y quizá ahí adentro haya un pequeño asesino que en una de las noches va a intentar sacarme las tripas al igual que a sus amigos. Pero dentro de todo sí, estoy ansiosa. —Sonrío— supongo que ansiosa porque de verdad no sé lo que voy a encontrar.

—     A Jack el destripador. —dice mi mamá y yo río.

La abrazo rápido y miro el lugar. Se ve genial por fuera;  hay un muro de ladrillos que lo rodea y una rejas para dejar pasar a los visitantes o a los nuevos. Hay muchos árboles, hay mucho verde. Me hace acordar a la Casa Blanca. Sonrío y miro a mi mamá.

—     Acordate que es por tu bien. —dice. Yo me limito a asentir con la cabeza. Ella me da un beso en la mejilla y me bajo. Abro la puerta de atrás y bajo la maleta.

Por un instante me quedo ahí parada, mirando aquel lugar, mi mamá toca la bocina y se va, dejándome ahí sola, por primera vez vulnerable. Me acerco a las rejas e intento abrirlas, no puedo. Miro hacia mi derecha y hay un llamador. Me acerco a él y aprieto un botón.

—     ¿Sí? —Por él se escucha la voz de una mujer.

—     Hum, soy Isabella, Isabella Johnson. —digo mirando con el ceño fruncido al intercomunicador.

—     ¡Ah, sí! Pasa querida.

A continuación de lo dicho, las rejas se abren dejándome el paso hacia el internado. Suspiro, tomo la maleta y comienzo a arrastrarla. Las ruedas se mueven sobre las pequeñas piedras y avanzo. Miro los alrededores, es grande, enorme. Hay nenes chiquitos de aproximadamente cinco o seis años jugando a las escondidas. Antes de que comience a subir los escalones que dan hacia la puerta, esta se abre y sale un chico, su cabello rizado. Es muy lindo.

—     Me ha mandado la directora, dice que te guíe hacia su despacho. – Su voz es ronca. Me mira a los ojos y veo que estos son de un color esmeralda.

—     Ya veo. —intento no sonreír, pero no puedo. Él rueda sus ojos y se da vuelta para caminar hacia adentro.

Pasamos por varias salas y por varios pasillos, hasta que llegamos a una puerta blanca con una inscripción en dorado que reza “Dirección; Verónica Spelbman”  frunzo el ceño y por el rabillo del ojo veo al muchacho que me acompañó hasta ahí está parado, mirándome.

—     ¿Qué? ¿Acaso te tengo que abrir la puerta también? —se pasa una mano por el cabello, despeinándolo.

—     Y no sé, estás ahí parado como si fueses un árbol… —muevo mi mandíbula al lado izquierdo y abro la puerta. El chico estatua me sigue.

—     Ooh, debes ser Isabella. —Dice la directora sentada al otro lado de un escritorio. Él chico se para a un lado de la habitación.

—     Lógicamente. —digo mientras que me siento en la silla que está al frente de la de ella, el escritorio nos separa. Me parece ver que el chico se tensa.

—     Esa no es manera de tratar a la directora de donde te vas a quedar. —espeta ella. Muy mala manera de comenzar. —Harry, ya te podes ir, muchas gracias. —no aparta su mirada de mis ojos.

Harry asiente una vez y se sale afuera.

—     Bien, —prosigue ella— en ese internado somos muy estrictos con las reglas, y esperamos que las cumplan todos los internos, tantos los que ya están hace mucho tiempo como los nuevos. —Menea la cabeza de un lado a otro— Desde hoy tu mundo ha desaparecido, pequeña. Hay nuevas reglas, y hay que respetarlas.

No sé si el cansancio del viaje surgió efecto en mí, o si de verdad quiero empezar bien en el internado, pero me sorprendo a mí misma asintiendo con la cabeza.

—     Está bien, señora.

Ella sonríe, pero no es una sonrisa que le llega a los ojos.

—     ¡Harry! –grita, el chico entra. —lleva a nuestra nueva interna hacia su habitación. —le da un papel. Él lo toma, se limita a asentir y ambos salimos de aquella habitación.

Toxic.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora