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Mi mirada se encuentra puesta en un punto muerto del techo esperando que mi madre termine de acomodar las interminables cajas que no han parado de llegar desde que pisamos este apartamento. Mamá quería traerse tantas cosas de nuestra antigua casa que los del servicio de mudanza apenas daban abasto para traerlo todo haciendo tan solo un viaje. Mientras tanto, yo me dedico a esperarla mientras ojeo aquél folleto con todo tipo de información sobre  la facultad, observando la imágenes que salen sobre el campus, las fraternidades y las aulas. Si afirmo que no estoy nada nerviosa, estoy mintiendo. Lo estoy tanto que no he podido apenas pegar ojo esta noche. Creo que es algo así como una regla del estudiante estar nervioso el primer día que vas a pisar tu facultad, sitio donde vas a estar rodeada de un montón de gente desconocida, con nuevas asignaturas, nuevos profesores y una persona con la que vas a compartir dormitorio. Al principio, mi madre no había parado de insistirme sobre el hecho de que me quedara a vivir aquí con ella, pero creo que no disfrutaría todo lo que la vida universitaria puede ofrecerme si no hago uso de la residencia que me viene con la beca. Otra de las cosas que me han emocionado, ha sido elegir las asignaturas optativas del año. No quiero hacerme grandes expectativas al respecto, pero estoy casi segura que voy a enamorarme de historia de la danza. También intenté ver si dentro de la facultad hay algún tipo de lugar donde podría practicar ballet, pero creo que es algo que tengo que preguntar allí. 

— Samantha, ¿qué te he dicho de poner los pies encima del sillón? — ni siquiera ha entrado en la sala de estar y ya está dando por echo que tengo los pies encima del sofá. Es como algo de las madres eso de tener ocho ojos en la cara en vez de dos, como que hagas lo que hagas, ella va a enterarse y regañarte por ello. Ruedo los ojos intentando que no se de cuenta antes de levantarme y guardarme el folleto de Columbia en el bolsillo trasero de mis vaqueros. Llevo esperando este día desde hace semanas, por lo que todas mis pertenencias están completamente listas para ser trasladadas a la residencia que va a ser mi hogar durante todo el semestre. Siempre he sido un poco desastre con todo lo relacionado a la planificación, pero me gusta ser una persona ordenada y tener todo listo antes de tiempo para que cuando llegue lo que tenga que llegar, no haga falta preocuparme de nada. De hecho, lo único que me preocupa en este momento es el hacer amigos e integrarme. Nunca he sido una persona muy sociable, pues siempre he estado muy centrada en mis propios intereses y éstos estaban muy alejados de los demás chicos de mi edad. Sin embargo, solo ruego por que mi compañera de cuarto sea algo parecida a mi y no tenga que convivir con alguien que no me deje estudiar tranquila o algo por el estilo.

— ¿Estás ya lista? ¿lo tienes todo preparado?¿has metido tus zapatos de ballet en la maleta? — pregunta y pregunta la matriarca de la familia haciendo que yo me pregunte mentalmente si ella realmente me conoce. 

— Sí mamá, está todo listo, ¿podemos irnos ya? — respondo tras un resoplido mientras ella se dedica a recolocar uno de mis rubios tirabuzones y seguidamente acomodar el cuello de mi camisa. Nunca me he preocupado demasiado por lo que llevo puesto, siempre he ido bastante normal y cómoda con respecto a como iban otras chicas, aunque si es cierto que este día me he arreglado algo más de la cuenta, pero sin pasarse. Sin embargo, mi madre va perfecta, siempre lo iba. Su larga melena morena está recogida en un moño en lo alto de su cabeza, acentuando un maquillaje que destaca sus grandes ojos azules. Para finalizar, lleva puesto su uniforme de trabajo que consiste en una blusa blanca, una falda de tubo que le queda como un guante, junto con unos altos tacones de color negro. Yo he sacado los ojos de mi madre y el cabello rubio de mi padre, lo que crea una mezcla de chica rubia y ojos azules bastante poco peculiar. 

— Sí venga vamos, coge tú la maleta mientras yo me encargo de las cajas.— me ordena haciendo que me encamine hasta la maleta rosa que lleva mi nombre escrito sobre uno de los laterales, no sin antes asegurarme de que no me dejo nada importante. Siempre puedo llamarla para que me traiga algo a la residencia si por alguna extraña razón me olvido de coger algo, pero no saldré por esa puerta sin antes haber hecho como mínimo diez listas mentales.

 Y sí, una vez que todos los elementos de la lista son tachados varias veces, me encamino junto a la maleta hacia la salida en la cual se encuentra mi madre con su típica postura de falsa molestia. A mi lo único que me importa es empezar las clases y ponerme a organizar los horarios del semestre. Y ya con muchísima suerte, encontrar a alguien con gustos parecidos a los míos con quién poder pasar el rato. Aunque no estoy segura si con este pensamiento voy a llegar muy lejos, por lo que debo estar abierta a socializar un poco y esforzarme por hacer algún amigo. No quiero ser la chica la cual se sienta sola en clase y no tiene a nadie quién la acompañe a almorzar. Por suerte en el instituto tuve suerte al encontrar a los que han sido mis dos mejores amigos durante prácticamente toda mi etapa estudiantil; Álex y Josie. Lo único que espero es tener la misma suerte en la universidad y que sea tan bonito como lo pintan en las películas americanas y los vídeos que he visto en internet sobre la facultad. 

Pieces (h.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora