22.- LA EXCURSIÓN (EDITADO)

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–Bebé...

Hice una mueca e intenté moverme en la cama, pero unos brazos me tenían aprisionada.

–Déjame dormir –respondí algo enfadada.

–Debes despertar, mi madre se levantará en cualquier momento – volvió a decir mi primo.

–No me interesa. Yo quiero dormir –le dije de mala gana.

–Me encanta tu mal humor por las mañanas.

No le presté atención y me acomodé nuevamente para poder coger el sueño otra vez. Pero me fue completamente imposible, ya que Thomas comenzó a darme pequeños besitos en el rostro, la frente, los párpados, la nariz. En todos los lugares menos en la boca.

–Eres insoportable –me quejé. Thomas se rio.

–Aun así me quieres.

Habían pasado algunas semanas desde la fiesta de la tal Kate (a la cual aún no puedo identificar) y sinceramente estas semanas habían sido perfectas. Kyle había pasado mucho más tiempo en casa de Giselle, por lo que Thomas y yo teníamos mucho más tiempo para estar juntos, que pasábamos viendo películas y besándonos. Cuando estábamos juntos nunca era incomodo o aburrido, aunque estuviéramos completamente en silencio. Con cada día que pasaba parecía tomarle más cariño, y eso sin duda era algo peligroso y hermoso a la vez.

Lo sentí levantarse y caminar hacia la puerta.

–Levántate, Jules –me ordenó.

–Ajá –respondí despreocupada.

–Si no bajas en veinte minutos te las verás conmigo –me advirtió y yo me reí bajito.

–Mira cómo tiemblo –me burlé.

–Deberías, cariño, deberías... – salió y cerró la puerta.

Esa frase quedó rondando en mi cabeza. ¡Maldición! Tenía que levantarme o si no el haría algo malo contra mí.

Me levanté de mala gana de la cama y me arrastré a la ducha. Hoy no era mi día de suerte. Algo estaba mal en la ducha y no me salía agua caliente. Esto sólo podía pasarme a mí un lunes.

Lentamente metí un pie bajo el chorro de agua helada, pero me arrepentí al instante. Esto iba a ser más difícil de lo que pensaba.

Mojé mi cabello sin que mi cuerpo tocara el agua helada. Esto era una de las peores troturas ¡Odio el agua helada! Más en una mañana donde hacen 5 grados y además es lunes. También odio los lunes. Cuando terminé estaba segura de que en cualquier momento me convertiría en un cubito de hielo. Una Jules congelada. No sonaba para nada bien.

Me vestí con lo más abrigador que encontré, pero aun así seguía con muchísimo frío. Busqué en mi armario mi abrigo, pero no estaba por ningún lado. Lo único que veía eran pantalones cortos y vestidos.

¡Rayos! Se me estaba haciendo tarde. La única opción era ir así a la escuela y morir de frío.

Bajé las escaleras y me encontré con Thomas. ¿Cómo puede arreglarse y quedar tan guapo en tan poco tiempo?

–Ya te había dicho que lo puntual no era lo tuyo, ¿verdad? – me dijo apenas llegué abajo.

–No fastidies –puse una mueca–. Tuve que bañarme con agua helada y ahora estoy muerta de frío.

Mi primo se acercó a mí y me tomó de las manos. Sentía las suyas muy calientes, por lo que las mías debían de estar congeladas.

–¿Por qué no te pusiste un abrigo? –me preguntó acariciando mis manos para darme calor.

Solo eres mi primo  (SEMP1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora