2- Y entonces, "Él".

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II

Jotaro no había superado su conmoción. Se encontraba observando fijamente la caja de cigarrillos que se encontraba en el centro de su cama, como si esta fuera a responderle todas sus preguntas o se convenciera de que había llegado a su casa por su cuenta. Bien sabía que esa opción no era posible, y estaba seguro de que la había dejado caer antes de lo que definitivamente no había sido una huida. No, sólo tenía prisa.

No obstante, ahí estaba. Jotaro se encontraba bastante preocupado ahora, y había mantenido su mirada pegada en el objeto desde que despertó hacía una hora. Ya estaban por dar las siete de la mañana y no pareció importarle el hecho de que debía prepararse para ir a clases, sino que un problema mayor atravesaba su mente en ese momento.

—Ese bastardo... ¿Acaso entró a mi habitación? —su mirada se movió brevemente hacia la ventana y las cortinas apenas abierta, para entonces regresar a los cigarrillos—. No... Quiero decir, no creo que él supiera donde vivo, ¿verdad? Quizás simplemente los puso en mi abrigo antes de que yo--

Se sintió avergonzado al recordar cómo había corrido esa noche, lejos del rubio que, por mucho que le costara admitirlo, había intentado ayudarlo después de todo... Aunque actuando como un acosador pervertido, por supuesto. Fue ingrato de su parte siquiera haberle dado las gracias.

Sin embargo, su dilema continuaba. Si la segunda opción fuera la correcta y aquél sujeto realmente había colado la caja de cigarrillos en su bolsillo, ¿cómo lo hizo? Habría necesitado al menos medio segundo para lograr tal cosa, principalmente porque los jodidos bolsillos se encontraban del lado interior del abrigo, maldición.

¿Acaso él era un usuario de Stand?

Nah.

Sea cual fuere el caso, de todas maneras debía agradecerle... de mala gana. No es que quisiera verlo una vez más, ese tipo estaba loco, parecía un idiota y que fuera atractivo ciertamente no ayudaba, pero Jotaro no iba a cuestionarse esas cosas sino lo que él creía que era correcto. Eso era todo.

Soltó un gruñido y con frustración arrancó la caja de cigarrillos de las sábanas justo antes de que llamaran a la puerta.

—Jotaro, ¿estás despierto? —era su madre.

Suspiró. Quizás se había entretenido con sus pensamientos más de lo que habría querido.

—Sí —dijo de malhumor.

—Ven a desayunar, cariño. Se te hará tarde.

Su madre sonaba tan alegre como siempre. Ella realmente era como un sol en esa casa.

Y lo más importante: respetaba la intimidad de Jotaro. Lo más probable habría sido que su abuelo irrumpiera en su habitación, así sin más.

—Enseguida —se quedó en silencio unos segundos, para luego agregar—. Gracias.

Se oyeron las risitas de Holy del otro lado. Ella siempre apreciaba las palabras de su hijo, por minúsculas que fueran.

Con voz cantarina le advirtió una vez más que no se tardara, para luego marcharse de allí. Todo era silencioso como antes, pero los pensamientos de Jotaro aún hacían ruido en su cabeza; forzar su cerebro desde muy temprano quizás no había sido una buena idea, ya comenzaba a dolerle y aún restaba la verdadera tortura que se aproximaba: la maldita escuela luego de las vacaciones de invierno. Lo peor.

Se vistió rápido con su típico uniforme y acomodó la gorra sobre su cabeza. Estaba listo para irse y a la vez no mentalmente.

Fue a reunirse con su madre y abuelo para desayunar, y Joseph, tan absorto en su periódico, siquiera se había percatado de su presencia. No le dio importancia, el menor supuso que había encontrado una noticia interesante allí, por lo que se bebió su café en silencio.

All I Need (DioJota)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora