Sanji era una persona bastante tranquila que vivía libremente su vida. No había preocupación alguna. Su restaurante, llamado "The Prince", era conocido como uno de los mejores restaurantes con dos cambios drásticos en un día. Desde la mañana hasta luego de las 10pm era una cafetería, en la noche, se convertía en un restaurante. Él había logrado su sueño de tener su propio lugar de trabajo del cual podía sentirse orgulloso al ver que obtenía la popularidad que esperó por tanto tiempo. Sus deliciosos y sofisticados menú compraban rápidamente a la gente, haciendo que las mismas volvieran y recomendaran el lugar como uno de los mejores. Este muchacho rubio, con un mechón de pelo cubriendo uno de sus ojos, con apenas algo de barba y siempre con un cigarro en boca, compraba a la gente con su forma de ser tan simpática y su gran talento en la cocina. Así se ganó el título de mejor cocinero en su ciudad, recibiendo a menudo a grandes jueces culinarios que se hacían pasar por clientes sin un rango tan alto como el que tenían; pero él no era un idiota. En casos como esos, era él quien se encargaba personalmente de preparar lo que sus órdenes indicaran, dándole así clases a sus discípulos.
Muchos rumores se solían escuchar de él con tal de arruinar su carrera, pero nuevas noticias se escuchaban cuando se hacía cargo por sí mismo de aquellos embusteros. Noticias que reflejaban que no deberías meterte con él porque sin dudas serías el único en salir herido y él, obviamente, triunfante. Aunque aquella imagen tan fría que se había creado por algunos incidentes desapareció al conocer a aquel sujeto que, tal vez por obra del destino, cambió su vida por completo. En su vida podías encontrar un gran conjunto de cosas, sucesos y personas extrañas, pero en su vida se había imaginado que conocería a algo como Zoro.
Una noche como cualquier otra se estaba despidiendo de sus trabajadores, los cuales se quedaban a cargo del bar nocturno que había implementado en la noche hacía nada más que unas semanas. Salió del lugar por la parte de atrás con un cigarro encendido en su boca y con su mochila en uno de sus brazos, caminando tranquilamente hacia su coche en el estacionamiento que el sector tenía. Iba realmente metido en sus pensamientos respecto al nuevo horario para personas noctámbulas que había decidido abrir, tanto que no había visto que al costado de la puerta del conductor, en el suelo, había algo tirado. Lo chocó con sus pies logrando que él se espantara, lo primero que se vino a su mente fue una persona muerta. Quizá era un mendigo, también pensó. Pero lo que vio al abrir sus ojos fue algo totalmente peor que eso. ¡Había un maldito tigre tendido frente a él! Estuvo a punto de gritar, sin embargo, se dio cuenta de que eso podría despertarlo y hasta estaría suicidándose, por así decirlo.
Observó hacia ambos lados, atrás y adelante, meditando que de casualidad podría estar alguien buscándolo porque era más que obvio que dicho animal venía de un zoológico. Después de todo, tener tal clase de animal salvaje como uno doméstico, estaba estrictamente prohibido por razones de seguridad tanto para las personas como para la especie. Muy poco era lo que sabía de animales, pero por lo que podía ver, era un conocido Tigre de Bengala. Su boca y patas se veían enormes, él estaba estático, no sabía cómo debía reaccionar ante tal situación. Quiso llamar al servicio animal pero no contestaban. ¿No tenían turno de noche para tal emergencia? Aunque, bueno, era imposible que alguien se encontrara un tigre pegado a su coche y a tales horas de la noche. Sanji, parece que eres alguien afortunado.
Como pudo trató de moverlo pero le fue imposible, tan sólo pudo moverlo lo suficiente para abrir un poco la puerta de su lado, meter sus cosas dentro del coche y luego recuperar el aire que había perdido. El animal no había mostrado señales de querer despertar y eso fue algo realmente confortador para el rubio quien había estado, hasta ese momento, con la idea de que su muerte iba a ser como la de un mal entrenador de animales salvajes en un circo. Antes de que pudiera meterse al coche escuchó a unos sujetos gritar que ya habían visto al animal y que lo capturaran vivo o muerto. Las voces se escuchaban en dirección a dónde él estaba y ahí sólo había un animal al que podía capturar y no atrapar. Por unos cortos segundos, que para él fueron eternos, luchó con su conciencia sobre si llevárselo o irse de ahí y dejar que hicieran lo que quisieran con él. Al final abrió la puerta de atrás del coche y con más fuerza de la que contaba, sin saber de dónde salió, cargó al adormilado animal para meterlo dentro del coche. Con sus brazos, espalda y cintura adoloridas, se metió dentro del vehículo para encender el motor y poner en marcha su transporte. ¿Dónde lo llevaría? Pues era obvio que a su departamento. Luego de escuchar que lo capturarían vivo o muerto, no iba a dejar que cumplieran con ninguno de los dos objetivos, sin saber por qué se estaba comportando tan amablemente con un simple animal que acababa de conocer y que muy posiblemente iba a comérselo.
Conocía a la perfección que el casero del lugar, al horario en el que volvía del trabajo, ya no estaba en la entrada del complejo como siempre solía estarlo. Esto le facilitaba el mover el enorme animal hacia su compartimiento. Aspiró profundo para luego exhalar el aire que había acumulado en su estómago, cargando nuevamente al animal que debería estar alcanzando sus 230kg, para caminar lo más rápido que pudo hasta su puerta. Una vez en su sala, lo arrojó al sofá entre quejidos y jadeos de cansancio, sin importarle que el mismo se despertara y quisiera matarlo de un solo mordisco. Si bien no lo hizo, luego vino la preocupación de que podría haber sucedido. Se acomodó en el sofá individual que estaba frente a donde estaba recostado la fiera. ¿Qué haría ahora? Lo estaban buscando para matarlo, eso estaba más que claro, y no quería que eso sucediera. Tenía el dinero suficiente para hacerse cargo de él, pero no se arriesgaría en meterlo en algún lugar para que luego lo terminaran encontrando. Pocos segundos después sus ojos cayeron cerrados como plomo sin que el humano se diera cuenta de ello, sin saber que su pensar había sido interrumpido y sin saber, mucho menos, que una gran sorpresa le esperaba al día siguiente.
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Conviviendo con un Animal (SanZo) [RESUBIDA]
Hayran KurguSanji era un joven de 22 años que tenía una vida bastante cómoda y a su gusto; un restaurante del cual era dueño, un buen departamento y cigarrillos. ¿Qué más podía pedir?. Pensaba que su vida no necesitaba más que eso, o así fue hasta que una noc...