3- Ámbar.

1K 122 150
                                    

III

Jotaro se sentía bastante bien consigo mismo. A pesar de todas sus preocupaciones, su día fue agradable y productivo, pues finalmente había hecho un amigo. Aquél hecho aún resultaba tan sorprendente para él que le costaba creerlo, pero fue capaz de hacer a un lado esos pensamientos por un momento.

Habían charlado durante el almuerzo y aprendió algunas cosas sobre Kakyoin. Como por ejemplo, que le encantaban las cerezas, los videojuegos, y que en su vieja escuela había estado bastante solo; aquello último se debía, más que nada, a su retraimiento y a menudo por decepcionarse de quienes no eran capaces de ver a su Stand. Desde entonces Hierophant Green había sido su único y fiel amigo, su buen confidente, pero claramente no podía ser suficiente. No podría recibir ninguna clase de consejo a cambio si así lo necesitara.

Por otro lado, la reacción de Kakyoin ante la idea de ser el elegido fue, en cierta forma, adorable. No era propio de Jotaro pensar de esa manera, pero ver tal comportamiento allí mismo le trajo dicha idea a su cabeza.

Él era agradable, con un lado ligeramente descarado e infantil, pero aún manteniendo una extraña serenidad en cada conversación. Parecía ser alguien bastante analítico, actitud que el pelinegro consideró que sería de gran ayuda a la hora de desentrañar los misterios de aquella noche.

—Entonces, ¿hablas con tu Stand?

A paso lento, ambos se dirigían a la casa del más alto, quien pensaba que quizás era una buena idea que su nuevo amigo conociera a su familia. Además, el pelirrojo estaba ciertamente emocionado por mostrarle su videojuego favorito. Se había puesto tan eufórico.

—¿Tú no? —Kakyoin le dio una mirada que parecía demandar una respuesta.

—No. Bueno, no se me había ocurrido —admitió, ocultando la mirada bajo su gorra—. No estaríamos en buenos términos, supongo.

Kakyoin arqueó una ceja.

—¿Cómo es eso? —su pregunta había sonado casi sorprendida ante el simple hecho de imaginar que el gigante a su lado no se llevara bien con su propio Stand.

En ese punto, Jotaro se sintió estúpido.

—Debo de decir que no nos conocimos en las circunstancias más agradables —murmuró. Se quedó un momento en silencio, pensativo, para luego agregar—. Y creí que se trataba de un espíritu maligno.

Durante unos segundos nadie más dijo nada, hasta que Kakyoin estalló repentinamente en risas histéricas, deteniédose en el camino para sujetar su estómago.

—O-oh no... ¿Un espíritu maligno? ¡P-pobre de tu Stand...! —hizo un esfuerzo por pronunciar entre tantas risas. Jotaro comenzó a molestarse por el arrebato de su compañero.

—No es como si en ese entonces supiera lo que era un maldito Stand. Simplemente había un tipo morado en taparrabos frente a mí, y no supe cómo sentirme —trató de explicarse, pero sólo logró que el pelirrojo a su lado riera más fuerte—. ¡Maldición!

Transcurrieron un par de minutos hasta que finalmente pudo tranquilizarse. Durante ese tiempo recibieron miradas extrañas de los transeúntes, y Jotaro ocultó su vergüenza bajo su fachada estoica.

—Bien... Deberías intentar disculparte con él —sugirió Kakyoin luego de tomar una bocanada de aire. Jotaro se encogió de hombros, pero no fue como una promesa para él. Aún le parecía ridículo pedirle perdón y posiblemente entablar una conversación con su Stand; nunca lo vio como algo necesario, y no podía decir que aún confiaba plenamente en el ser morado, sabiendo el poder que este ocultaba.

All I Need (DioJota)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora