XIII

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— ¿¡Nami!? — exclamó Gen-san totalmente sorprendido por verla salir así tan de la nada.

— Lo siento padre, pero lo escuché todo... ¿Por qué no me habías contado esta historia antes? Yo no hubiese sido tan cruel y fría contigo... — se excusaba la pelinaranja intentando secar las lágrimas que no paraban de brotar de sus ojos.

Gen-san, en vez de escuchar lo que la joven tenía para decir, se enfureció por ver que los comentarios de Law acerca de que Luffy tenía sentimientos por su hija eran ciertos, y al parecer ella lo tenía más que claro.

— ¡Nami! ¿¡Puedes explicarme qué demonios haces en el cuarto de este chico estando él casi desnudo!? ¡Esto es intolerable para una señorita como tú! ¡Y más aún porque estás comprometida y a pocas semanas de casarte! — gritó a toda voz, provocando que el moreno se despertara de golpe y se pusiera en pie rápidamente, un poco desorientado.

— ¿Qué ocurre? — preguntó medio adormilado, notando que Nami había salido de su escondite, pero no tomándole el peso aún a lo que eso significaba.

— Tú... ¡Maldito mocoso! ¿¡Qué hacías con mi hija estando en esas fachas!? Pensé que eras un hombre de respeto e incluso habías comenzado a agradarme, ¡pero esto me demuestra que lo que Law me ha estado diciendo es cierto! ¡Serás arrestado y llevado al calabozo por intentar atentar en contra del honor de mi hija y mi familia! — gritaba Gen-san a Luffy, con el rostro rojo de furia y sin escuchar nada más que sus propias palabras y las de Law, que daban vueltas por su cabeza.

— Pero Gen-san, él no ha hecho nada ¡lo juro! — Nami intentaba hacerlo entrar en razón, pero era imposible, se había cerrado completamente a cualquier otra explicación.

— Nami — dijo el moreno tranquilamente a la chica, apoyando suavemente la mano sobre su hombro y poniéndose por delante suyo de forma protectora, para luego dirigirse al viejo

— ...Señor, si cree que eso es lo correcto, adelante, arrésteme, azóteme, golpéeme si así lo desea, incluso puede encarcelarme de por vida, pero solo le diré una cosa... Amo a su hija más que a cualquier otra cosa en este mundo, y haga lo que haga eso no cambiará... Le prometí a Nami que la protegería con mi vida y la amaría hasta mi último aliento, y así será — confesó desafiándolo con la mirada, lo que intimidó un poco al viejo, pero no lo hizo cambiar de postura.

Gen-san levantó una de sus gruesas manos y abofeteó con todas sus fuerzas el rostro del moreno, haciendo que éste se tambaleara un poco.

— ¿Y ahora me sueltas esas palabras bonitas para que no sea tan severo contigo? ¡Lo que acabo de escuchar no cambia absolutamente nada! ¡Vendrás conmigo así como estás y le pediré a tus propios amigos que te encierren en el calabozo! Y si veo que alguno tiene una actitud extraña llamaré a los soldados de la ciudad para que se los lleven a todos — y diciendo aquello, tomó a Luffy de un brazo y lo llevó con él.

— ¡Gen-san! Ya basta, por favor... ¡Él es lo mejor que me ha pasado desde que tengo memoria! No me hagas perderlo, no ahora... Por favor, padre — pedía desesperadamente Nami, caminando rápido junto al viejo, pero éste hacía oídos sordos a lo que su hija decía.

Y solo para tratar de humillar al moreno, caminó con él por todo el frente de la casa, la rodeó y luego se detuvo frente a la puerta trasera del lugar, pero Luffy en ningún momento bajo su mirada o se sintió de tal manera, al contrario, pensaba que si iba a padecer de algo sería de amor, el resto le daba igual. Nami se limitó a seguirlos con paso rápido, suplicándole a Gen-san que por favor parara con lo que estaba haciendo, no quería que las cosas fueran de esta manera y se sentía culpable de que su padre haya tomado esas represalias contra el chico, siendo ella la causa de todo.

Mi querido guardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora