Capitulo 2.- La arboleda de las brujas

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Dos días después, cuando Javier ya se había acostumbrado al trabajo en el sembradío. Estaba disfrutando un día tranquilo, luego del trabajo, sus abuelos decidieron aprovechar la oportunidad para ir a remojarse en el río que quedaba a las afueras del pueblo.

Luego de comer Javier se quedo junto a sus abuelos frente a la fogata, su abuela estaba sentada en un pequeño banco de madera, compartiendo unas semillas con su abuelo quien se encontraba sentado junto a ella, en otro pequeño banco de madera, mientas Javier vigilaba el fuego.

—¿Quieres escuchar otra historia? —Pregunto la abuela mirando a Javier.

—Claro —Respondió Javier mientras movía los leños.

—Esto es algo que me paso hace mucho tiempo —Declaro la abuela mirando el fuego— Cuando yo era mas joven teníamos que bañarnos en este río.

Los troncos crujieron, el viento soplo y el fuego se estremeció, casi parecía que la fogata se apagaría pero volvió a cobrar fuerza.

—Un día, al atardecer iba camino al río —Siguió contando la abuela— Mientras me acercaba me pareció escuchar como platicaban varias mujeres, y me sentí aliviada, por que nunca me ha gustado ir al río sola, siempre me dijeron que era peligroso. En fin, me acerque ya con mas confianza pero al llegar a la orilla del río no pude ver a nadie, mire por todos lados, pero no había nadie, fue entonces que escuche risas, carcajadas de mujeres sobre mi cabeza, voltee y alcance a ver tres enormes y espantosas aves que se alejaban volando.

—Entonces fue cuando la escuche gritar —Siguio el abuelo— corrí a casa y tome mi rifle para ir a ver que había pasado, cuando llegue tu abuelita estaba en el piso, muy asustada, pálida y llorando del miedo.

—A penas pude contarle lo que había pasado —Continuo contando su abuela, está vez de la mano de su esposo— Ese día, tu abuelo me ayudo a volver a casa, le conté todo a mi madre y no volví a ir sola al río.

—Estaba tan asustada que siempre me pedía que la acompañara —Bromeo el abuelo.

—Las brujas son peligrosas —Dijo la abuela mirando a Javier— Ten mucho cuidado.

Luego de terminar la historia trajeron agua del río y apagaron el fuego, para dirigirse de vuelta a su casa. Cuando estuvieron de vuelta ya había oscurecido un poco, sin embargo el cielo estaba despejado y la luna brillaba alto en el cielo, por lo que aun se podía ver bien.

—¡Javier! —Lo llamó su abuelo— ¿Puedes volver al río a buscar nuestras cosas?

—Claro abuelo —Respondió de inmediato— ¿Que olvidaron?

—Nuestras toallas —Dijo su abuelo— y mi radio, creo que se quedaron colgando en las ramas del árbol

—Esta bien —Respondió Javier saliendo de casa.

—¡Recuerda tener cuidado con las brujas! —Le advirtió su abuela desde el interior de la casa— ¡No te acerques a la arboleda...!

Javier asintió desde lejos para no preocupar a su abuela, al darse la vuelta, río para si mismo, al tiempo que pensaba «Las brujas no existen». Javier no tardo mucho en llegar corriendo a la orilla del río en la que habían estado, tal como había dicho su abuelo el radio y las toallas estaban colgadas entre las ramas del árbol que estaba cerca.

Mientras Javier guardaba las cosas en la pequeña mochila que había llevado sintió nuevamente que alguien lo estaba observando, un poco preocupado volvió la mirada, pero no logro ver a nadie, cuando estaba listo para irse una figura negra salto frente a el, provocando que cayera asustado al piso. Cuando volvió en si, se dio cuenta de que un gato negro de ojos dorados se encontraba sentado sobre una roca, mirándolo fijamente.

—¡Maldito gato! —Gruño Javier mientras se levantaba.

Cuando Javier se levanto, el gato maulló y se froto entre sus piernas «¿Que le pasa?» se pregunto Javier mientras acariciaba al gato.

—Esta bien —Dijo Javier— Lamento haberte gritado... ¿Tienes hambre?

Entonces el gato volvió a ver a Javier, maulló y se dio media vuelta, caminando en dirección a la arboleda, en ese momento recordó lo que le había dicho su abuela «—No te acerques a la arboleda», Javier se quedo pensando un momento antes de decidir seguir al gato negro «Son solo historias, nada malo pasara» pensó. Siguió al gato de cerca entre la arboleda, de un momento a otro se encontraron con un viejo puente colgante, mohoso y lleno de hierbajos, Javier estaba emocionado por lo que podría encontrar, luego de cruzar el puente el gato corrió y Javier lo perdió de vista.

—Diablos —Gruño Javier por lo bajo— No debí seguir a ese maldito gato...

Resignado Javier pensó en volver, al darse la vuelta para ver alrededor por ultima vez a unos cuantos metros pudo distinguir que algo se movía entre los matorrales, pensando que podría ser el gato se acerco y miro por encima de los arbustos, no podía creer lo que estaba viendo, a unos metros de el estaba una chica con un ondulado cabello negro, sentada frente a una fogata.

—¿Por que me seguiste? —Pregunto la chica sin verlo.

Javier se quedo paralizado, «¿Seguirla?» pensó asustado «Yo no la estaba siguiendo... yo seguía a un gato negro» entonces recordó una vieja historia que le había contado su abuela cuando aun era un niño «Recuerda, que las brujas se pueden transformar en algunos animales» entonces se puso pálido, preocupado dio un paso atrás, las ramas secas crujieron y la chica volteo, revelando un par de ojos dorados «Una bruja», pensó completamente aterrado, entonces Javier corrió de vuelta a casa de sus abuelos, dejo las cosas en la sala y se encerró en su habitación sin decir nada.

Las huellas de un gato salvajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora