Santa Rosa es un hermoso pueblo, todos ahí se conocen, saludándose unos a otros por la mañana, lo más interesante de esté pequeño pueblo son las historias de brujas y fantasmas que las señoras cuentan a sus nietos. Por la mañana se puede ver a los jóvenes trabajando en el sembradío o arreando las vacas para que coman, en las tardes los niños salen a jugar y antes de que oscurezca todos vuelven a casa.
Hace muchos años que Javier no había visitado a sus abuelos, sin embargo el pueblo era justo como lo recordaba, las calles seguían siendo rocosas y polvorientas, las casas no cambiaron mucho, eran grandes y algo sucias, aunque ciertamente ahora era un poco mas grande.
—¡Javier! —Lo llamo su abuela emocionada— Mijo ¿Como estas? Que bueno verte.
—Abuela —Respondió Javier abrazándola— Siento mucho no haber podido venir antes, estoy bien y también me alegra verlos.
—Pasa pasa —Dijo su abuela jalándolo del brazo— Seguro tienes hambre, estas muy flaco...
Javier rió nervioso mientras era llevado por su abuela al interior de la casa, al entrar vio a su abuelo sentado en la sala tomando café mientras leía el periódico, cuando su abuelo se dio cuenta de que había entrado dejo el periódico de lado y se levanto para darle un abrazo, seguía pareciendo muy flaco, contrario a la fuerza que tenía.
—Pero mira cuanto haz crecido —Dijo sonriendo— Que bueno que pudieras venir, ¿Como vas con la escuela? —Pregunto volviendo a sentarse.
Javier se sentó en el sillón mas largo cerca de su abuelo, «Espero que mi abuela no se emocione con la comida... aunque me alegra estar de vuelta, me trae muchos recuerdos» pensó Javier mientras se sentaba, entonces se volvió para ver a su abuelo.
—Me va bien, tengo buenos amigos y pronto me graduare —Respondió orgulloso.
—Que bueno —Dijo tranquilamente su abuelo— ¿y como están tus padres?
—Muy bien abuelo, ocupados con el trabajo por eso no pudieron acompañarme —Respondió Javier— Pero van a venir en dos semanas, dijeron que harían tiempo para poder quedarse aquí el fin de semana.
El abuelo de Javier sonrió ampliamente antes de volver a leer su periódico, entonces su abuela los llamo para almorzar, en un momento ya tenia preparados varios platillos, de esos típicos del rancho, unos frijoles guisados, tortillas de maíz, huevo revuelto con tomate, cebolla y chile, además jugo de naranja. Los tres se sentaron y comieron hasta llenarse, luego de eso Javier dejo sus cosas en la habitación que siempre usaba cuando iba al rancho, sobre los muebles había algunas viejas fotos de él.
El día se pasó rápidamente, estaba a punto de oscurecer y los niños empezaban a volver a sus casas, varios señores descansaban en el zaguán de sus casas, mientras tomaban algo frio y veían la puesta de sol, entonces su abuela salió y se sentó en la mecedora junto a su esposo.
—Siempre que veo el atardecer así —Hablo la abuela de Javier— Recuerdo las historias que te contaba...
—Yo también las recuerdo —Respondió Javier con nostalgia— Me encantaba escucharlas... aunque a veces me dieran miedo —Admitió entre risas.
—¿Quieres escuchar una historia? —Pregunto su abuela sonriendo.
Javier sonrió y asintió recordado los buenos ratos que pasaba con su abuela, ya no lo veía como algo aterrador, solo eran historias para que los niños se portaran bien.
—Esta es la historia de la mujer fantasma de la calle begonia —Declaro su abuela viendo al horizonte.
—La calle begonia —Repitió Javier— ¿No es esa que esta dos calles más abajo?
—Justamente es esa —Respondió su abuela sonriendo— Así que no vayas a ir de noche.
— Cuentan que al anochecer una mujer con un vestido blanco anda rondando la calle, sollozando y con las manos cubriendo su rostro... algunas personas me han contado que es de buena suerte encontrarla, por que si respondes correctamente por lo que te pregunte, te dará una recompensa, pero si le mientes o no puedes responder te puede embrujar, y enfermaras lentamente, los médicos no podrán ayudarte... Y morirás. Dicen por ahí que en vida era una bruja.
La abuela se rió en voz baja y luego los tres se rieron un poco de la historia, poco tiempo después de que el sol se ocultara tras el horizonte su abuela y su abuelo entraron a la casa, Javier se quedo en el zaguán mirando en dirección a la calle begonia.
—Javier —Le llamo su abuela desde dentro de la casa— Ya es tarde, mañana hay que madrugar...
—Ya voy —Respondió poniéndose de pie.
Se quedo de pie unos minutos mas viendo hacia la calle, entonces sintió que alguien lo estaba observando y a lo lejos logro distinguir una tela blanca ondeando con el viento, curioso salió del zaguán para ver mejor los alrededores, no se veía nadie cerca, solo entonces se dio cuenta de que todos ya se hallaban dentro de sus casas, «Que extraño» pensó «Juraría que alguien estaba viéndome»
Entonces Javier dio un brinco al escuchar la puerta abrirse, se rió solo cuando vio a su abuela salir al zaguán a buscarlo, entonces se acerco a ella y la siguió al interior de la casa, luego de tomar una taza de café se fue a su habitación, se dio una ducha y se recostó en la cama.
Estaba a punto de quedarse dormido cuando escucho una risita que provenía del exterior de la casa, sus ojos se abrieron como platos al tiempo que se levanto de la cama, «Seguro me lo imagine» pensó mientras se aseguraba viendo por la ventana que no había absolutamente nadie cerca, entonces volvió a recostarse en su cama.
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Las huellas de un gato salvaje
Short StoryEn un pequeño pueblo de México llamado Santa Rosa, donde las brujas y los fantasmas son historias que se cuentan todos los días. Javier llega de visita a casa de sus abuelos, de niño le encantaba escuchar las aterradoras historias de brujas que le c...